La judía de El Barco de Ávila es una de las joyas de la gastronomía abulense, reconocida por ello con una Denominación de Origen. Ahora, un grupo de profesores de la Universidad Católica de Ávila, encabezados por el entomólogo Guillermo Pérez Andueza y con la colaboración del Consejo Regulador de la Indicación Geográfica Protegida ‘Judías de El Barco’ y la Cooperativa Campesina Tormes, estudian sus características.
En concrento, han centrado sus estudios en tres líneas diferenciadas:“en primer lugar quisimos definir las principales plagas y enfermedades que la afectan, ver su incidencia y diseñar un sistema de autocontrol”, explica Pérez Andueza. “Se trata de mantener un cultivo sano, vital”, apunta. Y es que, aunque reconozca que a veces sí que es necesario recurrir a los productos químicos, considera que con estas medidas se puede hacer frente a los principales enemigos de la judía que están, en primer lugar, en la familia de los hongos. “El fusarium, el hongo del suelo, infecta las raíces”, comenta.
Pero Pérez Andueza habla tambien de la grasa de la judía, una bacteria muy perjudicial para estos cultivos, o de las enfermedades víricas, proyecto en el que se encuentran embarcados este año. “Las judías tienen dos virosis importantes y se las transmiten los insectos”, explica el profesor, que se refiere a unas cigarrillas de las que todavía desconocen la especie, a los pulgones, más controlados, y la araña roja, un ácaro muy presente en la zona de estudio y que suele aparecer por el mal manejo de las malas hierbas.
Y otra de las ‘patas’ de este estudio se centra en el análisis físico-químico, que busca caracterizar a la judía. “Queremos ver si existen muchas diferencias entre nuestra judía y el resto de españolas o extranjeras”, avanza, y subraya que ya han descubierto que “no pueden decir que las características químicas sean diferentes”.
Variabilidad
Uno de los principales problemas a los que tienen que hacer frente los agricultores de la zona de El Barco de Ávila y que más preocupa a los investigadores abulenses es la pérdida de la calidad genética de esta legumbre, que la hace perder sus cualidades autóctonas. “Actualmente hay mucha mezcla de variedades, por eso sería importante la certificación de las semillas y su estudio desde el punto de vista genético, para dejar bien asentadas sus cualidades agronómicas”, argumenta Pérez Andueza. “Ya hemos hecho estudios agronómicos para ver la homogeneidad de las variedades cultivadas”, y señala que existe mucha variabilidad, algo que se aprecia cuando en una parcela plantada con la misma clase de semilla se obtiene plantas de distintas alturas o número de vainas.