Pilar Roig nos recibe en la sede provisional del Departamento de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de la Universidad Politécnica de Valencia. A pesar de los 18 años que lleva como directora, esta mujer nunca pierde la ilusión y ya habla de la nueva etapa de su vida en la Universidad y de sus proyectos de investigación más importantes, entre ellos, la restauración de los frescos de la iglesia de los Santos Juanes de Valencia y la creación del Archivo Histórico de Restauradores Españoles.
¿En qué fase se encuentra su proyecto estrella, la restauración de los frescos de la iglesia de los Santos Juanes de Valencia?
Hemos completado la única sección que no se había tocado desde el incendio de la Guerra Civil. Ahora vamos a abordar la segunda parte del proyecto que consiste en recuperar la bóveda que fue terriblemente intervenida en los años 60. Las pinturas de Antonio Palomino que datan del siglo XVII fueron arrancadas y colocadas sobre paneles. Nosotros volveremos a colocarlas en su posición original para después proceder a rellenar con nuestro innovador sistema las lagunas que se quedarán tras eliminar los repintes. Quedan muchos años por delante porque nuestro trabajo es lento, es necesaria mucha paciencia y horas sobre el andamio, pero hemos descubierto una manera de devolver el aspecto original a las pinturas.
Háblenos de este novedoso método desarrollado en su Departamento.
Los murales de Palomino quedaron hechos polvo tras el incendio de 1936 y presentaban espacios sin pintura, de modo que no podíamos utilizar las técnicas empleadas en la Basílica de la Virgen de los Desamparados. Tampoco íbamos a adoptar el rol de restaurador clásico intentando pintar como él. Así que optamos por aplicar las nuevas tecnologías al mundo de la restauración y hemos conseguido, tras años de investigación, hacer frescos digitales.
Gracias a una fotografía original de la bóveda que tomó un aficionado antes del incendio, es posible saber con exactitud lo que pintó Palomino. Hemos tenido que tratar la imagen mediante programas informáticos, colorearla y trasladarla a una especie de impresora que reproduce fielmente el mural original a través de inyecciones de tinta.
Primero se imprime la imagen en un gel rígido que funciona de soporte. Dicho gel se convierte en una especie de gelatina en contacto con el agua y, a continuación, se coloca con un sistema al vacío sobre la pared. Cuando se retira esta capa, la tinta ha impregnado el mortero.
¿Cómo nació su otro gran proyecto, la creación del Archivo Histórico de Restauradores Españoles?
Surgió a partir de un proyecto europeo de la misma temática y para el cual hemos solicitado ahora la renovación. A raíz de esta iniciativa, me dí cuenta que tenía que plantear un proyecto nacional de manera paralela.
Se trata en definitiva de recuperar el archivo de grandes restauradores españoles con el fin de conocer y documentar, por una parte la historia de la restauración en España, y por otra, los materiales y técnicas que emplearon. Esta información es muy valiosa para nosotros porque muchas veces estamos restaurando lo restaurado.
Gracias a la subvención del Ministerio de Cultura, hemos trasladado a investigadores a diferentes ciudades españolas y se están dedicando a recopilar un archivo físico y otro informatizado de documentación procedente de grandes restauradores, mucha de la cual se encuentra en manos de particulares. Hemos empezado con las ciudades de Madrid, Barcelona, Sevilla y Valencia pero con tres años no hay suficiente para recorrer todo el territorio nacional por lo que más adelante pediremos una renovación del proyecto. También tenemos previsto organizar el año que viene en Valencia un workshop donde invitaremos a algunas de las personas que han colaborado con nosotros para poner en común las novedades.
¿Dónde se ubicará el archivo?
Tenemos el Aula-Taller de Restauración de Escultura Roig d’Alós en la Plaza del Portal Nuevo en el Barrio del Carmen de Valencia, el antiguo taller artesanal de mi familia. Creo que el centro histórico de Valencia sería el emplazamiento idóneo. Además, quiero dar ejemplo con la donación de todos los documentos de mi abuelo y mi padre. Esperemos entre todos crear un lugar físico donde acudir e investigar sobre lo restaurado en España.
Usted pertenece a una saga de artistas, ¿quién fue su mayor inspiración para dedicarse al mundo de la restauración?
Mi padre era catedrático de Restauración y todo lo que he hecho en esta vida se lo he dedicado. Él creó en 1949 la primera Cátedra de Restauración de España en la Escuela de Bellas Artes de Valencia en el Convento del Carmen y siempre viví en un ambiente familiar dedicado a la profesión. De hecho, a los 8 años ayudé a mi padre a quitar el barro a piezas de la Casa de las Rocas tras la Riada de 1957.
Yo tenía una gran admiración por mi padre y quise ser su alumna y ayudarle pero falleció cuando yo era todavía joven. Poco después, el catedrático que ganó su plaza se llevó la Cátedra a Sevilla. Esto fue un gran trauma para mí y siempre tuve claro que volvería a la Escuela de Bellas Artes y recuperaría la cátedra para Valencia. Era mi obligación. Tras finalizar los estudios, entré como profesora en la Escuela (después Facultad) y me dediqué a perseguir ese objetivo con todas mis fuerzas, partiendo de cero, igual que mi padre.
Fue duro y muy solitario al principio. Empecé por organizar una especialidad dentro del Departamento de Pintura. Después sería una sección departamental y finalmente conseguimos un departamento propio que inicialmente se nutrió de voluntarios. Lo primero que hice fue contactar con una científica especializada en química, Teresa Doménech, porque siempre he considerado que la restauración tenía una parte científica importantísima. En la actualidad somos 34 profesores, 7 de ellos catedráticos.
Había que consolidar, tanto la parte de la investigación, como la docencia y empezamos la casa por el tejado. Primero, con el doctorado Ciencia y Restauración del Patrimonio Histórico-Artístico, que en su momento recibió una mención de calidad por parte del Ministerio, y hace cuatro años conseguimos también implantar el Master Oficial. Sin embargo, siempre he querido dar a los alumnos una titulación diferente a Bellas Artes y ahora por fin parece que vamos a poder ofertar el título oficial de Grado en Conservación y Restauración de Bienes Culturales.
Por otro lado, se ha creado el Instituto de Restauración del Patrimonio.
La Ciudad Politécnica de la Innovación será la futura sede del Instituto dirigido por Teresa Doménech. La semilla de ese instituto fue el Proyecto Basílica. Hace 15 años empezamos a intervenir en este monumento histórico integrando una serie de disciplinas de la Universidad Politécnica de Valencia y de la Universitat de València, entre ellos, ingenieros de todo tipo, arquitectos, historiadores del arte, arqueólogos, químicos, informáticos, etc. Asimismo intervino todo el profesorado del departamento, desde especialistas en documento gráfico, pintura mural, pintura de caballete, escultura, cerámica, vidrieras, cerrajería, etc. A raíz de este proyecto, vimos que en el mundo de la restauración tenía cabida toda una serie de especialidades que en principio podrían parecer alejados, y consideramos la creación de un instituto de investigación que las aglutinara.
Le quedan tres años de mandato y ya ha dejado por escrito que no desea continuar en el cargo.
Hay que dejar paso a las nuevas generaciones pero me iré satisfecha porque habremos conseguido todos los objetivos que nos habíamos marcado. Una vez verifiquen desde la ANECA el Grado de Restauración y Conservación de Bienes Culturales, a nivel de gestión habré hecho todo lo que he podido y, tras los tres años que me quedan, me gustaría dedicarme a la investigación y a la docencia.
Me encanta estar en la UPV, somos además la única universidad politécnica de España que tiene Bellas Artes y Restauración y creo que ha sido fundamental para nosotros porque nos ha facilitado el contacto con todo tipo de expertos: del campo de las telecomunicaciones, la robótica, la acústica, la topografía, la imagen o los ultrasonidos, por poner algunos ejemplos.
He tenido mucha suerte con la gente que me ha rodeado porque siempre se han emocionado por los proyectos que les he planteado, y entiendo que eso no sea siempre fácil. Todo lo que he conseguido, ha sido gracias al gran equipo que me ha acompañado.
Usted ha colaborado en el proyecto Científicas Invisibles de RUVID, ¿por qué decidió participar?
Me parece muy buena idea, hacen falta más iniciativas de este estilo para dar mayor visibilidad a la mujer científica. En mi caso, yo he contado la parte bonita, pero ha habido mucho sufrimiento detrás de esos éxitos. Fue muy difícil abrirme camino en una sociedad marcadamente machista. Lo que ellos conseguían a la primera, yo lo tenía que hacer tres o cuatro veces. Ahora las mujeres lo tienen más fácil pero antes estabas sola, costaba que tu voz llegara. Por ejemplo, tenía que corregir a quien decía que era secretaria del decano porque era secretaria de la Facultad, una cosa bien distinta. Después, me propusieron de nuevo el cargo de secretaria en el equipo del rector Justo Nieto porque era un papel “femenino”. Ahí me planté, solicité un cargo diferente y me nombraron vicerrectora de Extensión e Imagen Universitaria.
Afortunadamente la mujer va ocupando el lugar que le corresponde por méritos propios y eso es esencial. Tenemos una serie de virtudes como el espíritu de sacrificio, la sensibilidad y la capacidad de trabajo que nos hacen capaces de alcanzar cargos de responsabilidad por derecho propio. También he de decir que la mayoría de hombres se están adaptando a la nueva situación. Y, aunque siguen existiendo reminiscencias machistas, vamos por buen camino.