Es un referente mundial de la Antropología Social, y sus campos de investigación incluyen temas como Papúa Nueva Guinea, el feminismo, las tecnologías reproductivas o la propiedad intelectual. Marilyn Strathern ha sido nombrada doctora honoris causa por la UPV/EHU, en una ceremonia que ha tenido como anfitriona a Teresa del Valle.
Acaba de ser nombrada doctora honoris causa por la UPV/EHU, pero, de hecho, no es la primera vez que recibe una mención así. ¿Hay alguna de la que se sienta especialmente orgullosa?
Estoy muy orgullosa de esta que acabo de recibir, y estaba muy intrigada, porque nunca antes había presenciado esta forma ceremonial en concreto. No solo por la entrega de objetos muy simbólicos, sino porque me han cantado una canción y me han bailado una danza. Ha sido muy especial. Pero si tuviera que recalcar alguna otra, elegiría el nombramiento honoris causa que recibí de la Universidad de Papua Niugini.
Ha investigado sobre temas que son, aparentemente, muy diferentes entre sí. ¿Todo tiene un vínculo?
Es que al estar en un lugar como Papua Niugini te vuelves muy consciente de que el idioma que estás utilizando para describir a esa gente no fue creado para describirlos. Entonces, vi como algo lógico empezar a interesarme específicamente por mi propio origen. Me fui de Papua Niugini a mediados de los 70, y después volví al Reino Unido. En aquellos tiempos, la gente había empezado a hablar de repente sobre temas de parentesco. En Inglaterra, la tendencia es proteger los asuntos familiares de la vida pública, pero fue el desarrollo de la fecundación in vitro lo que llevó el tema de los parentescos a primera plana. Súbitamente, la gente comenzó a hacer preguntas del tipo: ¿Qué es una madre de verdad? ¿Qué es natural? Entonces me di cuenta de que esta gente estaba tratando de hacer antropología, y este fue el vínculo que me hizo volver a reflexionar sobre estos asuntos.
Es fascinante que Papúa Nueva Guinea fuese su punto de partida, y que al final llegase hasta las tecnologías reproductivas. Es un largo recorrido.
¡Pero es que además es un viaje de ida y vuelta! Mediante las nuevas tecnologías reproductivas, me introduje en la temática de la propiedad intelectual. En Estados Unidos hubo un caso de una madre de alquiler que tuvo una gran repercusión: la madre que dio a luz al bebé quería quedarse con él. Uno de los abogados de la defensa argumentó que la pareja que quería tener el bebé lo había concebido mentalmente. Utilizó un argumento proveniente de la ley de propiedad intelectual; es decir, que el autor de la expresión de una idea es el autor de dicha idea. Fue la primera vez que reflexioné sobre la propiedad intelectual. Y resulta que esto ocurrió justo cuando la Organización Mundial del Comercio empezó a mostrar un gran interés en asegurarse de que los países en vías de desarrollo establecían normativas sobre la propiedad intelectual, ya que esto suponía proteger la tecnología proveniente de los países desarrollados. Pero al introducir la idea de la propiedad intelectual, la gente empezó a preguntarse cosas como: si uno puede proteger el hecho de expresar una idea, ¿puede también proteger las expresiones culturales? Emergió un debate muy interesante que incluía a Papua Niugini, con lo que actualicé mi investigación.
Ha redactado varios libros sobre las diferencias entre el mundo occidental y Melanesia, ¿pero acaso no nos estamos volviendo más uniformes desde que comenzó la globalización?
En cierto modo, ahora todo está conectado. Pero, por ejemplo, esa gente todavía se preocupa por hacer una cosa que nunca se nos ocurriría hacer en Inglaterra: valerse de la transacción de bienes materiales para expresar una relación personal cercana. En Papua Niugini, cuando alguien muere, una de las cosas que hay que hacer en el funeral implica que aquellos que van a mostrar su duelo deben dar y recibir dinero en varias etapas del funeral.
¿Cómo es la familia, en comparación al concepto que nosotros tenemos de ella?
Nosotros solemos pensar que la familia es un círculo íntimo. Así que esta unidad (simbolizada por la gran importancia que le damos a la celebración de la boda) es aún un elemento clave, independientemente de lo fragmentadas que están las familias hoy en día. En Papua Niugini, la familia está dividida desde su mismo corazón. El marido y la mujer siguen teniendo identidades sociales separadas. En el área donde yo viví, el marido está perpetuamente en deuda con los parientes de su mujer, y tiene que pagar no solo cuando se casa, sino cuando nacen los niños. La relación entre ellos no es de unidad. De hecho, su vínculo puede ser muy fuerte, pero siempre existirá esta división social entre el marido y la mujer. Es una configuración completamente diferente.
Volviendo a las tecnologías reproductivas, ¿están cambiando nuestra forma de ver el mundo?
Todo el mundo pensó que iba a transformar la forma en la que entendemos la naturaleza y la cultura. Pero lo que ha pasado de verdad es que hemos domesticado las tecnologías, y las hemos introducido en la vida reproductiva familiar. Ahora casi todo el mundo da por hecho que esta es, efectivamente, una posibilidad. Además, el poder tener hijos por estas vías supone que esas otras familias (parejas del mismo sexo, padres solteros…) también pueden plantearse tener descendencia. Consideran la idea de la familia como su modelo; la familia tradicional sigue siendo el modelo a seguir. Lo que tenemos aquí es una noción cultural imperecedera sobre los padres, los hijos y la vida familiar. Pero las formas sociales son enormemente diversas.