A finales de octubre se cumplió una década de la Misión Cervantes, una operación espacial con financiación española que permitió al astronauta Pedro Duque volar por segunda y, de momento última vez, al espacio. Actualmente Duque dirige uno de los centros de control de operaciones de la Estación Espacial Internacional en Múnich.
Un objeto caído del cielo reposa, a primera hora de la mañana, sobre la estepa kazaja cerca de la localidad de Arkalyk. Hacia él se dirige un nutrido grupo de militares y científicos de la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Federal Rusa. El objeto, un módulo de comando de la nave Soyuz TMA-2 utilizado para reemplazar a la tripulación permanente de la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés), abre sus puertas.
Embutido aún en el traje de faena y sonriente, Pedro Duque sale de la nave. Tras ocho días en el espacio ha vuelto a la Tierra con la satisfacción del deber cumplido. “Esta fue la segunda vez que volé al espacio, y de momento la última”, explica a SINC el astronauta español un decenio después de aquel aterrizaje. “La primera fue en 1998 en el transbordador espacial Discovery”, rememora.
La Misión Cervantes, enmarcada dentro del programa de sustitución de las “naves salvavidas” que posee la ISS, fue una operación organizada por la ESA y financiada por el Ministerio de Ciencia y Tecnología. “Este fue de los motivos por los que voló al espacio un español. Otros países financiaron otras misiones”, aclara el astronauta.
Durante los ocho días que Pedro Duque vivió en más allá de la atmósfera, la tripulación desarrolló un completo programa de experimentos científicos en áreas como ciencias de la vida, física, observación de la Tierra, educación y nuevas tecnologías.
“En aquellos momentos estábamos desarrollando la idea de crear programas educativos y la misión Cervantes fue la primera en la que se hicieron experimentos complementarios con esta orientación didáctica, imposibles de hacer con gravedad”, explica.
“Fueron experimentos sobre mecánica de sólidos basados en las leyes básicas de Newton. En uno de ellos usamos una serie de esferas del mismo diámetro pero diferente masa a las que sometimos a una fuerza y observamos distintas aceleraciones, las colisiones entre las esferas y sus trayectorias”, describe Duque.
Instalación europea
Pero la Cervantes tenía además unos objetivos esenciales en la investigación espacial europea. Para la ESA, en aquel momento, era fundamental que los astronautas se familiarizaran con la ISS.
“Se aprovechaban esos días de intercambio de las naves Soyuz para tener una primera oportunidad de hacer ciencia en el espacio antes de que los europeos fuéramos socios de pleno derecho de la ISS”, indica Duque. La instalación del módulo Columbus, construido por la ESA, fue el acontecimiento que oficializó este derecho en 2008.
“En la Cervantes fuimos preparando los procesos y estructuras europeas para tenerlos listos cuando la ISS estuviera a nuestra disposición”, explica en relación con las tareas que llevó a cabo la tripulación en aquellos días.
Ahora, diez años después, aunque no ha vuelto al espacio, Pedro Duque continúa trabajando en investigación y operaciones. Tras una excedencia de cinco años, durante la que participó en la puesta en órbita el primer satélite español de observación de la Tierra el Deimos 1 en 2009, volvió a la ESA en 2011.
Jefe de operaciones
De momento, no tiene programado ningún vuelo espacial, pero su relación con el espacio no ha terminado. “Actualmente me encuentro dirigiendo la oficina de operaciones de vuelo en el centro de control que la ESA tiene en Múnich, Alemania”.
Esta instalación es uno de los cuatro centros en el mundo que vigilan la ISS. Los otros tres se encuentran en Houston (EE UU), Moscú (Rusia), y Tokio (Japón).
“Cada uno de estos centros aporta una serie de actividades a realizar con la tripulación de la estación, que se ponen en común y conforman el plan de los astronautas. Además tenemos la obligación de llevar a cabo todas las preparaciones y, si es necesario, contestar a las preguntas de la tripulación y organizar los telecomandos del módulo europeo Columbus”, comenta.
“Todos estos protocolos y la necesidad de precisión son lo mío, siempre he trabajado en operaciones”, dice Duque, quien añade que la oportunidad de dirigir un centro como el de Múnich es una experiencia que añade un plus a su trabajo: “Me permite permanecer completamente ligado las operaciones del espacio durante los años que estoy esperando si tengo un vuelo espacial o no”, destaca el astronauta.