Nuestros impulsos nerviosos necesitan una fuente de energía para trabajar y, para ello, se nutren del sodio, el noveno #elementoesencial para la vida de esta serie. Este mineral representa el 0,15% del cuerpo humano.
El sodio, junto con el potasio, mantiene el llamado potencial de membrana, que es fundamental a la hora de generar impulsos nerviosos para la función cardiaca, la contracción muscular y el transporte de nutrientes. Además, también es necesario para controlar la presión arterial y el volumen sanguíneo.
Casi todo el sodio que tenemos en el organismo se concentra en la sangre y en el líquido que rodea las células. Además, se trata de un elemento que se absorbe con bastante facilidad.
Pero, ¿de dónde lo obtiene nuestro cuerpo? Aunque este mineral está presente en muchos alimentos como el marisco o los encurtidos, el sodio se encuentra principalmente en la sal de mesa.
Un exceso de sodio puede dañar nuestros riñones y aumentar las posibilidades de padecer hipertensión. Por eso, este mineral protege a nuestro cuerpo manteniendo un equilibrio hídrico adecuado.
De esta forma, apreciaremos que, si los niveles de sodio en la sangre aumentan, se estimulará la sensación de sed, mientras que cuando los niveles son bajos, la excreción de sodio a través de la orina disminuye. La orina y el sudor son sus principales vías de eliminación.