La catedral de Vitoria es uno de esos templos que ha hecho de la necesidad virtud. Lleva años cerrada, pero recibiendo las constantes visitas de aquellos que quieren ver de cerca las tareas de rehabilitación. Una restauración casi quirúrgica y con mimos tecnológicos que no tienen ni los mayores monumentos mundiales. Un trabajo con las 500.000 piedras que tiene la casi milenaria Catedral Santa María de Vitoria. Un innovador sistema tridimensional para rehabilitar un edificio que corría un serio peligro de derribo. Para ello se han colocado una veintena de sensores que monitorizan online la temperatura y dilatación de las paredes, el tamaño de las grietas o la presión de los muros. Algunos envían información cada 100 segundos. Lo normal, dicen los expertos es que se mueva, que las estaciones y cambios diarios de temperatura como un ser vivo le afecten. El corazón de la ciudad vuelve a latir con fuerza, eso sí permanentemente vigilado.