El rugido alto y profundo de los leones y los tigres corresponde al lloro de los bebés humanos para reclamar atención. El análisis de este tipo de sonido ha mostrado que está predeterminado por las capacidades del tejido de sus cuerdas vocales, no por impulsos nerviosos del cerebro.
“Los bebés lloran para pedir ayuda. Los leones y los tigres usan un sonido para captar la atención de manera similar, diciendo ‘estoy aquí, este es mi territorio, lárgate”, explica Ingo Titze, director del Centro Nacional de la Voz y el Habla (NCVS, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Utah. El rugido, al igual que el llanto del bebé, es irregular y “desagradable”.
Las cuerdas vocales de estos felinos son muy holgadas y gelatinosas, como las de los humanos. La principal diferencia es la frecuencia, mucho más baja que la de los bebés. Según este estudio publicado en Plos One, la fuerza y profundidad del rugido viene dada por la forma y las propiedades visco-elásticas de los pliegues vocales, no por su grosor, como se pensaba hasta ahora.