No es sólo una crisis económica, sino de valores. Un aviso sobre la necesidad de replantear nuestra relación con el entorno. Y una oportunidad para el cambio, para que la sociedad civil vuelva a tomar el protagonismo que le corresponde. Lo dice, cordial pero tajante, Luis Miguel Domínguez, naturalista, director de la productora de documentales Avatar Producciones y presentador de numerosos programas sobre medio ambiente en radio y televisión.
Domínguez ha sido uno de los ponentes invitados al ciclo de cine documental “Planeta Tierra”, organizado por la Unidad de Cultura Científica de la Universidad de La Rioja, en colaboración con la Fundación Española para la Ciencia y Tecnología (FECYT) y el cineclub Elarrebato.
El ciclo, celebrado a lo largo del último mes en Logroño, ha consistido en la proyección de cuatro películas documentales (“Tierra”, “Paisajes transformados”, “La pesadilla de Darwin” y “Baraka”) y un coloquio posterior entre los asistentes, expertos en materia audiovisual e investigadores de la Universidad de La Rioja. En las cuatro sesiones celebradas el público ha llenado las salas de cine.
Para que luego digan que el cine documental es minoritario...
Es que son dos niveles de percepción de esa realidad: el de la industria y los canales de televisión, por un lado, y la del público, por otro. Y el público está huérfano, demanda este producto, pero son los directivos de las cadenas los que tienen una especie de miedo cerval. Los documentales siempre funcionan, siempre que sean buenos, entretenidos, con una idea generalista que interese a todos y estén desarrollados con respeto.
Entonces, ¿por qué tienen ese miedo los encargados de decidir la programación en televisión?
Quizá porque estamos rodeados de psicópatas. El mundo de la tele está muy pendiente del minuto a minuto, sin darse cuenta de que hay una hemorragia gravísima, que es el porcentaje enorme de gente que está dejando de ver televisión. La gente está harta de lo que está viendo en la tele.
El documental obliga a hacer un tipo de televisión que no quieren hacer: a cámara lenta, hecha a mano, con unos tiempos y unos ritmos muy distintos a los del producto de entretenimiento más común. Pero es también un producto no perecedero, que estará vivo muchos años, si está bien hecho.
Existe entonces una demanda real de programas documentales, ¿hay también una oferta adecuada, empresas españolas que ofrezcan buenos productos?
Contamos con varias productoras que demuestran saber hacer este trabajo. Pero sobre todo tenemos una historia y una tradición. El ejemplo más claro es el de Félix Rodríguez de la Fuente. En los años 70 España ganó muchos premios internacionales con documentales de naturaleza, por la calidad del trabajo que se hacía aquí. Pero todo esto se ha esfumado por obra de aquellos que, con un mayor número de canales, han decidido seguir haciendo la misma tele todos.
¿No hay diferencias entre cadenas públicas y privadas?
Yo no la veo. La televisión pública aporta los documentales de la 2, pero son algo que se compra sin criterio, al peso, algo muy distinto a producir documentales. Otra cosa es que una televisión pública tenga una estrategia clara de hacer un tipo de producto “ad hoc”, un producto que demande nuestra sociedad. Mucha gente está harta ya de ver leones persiguiendo gacelas. Están pervirtiendo el género.
Y ahora, además, con la crisis parece más difícil que se invierta en esta materia...
Esto más que una crisis es otra cosa; es como cuando te estás cayendo por un barranco, atado a una cuerda, y cuando llegas al final de la cuerda pega un tirón, justo antes de chocarte contra el suelo, a un palmo del suelo. Te está avisando, te está dando una oportunidad.
Yo creo que esta crisis viene en un momento estupendo, de cambio mundial. Un momento impresionante en el que la sociedad deberá mirarse por dentro y desarrollar unas estrategias diferentes a las que había. Esta crisis es también una buena oportunidad para parar. Tiene que haber una sociedad que no lo lleve todo al territorio monetario, financiero, que vea que hay una crisis de valores y, por supuesto, en materia ambiental.
¿Y cómo podemos aprovechar esta oportunidad para replantearnos nuestra relación con el entorno?
El ciudadano tiene que decirle a la clase política “oiga, estas cuestiones no se tocan, con esto no se juega”. Obligarles a ponerse las pilas y, por supuesto, dar paso a los que saben. Que dejen que hablen los que saben en materia energética, ambiental, etc.
Y la gente tenemos que pasar de la “C” de consumidor a la “C” de ciudadano. Yo creo en la sociedad civil y cuando la gente ve peligrar su casa, tengo la sensación de que se producirá una vuelta de tuerca. Hay que responsabilizarse y disfrutar de vivir, pero cambiando el modelo de consumo y de desarrollo, porque el modelo que nos hemos impuesto ha tocado techo.