La emisión de gases de efecto invernadero y su influencia en el cambio climático ha pasado a ser a una prioridad a nivel mundial. Mientras que en Noruega hace más de diez años que se aplica la captura de CO2 y su almacenamiento a gran profundidad, ayer se anunció en Bruselas que la Comisión Europea financiará un proyecto español para la captura y almacenamiento geológico de CO2 en León. De forma paralela, el desarrollo de nuevas tecnologías basadas en el aprovechamiento del CO2 para producir combustibles líquidos o policarbonatos con catalizadores abre nuevas vías hacia procesos más favorables para el medio ambiente.
El informe de Naciones Unidas de 2009 cifra en más de 28.000 millones de toneladas métricas el nivel de emisiones mundiales de CO2 en 2006, un incremento del 31% respecto a 1990. Hasta ahora el procedimiento general ha sido el más sencillo y económico: su liberación a la atmósfera. El resultado, cada vez son menos quienes dudan de los efectos devastadores que esto puede conllevar para nuestro planeta.
Hace algunos años ya que se captura y almacena CO2, aunque el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) mantiene reservas sobre si es un proceso estable. En cualquier caso, parece que el proceso no es aún rentable debido al escaso mercado, y a la espera de decisiones políticas al respecto. Mientras tanto, en la costa occidental de Noruega se trabaja en la construcción de una planta donde hasta el 90% de los gases de combustión de gas natural y carbón podrán ser capturados y almacenados en 2011. La captura se ensayará en Mongstad por tres métodos diferentes. El primer método se basará en la filtración del gas y su asociación con aminas, las cuales se recircularán constantemente. El segundo método utilizará amoníaco y requerirá de menos coste energético. El tercer está aún por decidir.
En el país nórdico se inyectan anualmente en el subsuelo unas 700.000 toneladas de CO2. El proyecto noruego no es un caso aislado y otros grandes proyectos relacionados con la captura, transporte y almacenamiento de CO2 están en marcha en Estados Unidos, Canadá y Algeria.
También España se suma a la lista de países que apuestan por la captura y almacenamiento geológico de CO2. La Comisión Europea ha comunicado que aportará 180 millones euros para financiar en España el desarrollo de esta tecnología. En la primera fase del proyecto se construirá una planta piloto en Compostilla (León) y un almacenamiento subterráneo en Burgos.
Si el almacenamiento subterráneo de CO2 puede suponer una gran ayuda a medio plazo en la lucha contra el calentamiento global, la cuestión del aprovechamiento del CO2 se presenta como un tema aún más fascinante. Esto sería posible por procesos fotoquímicos, es decir, a través de la luz solar, hablamos pues de fotosíntesis artificial.
Éste es el objeto de investigación de diversos grupos en todo el mundo (A. J. Morris, ACR, 2009). Aunque la reducción de CO2 a CO2- es un proceso termodinámicamente desfavorable, este problema se puede subsanar con catalizadores metálicos que proponen rutas químicas más favorables. Gracias a esto es posible producir combustibles líquidos a partir de CO2, por ejemplo, metanol.
Por otro lado, científicos japoneses y alemanes (Fujita and Leitner) han desarrollado de forma paralela un método para producir policarbonatos, uno de los materiales más utilizados hoy en día, a partir de CO2.
Los efectos generados por la emisión de CO2 suponen un tema grave y complejo y hasta el momento las medidas para paliarlo se han basado en intentar reducir los niveles de emisiones. Sin embargo, parece poco realista que las promesas y pactos firmados se vayan a cumplir a corto plazo. Por tanto, el desarrollo de tecnologías para el almacenamiento y aprovechamiento de el gas podrían desempeñar un papel determinante en la lucha contra el cambio climático.
Guillermo Orts Gil es Doctor en química física por la Universidad Técnica de Berlin (TUB). Realizó la Licenciatura en ciencias químicas en la Universidad de Barcelona (UB). Sus especialidades son la química física y la química analítica. Ha sido miembro del Stranski Laboratorium de la Universidad Técnica de Berlin y en la actualidad es investigador en el BAM (Federal Institute for Material Research and Testing).