Rosetta llega al cometa 67P

Después de una década persiguiendo su objetivo, la sonda Rosetta de la Agencia Espacial Europea (ESA) se acaba de convertir en la primera nave espacial que se encuentra con un cometa: 67P/Churyumov-Gerasimenko. La compleja maniobra de entrada en órbita ha ocurrido esta mañana cuando los dos objetos estaban a unos 100 km de distancia. Ahora viajan juntos a casi 55.000 km/h entre las órbitas de Júpiter y Marte.

El cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko visto por Rosetta. Foto: ESA/Rosetta/MPS for OSIRIS Team et al.

Después de una década persiguiendo su objetivo, la sonda Rosetta de la Agencia Espacial Europea (ESA) se acaba de convertir en la primera nave espacial que se encuentra con un cometa: 67P/Churyumov-Gerasimenko. La compleja maniobra de entrada en órbita ha ocurrido esta mañana cuando los dos objetos estaban a unos 100 km de distancia. Ahora viajan juntos a casi 55.000 km/h entre las órbitas de Júpiter y Marte.

Con una resolución espacial de 5,5 metros por píxel, esta imagen reciente del cometa muestra con un detalle único una superficie extremadamente compleja, con multitud de estructuras con bordes afilados, precipicios y otras regiones que parecen lisas. Los científicos creen que la actividad del cometa desarrollada en sus viajes por el sistema solar interior ha originado estas extrañas estructuras.

Tras recorrer casi 6.400 millones de kilómetros a través del sistema solar, la sonda Rosetta ha completado hoy con éxito una de sus maniobras clave y ya se encuentra en órbita en torno a su objetivo, el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko. La misión permitirá, por primera vez, observar in situ cómo un núcleo cometario despliega su actividad y desarrolla la coma y las colas que aportan a los cometas su aspecto característico.

Rosetta, gestada en los años ochenta del siglo pasado y aprobada por la Agencia Espacial Europea (ESA) en 1993, constituye todo un desafío científico y tecnológico. El viaje de la nave comenzó el 2 de marzo de 2004, cuando despegó desde el Puerto Espacial Europeo en Kourou, en la Guayana Francesa. Desde entonces ha dado cinco vueltas en torno al Sol y ha realizado tres maniobras de asistencia gravitatoria con la Tierra y una con Marte para ganar velocidad y alcanzar una órbita similar a la del cometa 67P.

Los científicos analizarán si las dos partes del cometa fueron cuerpos individuales o son fruto de la erosión

Ahora, la maniobra de entrada en órbita ha requerido igualar la velocidad de la nave y la del cometa, que se mueve a unos 55.000 km/h. Rosetta ha dibujado tres arcos a una distancia de unos 100 km del cometa y otros tres a unos 50 km, lo que ha ido acercando la nave a la distancia unos 30 km en la que la gravedad del cometa es suficiente para mantener la nave en órbita. Actualmente se encuentran a medio camino entre las órbitas de Júpiter y Marte.

La forma del cometa 67P, que en observaciones preliminares desde Tierra parecía similar a un balón de rugby, ha constituido una sorpresa mayúscula para los científicos. Las imágenes tomadas por la cámara OSIRIS el pasado 14 de julio desde una distancia de unos 12.000 km mostraron un aspecto nunca visto en un cometa. 67P muestra dos regiones diferenciadas y, según la orientación, su forma recuerda a la de un patito de goma.

En los próximos meses los científicos esperan determinar las propiedades físicas y mineralógicas del cometa, lo que ayudará a decidir si las dos partes del cometa eran antes dos cuerpos individuales o si la peculiar forma se debe a un proceso de erosión.

La maniobra de hoy constituye un hito en la exploración espacial, pero no será el único que bridará Rosetta: además de mantenerse en órbita en torno a 67P y acompañarlo en su viaje hacia las regiones internas del sistema solar, la nave liberará un módulo robótico que se posará sobre el núcleo del cometa y se anclará a él para estudiarlo. Rosetta, además, es la primera misión que alcanza la órbita de Júpiter empleando paneles solares como principal fuente de energía.

La nave liberará un módulo robótico que se anclára sobre el cometa para estudiarlo

"Pensar que uno estuvo trabajando con algo, que lo tuvo entre sus manos, y que ha llegado a la órbita de Júpiter, ha despertado tras más de 30 meses de la hibernación y está acompañando a un cometa en su órbita hacia el Sol es verdaderamente gratificante", señala Luisa María Lara, investigadora del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) que participa en la misión y trabajó en la calibración de la cámara OSIRIS a bordo de Rosetta.

"Los cometas pueden ayudarnos a responder preguntas fundamentales sobre la formación del sistema solar, la procedencia del agua terrestre e incluso sobre el aporte de moléculas prebióticas a nuestro planeta –añade–. Pero debíamos despejar muchas incógnitas sobre, por ejemplo, la densidad, composición o estructura interna de estos objetos, y solo podíamos hacerlo visitando uno".

Detalle de una región del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko. La imagen, tomada por Rosetta desde una distancia de 130 km, muestra claramente rocas, cráteres y acantilados. / ESA

Una de estas incógnitas reside en comprender los mecanismos que convierten los núcleos cometarios, en ocasiones denominados bolas de nieve sucias, en 'estrellas con cabellera', como las llamaron los griegos. Este fenómeno se conoce como actividad cometaria y se produce cuando los cometas se acercan al Sol, sus hielos subliman y se libera el polvo.

Participación española

Rosetta es una misión de la ESA con participación de sus países miembros y de la NASA. Diversas instituciones y empresas europeas con centros en España, como Airbus, GMV y Sener, han tomado parte en su desarrollo. El Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) participa en dos de los once instrumentos que forman la dotación científica de la nave: OSIRIS y GIADA.

El primero comprende dos cámaras de alta resolución (una de campo estrecho y otra de campo ancho) que estudiarán, respectivamente, el núcleo del cometa y el gas y polvo que lo rodean. Proporcionará una completa historia tanto de la estructura del núcleo como de los cambios en la superficie y su evolución desde el comienzo de la actividad. OSIRIS ha sido desarrollado por un consorcio internacional formado por institutos y laboratorios de seis países, entre los que se encuentran tres españoles: el IAA, el INTA y la Universidad Politécnica de Madrid.

Por su parte, GIADA, el único instrumento de la misión dedicado al estudio de las características del polvo, dispone de tres tipos de sensores que medirán la masa, velocidad, momento y flujo de las partículas de polvo, datos de primera importancia en la física de los cometas. El IAA forma parte del consorcio GIADA –constituido por cuatro centros de investigación europeos– como responsable de la electrónica, que incluye aspectos como la gestión de datos y el software de vuelo durante todas las fases del programa.

Fuente: Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC)
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