Félix Hernández Hernández, director del I.U. de Plaguicidas y Aguas Universitat Jaume I

"Avanzamos hacia un método universal de análisis de contaminantes en aguas y alimentos"

Félix Hernández vivió en primera persona el nacimiento de una universidad. Fue el primero en hacer un doctorado en el ámbito de las Ciencias Experimentales en lo que era entonces Colegio Universitario de Castellón. Pasó de ser profesor titular de Química Analítica en la nueva Universitat Jaume I a catedrático e impulsó la creación de uno de los institutos universitarios de referencia en los métodos de análisis de contaminantes en aguas y alimentos. Los resultados de sus estudios tienen validez en toda Europea y contribuyen a establecer los límites legales de residuos de plaguicidas en alimentos. Además, su equipo está calificado como Grupo de Investigación de Excelencia Prometeo de la Generalitat Valenciana.

"Avanzamos hacia un método universal de análisis de contaminantes en aguas y alimentos"

Ha estudiado la calidad de las aguas del Mediterráneo, de la Albufera de Valencia, y las aguas subterráneas de la Plana de Castellón. ¿Sus niveles de contaminación son preocupantes?

A veces da la impresión de que cada vez las aguas están más contaminadas y que aparecen nuevos contaminantes. Pero no es cierto. Lo que ocurre es que disponemos de más medios para detectarlos, por tanto, estamos mucho más informados. Además, han mejorado los tratamientos que se utilizan para depurarlas. Entonces ¿cómo está la situación actualmente? Pues no está tan mal como puede parecer. Lo realmente importante es que los niveles de contaminación estén dentro de los límites permitidos, ya que la legislación actual es muy exigente

¿De dónde provienen esos contaminantes?

Las aguas son un reflejo de las actividades humanas ya que no existe ningún método mágico que haga que haga desaparecer por completo los compuestos sintéticos. Por ejemplo, es normal que si se utilizan plaguicidas en un entorno agrícola, tarde o temprano acaben apareciendo en las aguas. Del mismo modo, los fármacos, drogas de abuso, hormonas y filtros solares emergen en las aguas residuales urbanas porque muestran nuestros consumos. Esas aguas se depuran y se reutilizan o se vierten al cauce público. La sociedad se asusta cuando se informa del encuentro de antibióticos y cocaína en las aguas pero es lo relativamente normal. Como decía, hoy en día somos capaces de detectar concentraciones extremadamente bajas de contaminantes en muestras muy complejas y las depuradoras continuamente incorporan nuevos procesos para depurar también estos compuestos químicos que hasta ahora no se habían detectado.

Desde el instituto han desarrollado innovadores métodos para la detección de contaminantes, especialmente pesticidas.

El Instituto goza de una larga tradición en el campo de los pesticidas, ha sido nuestra seña de identidad durante años. Hemos trabajado ampliamente en el campo de la contaminación por pesticidas en aguas, en alimentos, incluso en personas que pueden estar expuestas a ellas, sobre todo agricultores. Parte de este trabajo se realiza desde el Laboratorio de Análisis de Residuos de Plaguicidas (LARP) que también dirijo.

Además de ser un grupo de investigación convencional, una sección del Instituto forma el LARP, que obtuvo en 2001 el Certificado de Cumplimiento de Buenas Prácticas de Laboratorio (BPL), algo totalmente inusual dentro de la Universidad española y que nos ha dado un cierto prestigio. Este riguroso sistema de calidad es una certificación muy difícil de conseguir, está internacionalmente reconocida y fuimos el primer laboratorio español de plaguicidas en conseguirlo. Además, fue todo un reto porque en el entorno universitario incorporar un laboratorio con este sistema de calidad era nuevo, no encajaba bien dentro de la universidad convencional y hemos tenido que echarle imaginación para llevarlo adelante. Gracias a este reconocimiento, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación nos designó Laboratorio de Referencia.

¿Qué implica este nombramiento?

Significa que la Entidad Nacional de Acreditación (ENAC) y el Ministerio nos autorizan para hacer estudios de productos fitosanitarios y de sus residuos cuya finalidad es establecer los límites legales máximos de residuos en alimentos. Son estudios que forman parte del proceso de autorización para registrar pesticidas antes de su salida al mercado. Estos estudios previos se exigen a cualquier país que quiera aprobar un nuevo plaguicida e incluyen además la certificación de que no es tóxico o que su toxicidad es aceptable, y que no perjudica el medio ambiente.

Ha habido muchos cambios en el uso de plaguicidas en los últimos años, habiéndose retirado más del 50% de los productos utilizados hasta hace una década y, en ocasiones, ciertos cultivos menores, pero importantes para España quedaban desprotegidos. De modo que realizamos paralelamente otros estudios promovidos por el Ministerio en cultivos que las empresas no han cubierto pero que, sin embargo, se consideran relevantes a nivel nacional.

¿Los plaguicidas antiguos se retiraron por su toxicidad?

No necesariamente. En 1991 se aprobó una directiva que establecía unas nuevas reglas de juego en el campo de los pesticidas. La nueva normativa era más rigurosa que la anterior y obligó a revisar toda la documentación de los casi mil pesticidas autorizados en Europa. Mucha de la información que existía sobre esos productos no era suficiente, sobre todo para aquellos registrados en los años setenta y ochenta cuando el nivel del conocimiento y de exigencia era mucho menor. En este proceso de revisión, muchas empresas han preferido que ciertas marcas se retiraran, en algunos casos por cuestiones de toxicidad, en otros por problemas de rentabilidad económica o de eficacia. Eran pesticidas que llevaban años en el mercado y que, en algunos casos, no se utilizaban mucho, por tanto, la inversión económica para hacer los estudios adicionales no compensaba.

Los productos que se han presentado desde entonces ya se ajustan a la nueva normativa. En este sentido, colaboramos intensamente con el sector privado. Nuestro cliente natural es el fabricante de productos fitosanitarios, principalmente multinacionales o asociaciones de empresas nacionales. De hecho, un consorcio de empresas nos ha elegido para participar en un proyecto europeo y nuestro laboratorio recibirá todas las muestras relacionadas con un nuevo plaguicida que tendrá validez en toda la UE.

La agricultura sostenible es un concepto cada vez más conocido pero, ¿percibe usted un cambio real en el campo?

Sí. El concepto tradicional de agricultura está en proceso de revisión. Actualmente, es habitual que los agricultores se asocien en cooperativas y que estas tengan titulados especializados en temas de pesticidas, contaminación, eficiencias y difundan la normativa entre sus socios. La tendencia es ir hacia a un modelo de agricultura sostenible que implica una menor utilización de productos químicos.

Ahora bien, el debate sobre si se puede mantener una agricultura completamente libre de agroquímicos, es complicado porque realmente hay ciertas climatologías que dificultan este tipo de agricultura. En la zona del Mediterráneo, por ejemplo, es habitual la proliferación de plagas y en ocasiones los medios naturales no son suficientes. Desde mi punto de vista, por tanto, el modelo idóneo sería uno intermedio que se conoce como producción integrada: se utilizan preferentemente medios naturales para combatir plagas y malas hierbas y, solamente en caso de necesidad, se recurre a agroquímicos. Es decir, cuando haya motivos que lo justifiquen. Antes se utilizaban de manera indiscriminada porque era lo más cómodo y rápido.

El cambio de mentalidad de los agricultores viene en parte impuesto por el mercado. El límite máximo de residuos en alimentos se convierte en una auténtica barrera comercial muchas veces porque según el mercado al que vayan dirigidos los productos, estos han de cumplir una legislación u otra al no estar unificada a nivel internacional. Por ello, a veces el agricultor se ve obligado a producir a la carta en cuanto al uso de agroquímicos. Afortunadamente, desde hace una década en Europa existe una normativa común en cuanto a niveles máximos permitidos, gracias en parte a los estudios BPL que hacemos nosotros y otras entidades en los diferentes países y que son reconocidos por toda la Unión Europea.

Además de plaguicidas, ¿qué otros temas estudian en el Instituto?

El Instituto se crea con el nombre de Plaguicidas y Aguas porque son las dos líneas iniciales: se unifican en el Instituto un grupo de química analítica conocido principalmente por nuestros estudios en el campo de los plaguicidas, y otro grupo de hidrogeólogos que trabajaba en temas de agua. Posteriormente, hemos ido ampliando nuestro campo de trabajo y actualmente abarcamos todo tipo de contaminantes orgánicos en muestras ambientales y en aguas alimentarias. Esto es posible gracias a que la metodología analítica que utilizamos para hacer los análisis es válida tanto para un fármaco, un pesticida o para los controles antidopaje.

Nos dedicamos en resumen al desarrollo de nuevas metodologías analíticas en campos complicados utilizando tecnología basada en acoplamientos cromatografía-espectrometría de masas. Con estas técnicas trabajamos en una línea ambiental (contaminación de aguas y de suelos) y otra de seguridad alimentaria (residuos de pesticidas, antibióticos, drogas de uso veterinario y micotoxinas). En este sentido, participamos en un proyecto importante para la Conselleria de Sanidad que consiste en un estudio de la dieta total que se consume en la Comunitat Valenciana y donde analizamos los contaminantes que entran a través de la ingesta. Desde el Instituto cubrimos la parte del estudio de micotoxinas en alimentos, un grupo de compuestos tóxicos producidos por hongos que crecen en alimentos mal conservados.

Además de esas dos líneas principales, abordamos el campo de la acuicultura marina, en concreto en lo relativo a la presencia de contaminantes en peces cultivados en piscifactorías, principalmente la dorada y la lubina, y en los piensos para peces. También colaboramos con otros laboratorios en el tema del antidopaje. Todo eso sin olvidar la línea puramente de hidrogeología que está en manos del doctor Ignacio Morell.

A nivel personal, ¿cuáles son sus inquietudes?

En contra de lo que se cree, cuando se hacen análisis de muestras en los laboratorios, no se buscan todos los contaminantes posibles, sino que los técnicos se centran en la búsqueda de unos pocos compuestos, aquellos que son recogidos en la legislación. Es lo que se conoce como target análisis. Este es el método habitual de trabajar en todos los laboratorios del mundo. Sin embargo, puede haber potencialmente cientos, incluso miles, de contaminantes en una muestra ambiental o en un alimento. Es decir, no existen métodos universales de análisis y se pueden pasar por alto otros parámetros que no se han buscado.

Esto es algo que me preocupa desde hace tiempo. Por ello, desarrollamos en el Instituto métodos novedosos de screening o barrido de cientos de contaminantes en aguas o alimentos combinando para ello técnicas analíticas muy poderosas. Trabajamos en lo que sería el ideal de la química analítica: un screening universal, que nos aproximaría a ese objetivo de analizar todo lo que podría contener una muestra. La filosofía es: en vez de limitarnos a sesenta o cien compuestos prioritarios, busquemos cientos o incluso miles y posteriormente si estas detecciones son relevantes podremos hacer un segundo análisis para cuantificar esos niveles.

Además de la colaboración con el Ministerio de Agricultura, como laboratorio de referencia, en el campo de la administración autonómica, me gustaría destacar la colaboración periodica con laboratorios de salud pública muy relevantes del país, como son los de Valencia y Barcelona. Dichos laboratorios habitualmente hacen los controles de contaminantes en alimentos y aguas en España, es decir, son los que aseguran que los alimentos que importamos y producimos están en condiciones y cumplen la legislación vigente. Sin embargo, se enfrentan a retos complicados, como es el solucionar los continuos problemas que aparecen en el campo de la seguridad alimentaria porque les absorbe el trabajo diario, de modo que solicitan nuestra colaboración. Es el caso reciente de la alerta sanitaria mundial de la melamina en productos lácteos procedentes de China. Los laboratorios españoles no tenían disponible la metodología analítica necesaria porque no se trataba de un componente habitual en estos productos. Cuando surgen alertas sanitarias de este estilo, que requieren una repuesta analítica inmediata, contactan con nosotros para que les pongamos a punto y a contrarreloj metodologías nuevas para hacer estos controles. Una vez desarrollada, les transferimos la metodología para que ellos realicen sus análisis de rutina.

Fuente: RUVID
Derechos: Creative Commons
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