“El periodismo es un oficio de hermanas mayores que han ido abriendo las puertas para las que llegaron detrás”, explica Inés García Albi, autora del libro Nosotras que contamos. En épocas de ebullición informativa, como la Segunda República y la Transición, las mujeres demostraron que podían contar lo que estaba ocurriendo tan bien como los hombres. Las periodistas españolas que reivindican hoy la igualdad en el trabajo siguen los pasos de aquellas pioneras del oficio. Para ello han aprovechado una formación superior a la de sus compañeros y una capacidad de innovar y crear géneros nuevos.
Para cerrar la brecha salarial y de acceso a puestos de responsabilidad que las separa de sus compañeros, las mujeres periodistas han desarrollado a lo largo de la historia dos estrategias principales: formación e innovación. Es así a día de hoy, según el estudio Mujeres periodistas en España: análisis de las características sociodemográficas y de la brecha de género, desarrollado por científicos españoles y alemanes, y lo ha sido siempre.
Según ese estudio el 75% de los cargos de responsabilidad de los medios españoles están ocupados por hombres, mientras que el 85% de los puestos en los que se cobra menos de 1.000 euros al mes los desempeñan mujeres.
Y sin embargo, ellas han superado con más frecuencia la mera titulación de grado o licenciatura universitaria, llegando al nivel de máster o doctorado, y están más formadas en la temática específica de su profesión. “Entre ellos abunda más el intrusismo y los niveles académicos son más bajos, prueba de que cuentan con otras ventajas competitivas”, explica a Sinc Roberto de Miguel, investigador de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y uno de los autores del estudio.
También recurren más a la innovación. “Desde siempre las mujeres han sabido crear o adaptar nuevos nichos de información en los que los hombres aún no se habían hecho presentes”, explica De Miguel, que ve similitudes entre las crónicas que Emilia Pardo Bazán importó de sus viajes y el fenómeno blog e incluso el de las influencers, en el que las mujeres también fueron pioneras. “Se apoderaron de esos nuevos formatos para emponderarse como comunicadoras”.
La mención a Pardo Bazán no es casual. Ella y Carmen de Burgos 'Colombine' están consideradas las dos antecesoras de las periodistas españolas. Ambas de clase alta, formadas y viajadas, vivieron de su escritura, que se publicó en los periódicos de su época entre finales del siglo XIX y principios del XX. Trataban temas tradicionalmente femeninos, como las costumbres o la educación, pero siempre con sutiles críticas sociales y de defensa de los intereses y la educación de las mujeres.
La escritora y periodista Inés García-Albi, autora del documental y el libro Nosotras que contamos: mujeres periodistas en España, las considera el caldo de cultivo del que brotó la primera época dorada para el periodismo femenino en España: los años de la Segunda República. “Fue una época de cambios y de mucha actividad política. La sociedad quería saber qué estaba pasando y las mujeres demostraron que sabían contarlo”.
Menciona como ejemplo a Josefina Carabías, considerada la primera mujer que ejerció el periodismo en España tal y como lo entendemos hoy: en una redacción, codo con codo con sus compañeros, peleando por la información y haciendo crónica parlamentaria. “Era una mujer muy lista y con sentido del humor que sabía manejarse en su ambiente. Algunas de sus crónicas, sobre todo las que envío desde Estados Unidos, parecían muy claras e inocentes pero si las lees con atención detectas que ella también hablaba sutilmente del machismo”.
La Guerra Civil y el franquismo frustraron todo lo conseguido hasta el momento, pero las mujeres siguieron incorporándose a las redacciones con cuentagotas.
Hubo que esperar a la Transición para que las mujeres viviesen otro momento de ebullición periodística. De nuevo, había mucho que contar y ellas sabían hacerlo. “Llegaron a las redacciones en masa, tocando todos los temas: las secciones tradicionalmente masculinas como política y economía ya no tenían barreras para ellas”. Es la época de Soledad Álvarez-Coto, Soledad Gallego Díaz, Ángeles García...
“El periodismo es un oficio de hermanas mayores: ellas abrieron las puertas para las que llegaron detrás”, explica García-Albi, que habla con respeto de estas mujeres tozudas y vitales que se empeñaron en que lo que había sido hasta entonces un territorio de hombres ya no lo fuera más.
Claro que tampoco es aún un territorio de mujeres, ni siquiera un territorio paritario. Recordamos las cifras con las que comenzaba este texto: las mujeres son legión en los puestos más precarios y escasas en los de responsabilidad. Eso no solo perjudica a las propias periodistas, sino que modela una información sesgada, en la que los temas que tradicionalmente han preocupado más a las mujeres se ven relegados o marginados, mientras que los asignados al interés masculino tienen un espacio privilegiado.
El informe del Proyecto de Monitoreo Global de Medios 2015, que se realiza cada cinco años con el apoyo de ONU Mujeres, sirve para reconocer el camino avanzado hasta ahora. Según sus datos, en 2015 el porcentaje de mujeres en la prensa española era del 44%, frente al 34% de 2010.
Pero no todos los datos invitan al optimismo: solo el 30% de las personas en los medios digitales son mujeres, así como el 42% de los usuarios de Twitter, otro canal habitual de comunicación y difusión de la información.
El periodismo no solamente tiene una brecha de género en sus trabajadoras, también entre sus protagonistas, a las que mantiene bajo un techo de papel: según otro estudio de 2015 realizado en Estados Unidos, cinco de cada seis nombres que aparecen en la prensa son masculinos.
Cuando aparecen en la prensa, lo hacen sobre todo como fuentes de opinión popular (43%) o fuentes de experiencia personal (37%) y muy pocas veces como expertas (9%). “Cuando son los propios medios o productoras los que deben escoger a un experto en las noticias, estos invisibilizan a las mujeres como fuentes expertas y comentaristas”, concluye el informe.
Un análisis publicado en 2016 en la revista PLOS One recogió más de 2 millones de artículos publicados durante seis meses en más de 950 medios. Extrajeron los nombres y las imágenes de rostros que aparecían en esas piezas y descubrieron que la presencia masculina era abrumadora: desde un 69,5% en temas de entretenimiento hasta un 91,5% en deportes. En general, la probabilidad de que cualquier mención en un texto correspondiera a un hombre era del 77%, cifra que se situaba en el 69% para las imágenes. Solo en los temas de moda el porcentaje de mujeres representadas era mayor. Los autores concluían que a las mujeres se las mira mucho más de lo que se las escucha.
En España la presencia femenina en las informaciones también es escasa y sesgada. Según el ya mencionado Proyecto de Monitoreo Global de Medios, el 91% de los expertos y el 82% de los portavoces consultados en los medios generalistas son hombres. La distancia persiste cuando se miran las fuentes y sujetos de la información. Las mujeres aparecen en menos del 30% de los casos como protagonistas, y son minoría en todas las temáticas excepto en las de crimen y violencia, donde suponen el 52%.
Fuente: Proyecto de Monitoreo Global de Medios 2015
Techo de cristal y de papel, brecha salarial y precariedad se ceban con las mujeres periodistas. Ahora, en marzo de 2018, las profesionales de este oficio han vuelto a ser un ejemplo de de adaptación, innovación y empeño. Utilizando la tecnología y las redes sociales, y a partir de una reunión de unas pocas decenas, más de 8.000 profesionales de todo el país y corresponsales en el extranjero firmaron el manifiesto #LasPeriodistasParamos.
Se organizaron, actuaron con unanimidad y aprovecharon su relevancia mediática para dar voz a otros sectores. Este 8 de marzo, ellas no cubrieron, por una vez, las informaciones del Día de la Mujer, que culminó con las mayores manifestaciones feministas de la historia de España. Las periodistas habían parado para reivindicar también sus derechos.