Siguiendo los pasos de su legendario tío Juan de la Cierva y Codorniu, Juan de la Cierva y Hoces (Madrid, 1929) no ha dejado de inventar cosas desde que a sus 17 años creó el primer sistema “photo finish” para registrar la llegada de los caballos en los hipódromos. En unas semanas presentará su última idea: un aeropuerto “más humano y amable”, según ha adelantado a SINC en la clausura del Año Europeo de la Creatividad y la Innovación.
¿Cómo se puede inventar un aeropuerto?
Es una idea a la que vengo dando vueltas desde hace mucho tiempo. A mí, como a todo el mundo, me molesta mucho la hostilidad de los aeropuertos, donde los viajeros pasamos muchas horas y no es raro que se pierdan los equipajes. Pensé: ¡caramba! Si realmente te molesta tanto ¿por que no inventas algo para mejorarlos?
Cualquier invento surge a partir de dos condiciones básicas: identificar un problema y encontrar la solución. En el caso de los aeropuertos se trata de conseguir que sean más amables y que no se pierda tanto tiempo durante la estancia en ellos. Una vez me tomé la molestia de medir el tiempo desde que el avión tomó tierra en el aeropuerto de Atlanta, el más grande del mundo –con cerca de 100 millones de pasajeros al año-, hasta que salí de él en un coche de alquiler. ¡Tardé más de tres horas en salir del aeropuerto!
¿Y qué solución propone?
Todavía no puedo hablar mucho del tema hasta que no registre la patente. Espero presentarla en tres o cuatro semanas. En estos momentos estoy terminando de escribir la memoria, algo complicado de hacer porque se tiene que basar en hechos y en el estado actual de la tecnología, para poder describir perfectamente todo y que la oficina de patentes confirme lo novedoso de este aeropuerto.
Sí puedo decir que se tratará de un aeropuerto sumamente común, pero más amable y conveniente, en el que se agiliza el intercambio entre los medios de transporte implicados en esta infraestructura aeroportuaria: aviones, taxis, autobuses, coches… Siempre hago un modelo matemático, y en este caso los cálculos sirven para determinar parámetros como el tiempo que tarda un viajero en llegar de una terminal a otra. Las matemáticas son una herramienta de simulación muy útil para el inventor.
¿Ha logrado vender su invento anterior, el heligiro, ese “Seat 600 del aire” que despega como un helicóptero y vuela como un autogiro a la velocidad de un avión?
La verdad es que ya me he desentendido completamente de esa patente. Ahora está en manos de mi socio, que va a desarrollarla por su cuenta, pagándome la parte correspondiente. Me parece bien y le deseo mucha suerte.
¿Cuántos inventos ha patentado?
Tengo alrededor de 40 patentes, pero he inventado muchos productos para el Departamento de Defensa de EE UU que no se pueden patentar. Allí cuando una idea se presenta y se declara clasificada, confidencial o “top secret”, algo que me ha pasado bastantes veces, entonces no te permiten patentarla, aunque respetan tus derechos en los posibles contratos.
La patente permite una exclusiva de uso durante un periodo de tiempo, en España 17 años, a cambio de que el inventor contribuya con una tecnología nueva al desarrollo de esa patente. Pero en el caso de los sistemas militares el mecanismo de aportar conocimiento a cambio de una exclusiva no se puede utilizar.
¿Puede comentar algún ejemplo?
Hace poco un amigo se propuso escribir un guión para realizar una película sobre mi vida. Fui al agregado militar de la Embajada de EE UU para preguntar si podía hablar de alguno de mis inventos que ya desclasificados y, después de consultarlo me llamó y me preguntó: “¿Por qué quieres dar publicidad a estas cosas? ¿Qué sacas tú del asunto? Nada, absolutamente nada” - respondió él mismo- “y te vas a convertir en un enemigo de todos los terroristas del mundo, a los que están cascando con tu invento, así que mejor cállate la boca”. Y pensé que tenía razón.
¿Cuál ha sido el invento que más esfuerzo le ha costado?
Precisamente uno de estos de los que acabo de hablar. Ha sido tremendo, muy, muy difícil y complicado. Un invento en el que trabajamos muchísimos años, aunque al final lo logramos y ha revolucionado completamente sistemas muy importantes de los que no se puede hablar.
¿Y el qué más satisfacción le ha creado?
El dynalens (estabilizador óptico que en las cámaras móviles de cine o vídeo evita el movimiento de las imágenes) ha sido un invento muy satisfactorio. Está en muchas cámaras de vídeo, incluso en las de aficionado, y me gusta que la gente pueda hacer mejores películas con una cosa que he inventado yo. No hay nada más satisfactorio que ver tus inventos por la calle.
Con dynalens usted se convirtió en el primer español que ganó un Óscar de la Academia de Hollywood…
Sí, por la mejor contribución técnica a la industria cinematográfica en 1969. El sistema se comenzó a utilizar en muchas películas. De todas formas, para un científico ganar un Óscar es algo anecdótico y carece de importancia.
¿Y cuál ha sido su invento más curioso?
Quizá uno que ya estaba patentado cuando fui a registrarlo. Se trataba de un sistema muy avanzado que podría ayudar a viajar, de Nueva York a los Ángeles por ejemplo, en 20 minutos y sin apenas consumir combustible. Pero un señor de Tampa (Florida, EE UU) ya había registrado una cosa que, aunque no era exactamente igual, era lo suficientemente parecida como para que tuviera que reconocer que ya estaba inventada.
¿Qué consejos daría a las nuevas generaciones de inventores?
Que estudien. A mis 80 años todavía conservo mis libros de texto, incluso del bachillerato. Los de ciertas materias, como las matemáticas, los tengo y los sigo usando. Parece mentira, pero me ha venido bien hasta saber latín. Lo que estudiamos en el Bachillerato y que yo mismo reconozco que decía ¡vaya rollo!, después me ha sido enormemente útil. Para mi la base de todo es la educación. Tener una base científica y de letras sólida es fundamental.