De los cinco centros de matemáticas que se presentaron al distintivo de excelencia Severo Ochoa que otorgará el MICINN, solo el Instituto de Ciencias Matemáticas (ICMAT) ha llegado a la final. Se trata de un centro mixto del CSIC y las universidades Autónoma –en cuyo campus se localiza su sede–, Carlos III y Complutense, todas de Madrid. Su director, Manuel de León (Requejo-Zamora, 1953) explica porqué el centro es excelente en matemáticas.
¿Qué es la excelencia investigadora en matemáticas?
Obtener resultados relevantes en los problemas que la comunidad matemática internacional reconoce como los más importantes, y que esos resultados, además, pasen el filtro de las publicaciones más exigentes. Esto debe ir acompañado por un buen programa de formación de nuevos investigadores, mecanismos para incorporar a los mejores matemáticos y relacionarse con los centros internacionales de mayor prestigio. También es fundamental que un centro de excelencia divulgue su trabajo a la sociedad.
¿Qué investigación de excelencia se realiza en el ICMAT?
Se desarrolla investigación matemática básica de alta calidad y en temas de la mayor actualidad en esta disciplina. El instituto cuenta con grupos punteros en análisis matemático, ecuaciones en derivadas parciales, geometría algebraica y diferencial… En este campo, por ejemplo, dos investigadores del centro han resuelto un problema planteado en los años 60’ por John Nash, el matemático que recibió el Nobel en 1994 y que se hizo popular por la película Una mente maravillosa. También hay grupos destacados en aplicaciones a la mecánica geométrica, teoría de grupos y teoría de números, donde con la combinatoria y el análisis se han obtenido resultados muy importantes en los últimos años.
¿Investigan en alguno de los famosos problemas matemáticos del milenio?
Sí. Hay un grupo de análisis de ecuaciones derivadas parciales que está trabajando en el problema de Navier-Stokes, con el que se trata de encontrar la fundamentación matemática que está detrás de ecuaciones que ayudan a estudiar las turbulencias en gases y líquidos. Están en la frontera de la investigación en este tema y consiguiendo resultados muy prometedores. Además, en mecánica de fluidos otros dos investigadores del centro también han resuelto una conjetura que había planteado el matemático ruso Vladimir Arnold hace medio siglo.
¿La investigación matemática es individual?
En matemáticas no se trabaja tanto en grupo como en otras ciencias. Cada investigador es un mundo en sí mismo. Los trabajos se publican más de forma individual o en colaboraciones de dos o tres personas, y no con decenas o cientos de autores como sucede a veces en otras disciplinas, como la biología o la astrofísica. Lo que sí suele ocurrir es que alrededor de una persona muy activa se genere un grupo de trabajo, sin olvidar las relaciones con investigadores de todo el mundo.
¿Y es una ciencia más básica o aplicada?
En matemáticas la mayor parte de la investigación es básica, y es la que mueve esta ciencia. Después hay problemas que pueden plantear otras disciplinas o incluso la industria, pero acaban siendo cuestiones de investigación básica también. Si solo nos centráramos en solucionar esos problemas con métodos ya conocidos, sería una investigación de muy corto alcance. No estaríamos innovando matemáticamente. La innovación en matemáticas está en la ciencia básica. De todas formas, aunque el ICMAT es un instituto fundamentalmente dedicado a la investigación básica, no renuncia a la transferencia de conocimiento, y está entre sus planes desarrollar este aspecto según dispongamos de más recursos.
¿En qué emplearían los fondos si reciben el distintivo ‘Severo Ochoa’?
Para lo que se necesita en matemáticas: investigadores, sean de doctorado, post-doctorales, seniors… El ICMAT ya cuenta con investigadores jóvenes que se encuentran entre los mejores matemáticos de España, como lo prueba el haber obtenido los cuatro únicos ERC Starting Grants en matemáticas de nuestro país, y nos gustaría profundizar en esta línea. También aplicaríamos los fondos para algo muy propio de esta ciencia: los programas temáticos. En un trimestre temático se reúnen investigadores de todo el mundo en un centro para abordar un tema determinado a través de conferencias, workshops, trabajo conjunto… Es algo frecuente en otros países pero no en España. En general, nosotros no necesitamos dispositivos o máquinas especiales para realizar cosas concretas, sino recursos humanos y una dotación económica adecuada para poner en marcha todo el entramado.
¿Cómo valora la creación del distintivo?
La iniciativa es similar a otras ya existentes en los países europeos más desarrollados, y hay que felicitar al MICINN por su puesta en marcha, especialmente en un país como el nuestro tan dado al reparto equitativo. Desgraciadamente, la excelencia no está repartida uniformemente, no crece en todos los lugares. Este distintivo reconocerá la excelencia de 40 centros (diez este año) y luego los datará de instrumentos para mantenerla y aumentarla, compitiendo en condiciones similares a otros grandes centros internacionales. Y no se trata de crear 40 torres de marfil aisladas, sino que sirvan como motores que beneficien a toda la comunidad investigadora española. En nuestro caso, estamos convencidos que si el ICMAT consigue estar entre los diez seleccionados de este año, servirá para dar un impulso cualitativo a la investigación matemática española en su conjunto.
¿Cuál es el nivel de la investigación matemática en España?
Muy bueno. Por aportar un dato: en cinco de cada cien artículos que se publican en las mejores revistas científicas del mundo hay un firmante español. En impacto, de media, estamos al mismo nivel que Italia y prácticamente al mismo que Francia y Alemania. En investigación matemática, si ponemos infraestructuras y algo de dinero para recursos humanos y poner en marcha los programas, todo funciona bastante bien. De ahí el avance que se ha producido en España durante los últimos 20 años.
¿Y en educación?
Hay muchos problemas en todas las disciplinas, pero en matemáticas se notan especialmente las carencias, ya que es una ciencia que requiere un aprendizaje continuo desde el principio. Si en primaria no hay una buena formación se arrastra después a secundaria, que, por cierto, no debería ser ‘obligatoria’ para aquellos alumnos de más de 14 años que no la quieren cursar, y sí darles la alternativa de una formación profesional de calidad. Además, la implicación de las familias, las administraciones y la sociedad en general también debería ser mayor. Los modelos de éxito que perciben los jóvenes no son precisamente los del científico o los de las personas que a base de esfuerzo consiguen triunfar. Ojalá contar con investigadores de excelencia ayude a cambiar esta tendencia y sirva para atraer a las nuevas generaciones hacia las carreras científicas.