Los pulpos poseen una piel elástica que cambia de color en cuestión de segundos y les permite mimetizarse con el espacio y comunicarse entre ellos. Un equipo internacional de investigadores ha creado una epidermis artificial que se asemeja a la de estos cefalópodos, con el objetivo de que los robots del futuro tengan mecanismos para interactuar con el entorno.
Un joven pulpo de dos manchas de California (Octopus bimaculoides) se aferra a las paredes de su acuario con sus brazos. / Michael LaBarbera
Científicos de EE UU y Japón han realizado el primer análisis del genoma completo de un pulpo, el primero de un cefalópodo. La secuenciación de su ADN arroja luz sobre la evolución y la biología de estos moluscos marinos de ocho brazos, de características genómicas únicas.
Investigadores estadounidenses han desarrollado una pantalla tan fina y flexible como la piel que, al igual que ciertos animales, puede cambiar de color de forma autónoma. Este monitor podría servir para crear nuevos artilugios como una camiseta a la que se le pudiera cambiar el estampado en cualquier momento.
Para la mayoría de los animales antárticos, acostumbrados a aguas que rozan la congelación, una temperatura de 10 ºC puede suponerles estrés. Salvo para el pulpo antártico Pareledone charcoti. Gracias una estrategia única, a través de una proteína de la sangre que transporta el oxígeno, es capaz de soportar temperaturas bajo cero e incluso de resistir un aumento de temperatura.
Científicos de EE UU han descubierto un pulpo que incuba sus huevos durante 4,5 años. El cefalópodo fue hallado en aguas de California a 1.400 metros de profundidad. Los investigadores creen que este largo periodo tiene por objetivo lograr crías bien desarrolladas que puedan hacer frente a los rigores del hábitat de las profundidades.
Pulpo de aguas profundas protegiendo sus huevos. Robinson et al
En las Islas Cíes (Galicia) se ha observado y grabado por primera vez en la naturaleza el canibalismo del pulpo. Este es uno de los trabajos realizados por un equipo de investigación del Instituto de Investigaciones Marinas (IIM) y del Instituto de Estudios Avanzados del Mediterráneo (IMEDEA), que ha localizado además en el Parque Nacional de las Islas Atlánticas de Galicia las zonas de puesta de pulpo y sepia, y logrado lo propio para el calamar en el Parque Nacional de Cabrera.
Los cefalópodos tienen una vida muy breve, una memoria muy simple y son muy sensibles a los cambios en la acidez y temperatura del mar. Lejos de parecer desventajas, los científicos que los estudian ven en ellos un mundo de posibilidades para saber más sobre la memoria, el envejecimiento y el cambio climático. Estos y otros temas se han tratado en el mayor evento científico sobre cefalópodos que se ha celebrado en Brasil.
Un equipo de investigadores del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Santiago (USC) ha diseñado nuevas estructuras para el engorde de este cefalópodo en cautividad. Es un proyecto nacional en el que participan todas las comunidades autónomas que tienen mar.