Entrevistamos a Bernd Huber (BH), decano de la Universidad Ludwig Maximilian de Múnich y presidente del Consejo Directivo de la Liga de Universidades de Investigación Europea (LERU), y a Kurt Deketelaere (KD), profesor de la Universidad Católica de Lovaina y secretario general de la LERU, durante su primera reunión en la Universidad de Barcelona.
La Liga Europea de Universidades de Investigación (League of European Research Universities, LERU) es una asociación europea formada en 2002 por doce universidades dedicadas a la docencia de calidad en un entorno de investigación competitivo a escala internacional. En 2006 la Liga contaba ya con veinte miembros, y desde enero de 2010, acoge a dos más: la Universidad de Barcelona y el Imperial College London.
Los otros miembros de la LERU son los siguientes: Universidad de Ámsterdam, Universidad de Cambridge, Universidad de Edimburgo, Universidad Albert Ludwig de Friburgo, Universidad de Ginebra, Universidad Ruprecht Karl de Heidelberg, Universidad de Helsinki, Universidad de Leiden, Universidad Católica de Lovaina, University College London, Universidad de Lund, Universidad de Milán, Universidad Ludwig Maximilian de Múnich, Universidad de Óxford, Universidad Pierre y Marie Curie, Universidad de París-Sur, Instituto Karolinska, Universidad de Estrasburgo, Universidad de Utrecht y Universidad de Zúrich.
¿Cuáles son los principales objetivos de la LERU?
BH: La LERU se diseñó con la idea de formar una organización que atendiera a los intereses de las universidades en el campo de la investigación básica. En realidad, nos hemos marcado dos objetivos importantes. Por un lado, destacar el papel de la investigación básica en Europa. La investigación básica es fundamental para que funcionen las estrategias de investigación en Europa: es importante hacer investigación básica —no sólo investigación aplicada (que es lo que suele gustarles a los políticos)—, pues es determinante para el desarrollo de Europa. Por otro lado, el segundo objetivo es inculcar el mensaje de que la investigación debe hacerse desde las universidades, y es que las universidades son un motor claro de dinamismo en la investigación europea y deberían ser una de las instituciones más importantes en lo que a investigación se refiere.
Éstos son, pues, los dos objetivos: el papel de la investigación básica y, por supuesto, el papel de las universidades, lo cual es importante porque existen muchos organismos no universitarios que hacen investigación, y a veces se da una cierta preferencia a la investigación organizada fuera de las universidades. Estamos trabajando, básicamente, para cumplir estos dos objetivos, y ello implica proyectos muy distintos que abarcan diferentes áreas de trabajo.
Lo primero, por ejemplo, es publicar. Hemos elaborado una serie de documentos sobre el papel de la investigación básica en las universidades. Por ejemplo, tenemos un documento sobre el VIII Programa marco en que tratamos de formular ideas que deberían servir de base a los proyectos de este nuevo período. Hemos publicado asimismo documentos más «políticos» sobre los estudios de doctorado y sobre el papel de las universidades en Europa. Tenemos, pues, documentación muy general que puede servir de guía en los debates políticos y documentación más específica en torno a cuestiones más concretas que afectan a las políticas de investigación.
¿Cuál diría que es la posición actual de Europa en materia de investigación básica?
KD: Obviamente, en la situación actual, China está en pleno auge (por toda la investigación que están haciendo, por los fondos que tienen disponibles...) y los Estados Unidos tradicionalmente han ido por delante nuestro y siguen ahí… Es decir, es evidente que Europa tiene que hacer algo con esta situación. Tenemos que ser conscientes de que debemos trabajar juntos e invertir en investigación en las universidades. Por eso es importante recalcar que la LERU llama a la puerta de los que están tomando las decisiones para cumplir ese objetivo. Es primordial que la UE (más concretamente, la comisaria de Investigación, Innovación y Ciencia) sea nuestra interlocutora. De este modo, lograremos convencer a los demás de que hay que actuar, porque si no lo hacemos, perderemos terreno, y mucho, en todos los ámbitos.
BH: Yo creo que Europa tiene una base de investigación muy sólida. Contamos con unos grupos de investigación que funcionan muy bien, pero es evidente que nos enfrentamos a una enorme competencia por parte de los Estados Unidos y los países asiáticos. Sin embargo, también es cierto que tenemos grandes oportunidades si se invierte en investigación en nuestras universidades y las instituciones de educación superior, unas oportunidades que no deberíamos dejar pasar. Creo que, en muchos sentidos, podemos mirar al futuro con mucho optimismo. Se requerirán esfuerzos, por supuesto: la competencia está ahí, es así, pero como Unión Europea, tenemos muchas oportunidades para avanzar.
¿Qué influencia tiene la LERU en la política de investigación europea?
BH: Nos hemos forjado una muy buena reputación en los círculos europeos. Obviamente, hay otras organizaciones en Europa que persiguen intereses específicos, pero yo creo que la LERU ha logrado hacerse un nombre. Nuestros documentos más relacionados con temas políticos tienen un claro impacto en el debate de la Unión Europea, y en la Comisión, concretamente, nos hemos abierto camino, por lo que yo diría que la LERU hasta ahora está siendo un éxito. Y prueba de ello es que antes teníamos un secretario general con una dedicación parcial —al principio la LERU era una organización muy pequeña—, y ahora hemos crecido de modo considerable, hemos ampliado la plantilla. Ahora tenemos un secretario general en principio con plena dedicación que hace un seguimiento activo de los proyectos en curso. Yo creo que desde las redes universitarias públicas como más en general se tienen unas expectativas claras de que la LERU debe contribuir de modo significativo al debate europeo.
KD: Pongamos un ejemplo: el documento que elaboramos sobre investigación en Europa refleja una comparación muy detallada de nuestros miembros, de cómo se forjan las carreras de investigación en las universidades europeas. Esta iniciativa redundó en la creación de un grupo de trabajo específico en la Comisión Europea en materia de investigación, con vistas a analizar las carreras de investigación desde una perspectiva comparativa. Nuestro documento es uno de los principales en este sentido.
Como decíamos, este año hemos publicado también un documento sobre el VIII Programa marco, y lo hemos hecho llegar a una serie de responsables de la Comisión. Las reacciones han sido muy positivas y nos han invitado a participar en varios grupos de trabajo. Creo que es evidente que ha aumentado nuestra influencia, que la LERU ha evolucionado. En primer lugar, evidentemente, y dado que somos una organización joven (2002), nos tenemos que crear una posición en Bruselas, y lo estamos haciendo a través de una documentación de tipo más político, una documentación de muy alto nivel, de mucha calidad y que está teniendo una excelente acogida.
Y en segundo lugar, estamos elaborando también documentos sobre temas específicos que están en la agenda de la Comisión y que también están teniendo una buena aceptación. Tras la conversación con Máire Geoghegan-Quinn, comisaria de Investigación, Innovación y Ciencia, nos quedó muy claro que su política está mucho más en la línea de nuestras ideas. De hecho, nos ha pedido ayuda con temas concretos que ahora tiene sobre la mesa, para ver cuál puede ser la contribución de la LERU en ese sentido.
BH: Hasta cierto punto, la LERU sirve también de modelo para otras universidades. Casi el 20 % de las becas del Consejo Europeo de Investigación se conceden a universidades de la LERU.
¿Qué papel tiene la Universidad de Barcelona en la LERU?
BH: Estamos muy satisfechos y nos sentimos muy orgullosos de que la Universidad de Barcelona se haya unido a nosotros y confiamos en que contribuirá al desarrollo de la LERU. España es uno de los miembros más destacados de la Unión Europea y creo que es un gran paso que Barcelona —como representante de España, en cierto modo— se haya incorporado a nuestra organización.
La Universidad de Barcelona tiene el perfil típico de las universidades de nuestra red. Es una gran universidad que cubre todos los campos de la docencia y la investigación, con facultades de medicina, ciencias, humanidades, ciencias sociales, derecho... Encaja, pues, en el perfil de las universidades de la LERU. La Universidad de Barcelona es una de las más grandes de Europa y sin duda será un plus para nuestro capital intelectual. Nos aporta, además, la perspectiva de un país del sur de Europa, un país mediterráneo, sobre el desarrollo de la política de investigación europea, por lo que su contribución complementa al resto de miembros. Yo confío plenamente en que la UB reforzará nuestra posición en Europa, porque ahora podemos afirmar que tenemos a una de las universidades españolas más importantes dentro de la organización, participando de forma directa en los debates y en nuestras actividades.
¿La LERU ampliará sus miembros en un futuro?
KD: Los rectores han decidido que no se admitirán nuevos miembros en la LERU hasta 2014, momento en que se volverá a plantear. La reciente ampliación, con la inclusión del Imperial College London y la Universidad de Barcelona, no responde a una necesidad de nuevos miembros, sino al hecho de que estábamos convencidos de que eran puntales importantes que debían estar entre nuestras filas. Nunca hemos modificado nuestra política para admitir a universidades concretas —no es que decidiéramos de repente que teníamos que tener un miembro del sur de Europa—, simplemente es que estábamos convencidos de que la UB es una buenísima universidad, con unas dimensiones considerables.
BH: Siempre hemos querido limitar la dimensión de la organización. A veces se nos tacha de exclusivos, en cierto modo, pero esa exclusividad es clave para nuestro éxito, porque cada universidad miembro debe contribuir al éxito de la organización, cada universidad debe aceptar su compromiso. Y como se trata de una organización pequeña, todo el mundo tiene que participar, alimentar el debate, y eso sólo puede ser así si la organización tiene unas dimensiones controladas. Con doscientos miembros, sería diferente; las universidades no podrían tener un papel tan específico.