La expedición de Magallanes y Elcano (1519- 1522) que acabó dando la primera vuelta al mundo no tenía como objetivo circunnavegar la Tierra, sino buscar plantas, especias concretamente y, sobre todo, el clavo de olor. Valía su peso en oro.
A menudo lo recuerda Pablo Vargas Gómez, investigador del CSIC en el Real Jardín Botánico de Madrid, quien considera que esos botones florales eran muy apreciados, no para conservar alimentos como se pensaba hasta ahora, sino porque la gente de aquella época creía que podían curar.
Vargas es el editor científico de En búsqueda de las especias (de la colección Divulgación del CSIC), un libro colectivo que, tomando las plantas como hilo conductor y siguiendo los pasos del cronista italiano Antonio Pigafetta, describe los principales hitos de aquel viaje. En la obra participan botánicos e historiadores procedentes de los países por donde discurrió la singladura (España, Portugal, Brasil, Argentina, Chile, Filipinas y la isla Guam de EE UU).
“Además de demostrar la esfericidad de la Tierra, la expedición de Magallanes-Elcano permitió conocer la configuración de océanos y continentes, y fue el inicio de la globalización entendida como la conexión entre las diferentes regiones del planeta”, concluye el botánico, autor también de La evolución en 100 preguntas.