Francesc Cardellach López, decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona

"El reconocimiento de campus de excelencia internacional quiere decir que lo estamos haciendo bien"

Hablamos con Francesc Cardellach López (Terrassa, 1951), catedrático de Medicina y actual decano de la Facultad de Medicina desde 2008, es también consultor sénior de medicina interna en el Hospital Clínico y director del Laboratorio de Funcionalismo Mitocondrial del Instituto de Investigación Biomédica August Pi i Sunyer (IDIBAPS).

"El reconocimiento de campus de excelencia internacional quiere decir que lo estamos haciendo bien"
Francesc Cardellach es también consultor sénior de medicina interna en el Hospital Clínico y director del Laboratorio de Funcionalismo Mitocondrial del Instituto de Investigación Biomédica August Pi i Sunyer (IDIBAPS).

El proyecto del campus de la salud de la UB (HUBc) ha recibido el reconocimiento como campus de excelencia internacional, ¿de qué manera puede influir esto en la Facultad?

Creo que, aunque sólo sea por el reconocimiento, ya quiere decir que lo estamos haciendo bien. Y por otro lado, pertenecer a un campus de excelencia también puede servir de reclamo para que vengan nuevos alumnos a seguir aquí los estudios de grado y máster. Asimismo, el hecho de que esta mención vaya acompañada de una dotación económica destinada a mejorar la investigación y las infraestructuras puede favorecer el intercambio de experiencias entre la docencia, la investigación, la asistencia, la industria, etc. Todo ello es una muy buena noticia.

De todos modos, la Facultad ya es actualmente un reclamo indudable, como lo demuestra el hecho de que el grado de Medicina tiene la nota de corte más alta de todas las universidades catalanas. Y también lo es en los cursos de posgrado y máster, porque los alumnos se quieren formar siempre en el mejor lugar y tienen en cuenta el entorno de la Facultad de Medicina. Todo ello constituye un reto de mejora.

La UB está entre las 100 mejores universidades del mundo en el ámbito de la medicina clínica y la farmacia (según el informe ARWU 2010). ¿Cuáles son los puntos fuertes de esta Facultad para tener una posición tan buena en los rankings de este campo?

El punto más destacado es la larga historia de la Facultad de Medicina de la UB y la situación de privilegio que tiene en relación con unas instituciones sanitarias también de prestigio. Esto nos permite hacer investigación en sus vertientes básica, traslacional y clínica, lo que aporta mucha riqueza a la productividad en investigación. Esta circunstancia, junto con otros aspectos, como el profesorado de alto nivel y el trabajo de otros profesionales con gran prestigio en el ámbito de la investigación, nos permiten estar arriba en los rankings universitarios.

¿Por qué decidió presentarse a decano, dadas las dimensiones de esta Facultad?

Cuando empecé Medicina, en 1969, ya entré de interno en el Hospital Clínico. Por lo tanto, mi vida ha seguido siempre una trayectoria paralela a esta Facultad en el Hospital. Por otra parte, fui profesor desde muy joven —como ayudante en clases prácticas— y toda la vida he seguido implicado en la actividad académica. Posteriormente, fui entrando en aspectos de gestión, hasta que me incorporé como vicedecano, cargo que ocupé durante siete años. Cuando la decana anterior, Teresa Estrach, terminó su mandato, decidí que era el momento de presentarme, porque muchos de los proyectos que habíamos iniciado con ella aún estaban inacabados y había que sacarlos adelante. Por tanto, la ilusión y percepción de poder aportar algo de positivo y de mejora fueron el estímulo principal. Estos cargos no son para ganarse la vida, lo haces porque te gusta.

¿Cuáles son sus objetivos de futuro para la Facultad?

Personalmente, con los objetivos soy muy simple pero a la vez muy ambicioso. Quiero decir que lo que debería pretender la Facultad es que los alumnos tengan una muy buena docencia, ya que estamos aquí, fundamentalmente, para formar médicos, y lo que tenemos que conseguir es que los médicos salgan bien formados. Esto no quiere decir que me haya fijado este objetivo porque piense que no se forman bien, sino que lo que debemos buscar es formarlos aún mejor, y este reto siempre debemos tenerlo presente. Otro reto es mejorar en la investigación tanto como sea posible. Sin una buena investigación, no se puede hacer una buena docencia. Hay que potenciar la investigación traslacional, es decir, intentar conectar mucho más el ámbito de la investigación básica con el de la investigación clínica, y ayudar en las relaciones entre la Facultad y los hospitales. Tenemos que estar siempre juntos, los grandes hospitales universitarios y la Facultad de Medicina. Esto es absolutamente necesario si queremos avanzar en investigación y si queremos que nuestros alumnos salgan bien preparados. Otro objetivo es consolidar dos nuevas enseñanzas, Ciencias Médicas Básicas (formación de investigadores en el ámbito de la biomedicina) e Ingeniería Biomédica. Constituyen dos retos en los que hemos puesto toda la esperanza de sobresalir, ya que disponemos del mejor ámbito posible, el entorno salud. Este hecho indudablemente añade un plus de garantía de éxito y de calidad a estos dos grados. También queremos ofrecer y racionalizar la oferta de másteres, un aspecto en el que la Facultad de Medicina es también de las más destacadas en su espacio porque dispone de los mejores profesionales por el hecho de formar parte de institutos de investigación de gran calidad y de centros hospitalarios de gran prestigio. Finalmente, otro de los retos es dar el empujón definitivo para acabar las obras de la Facultad.

Uno de los cambios que le ha tocado asumir es la implantación del espacio europeo de educación superior. ¿De qué manera influye este nuevo sistema en los estudios que ofrece la Facultad?

Respecto a los estudios de Medicina, el Plan Bolonia no representa introducir muchos cambios de fondo, pero quizás sí de forma. En Medicina ya hace mucho tiempo que damos mucha importancia a la práctica clínica, porque el objetivo principal es enseñar «el oficio». En los últimos cuatro años de la carrera hay un gran componente de docencia clínica y esto es uno de los puntos clave de Bolonia. Es cierto que lo que se pide ahora es variar un poco la metodología, hacer más evaluación continua y disminuir las clases magistrales, o tener en cuenta los grupos pequeños, los seminarios, las prácticas, etc., pero la esencia no varía. Quizá lo que hay que modificar en cierto modo es la mentalidad del profesorado para adaptarse a esta nueva metodología docente y aceptar criterios de acreditación de la calidad de la docencia.

¿Cómo valora el hecho de que la Facultad esté dividida en tres campus?

Es un punto muy positivo. Tener tres campus —Medicina-Clínico August Pi i Sunyer, Ciencias de la Salud de Bellvitge y San Juan de Dios—, con la potencialidad de los tres grandes hospitales universitarios con el mismo nombre, implica que nuestros alumnos pueden contar con estos tres hospitales de gran calidad, lo cual implica que su distribución para el aprendizaje de la medicina se puede llevar a cabo con buenas oportunidades de contacto con el paciente. Sin lugar a dudas, es una gran suerte. También colaboramos con ocho hospitales más de reconocido prestigio que indudablemente son necesarios para la docencia clínica. Además, trabajamos con 22 centros de atención primaria. Todo ello forma una red inmensa de centros y de profesorado para la enseñanza de la medicina, lo que es un privilegio. Aunque desde el punto de vista administrativo sea complejo, éste es un problema menor.

¿Cómo cree que ha cambiado la imagen del médico en la sociedad?

Es evidente que hasta mediados del siglo XX la visión que la sociedad tenía del médico era la de una figura de gran prestigio profesional y social, al que pocas veces se discutía la opinión y las decisiones que tomaba. Por otra parte, el médico tenía una visión del paciente muy paternalista. Esto ha ido cambiando en los últimos tiempos, y es lógico que cambie, ya que con los avances tecnológicos los pacientes cada vez conocen mejor su enfermedad. Es lo que se denomina síndrome del paciente informado, aquel que constantemente plantea dudas y pide explicaciones sobre cualquier aspecto que afecte a su salud o sobre cualquier tratamiento que se le plantee. Todo ello, junto con el cambio de legislación sobre los derechos y deberes de los pacientes, ha hecho que se establezca una relación basada en acuerdos constantes entre paciente y médico. Por lo tanto, a la hora de iniciar un tratamiento se debe dar la información y el médico tiene la obligación de aconsejar, pero la decisión final la toma el paciente. No es como antes, que lo que decía el médico era indiscutible. Ahora, por suerte, cada uno debe tener su responsabilidad. Este cambio en la manera de relacionarse con el paciente debe enseñarse durante los estudios de Medicina, y de hecho a lo largo de la enseñanza de grado ya se forma a los alumnos en las habilidades comunicativas y en la forma de comportarse con los pacientes.

Fuente: UB
Derechos: Creative Commons
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