Jesús Zamora Bonilla es catedrático de Filosofía de la Ciencia de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Además es el director del Master Periodismo y Comunicación Científica que imparte dicha universidad. Con humor y rigor, Zamora Bonilla defiende la cultura científica frente a los dogmatismos y falsas creencias, desde foros académicos hasta en internet, donde gestiona el blog 'A bordo del Otto Neurath'.
Su convencimiento que la ciencia es parte de la cultura le ha llevado a ser uno de los impulsores de la nueva asignatura 'Ciencias para un mundo contemporáneo', que se impartirá en 1º de Bachillerato a partir del curso que viene. Una materia cuyo mejor libro de texto, “tendría que ser el periódico, aliñado con revistas de divulgación”, afirma convencido Jesús Zamora Bonilla.
¿Es una buena práctica dedicarse a la filosofía de la ciencia en un mundo cada vez menos racional?
No estoy de acuerdo con que el mundo sea cada vez menos racional. Si echamos un vistazo a la historia, no encontraremos ninguna época más “racional” que la nuestra, es decir, ninguna época en la que los valores de la racionalidad, la objetividad, el diálogo y la justicia hayan sido más influyentes en tantos ámbitos de la vida. Es cierto que las creencias irracionales y las mentalidades oscurantistas abundan en muchos lugares del mundo, pero si consideramos la tendencia a largo plazo, creo que ha habido un progreso muy considerable en los últimos dos o tres siglos. Realmente no creo que esa tendencia esté en peligro, más bien al contrario: cada vez somos más conscientes de los riesgos que implican nuestras decisiones y tenemos más capacidad de afrontarlos racionalmente.
En un mundo así, pienso que la filosofía de la ciencia es precisamente muy necesaria, porque nos da herramientas para comprender la diferencia entre la concepción racional del mundo y de la sociedad, por un lado, y, por otro lado, las cosmovisiones tradicionales y fundamentalistas de todo tipo. Incluso si, de manera puntual, algunas de estas cosmovisiones se hacen más fuertes en un determinado ámbito social o cultural, es bueno poseer algunos conceptos que nos ayuden a criticarlas.
¿Cree que en España hay una 'cultura científica'?
En términos generales, el interés de la población por lo que podemos llamar “cultura científica” no es muy grande, pero el nivel medio de “alfabetización” científica de los españoles no es menor que el de otros muchos países avanzados, y es superior al de Estados Unidos, por ejemplo. Lo que creo que nos falta es una “cultura” de aprecio por la ciencia y la investigación, pero esto depende sobre todo del hecho de que nuestro “tejido empresarial” ofrece relativamente pocos puestos de trabajo que requieran una formación tecnocientífica potente, incluso a nivel de técnicos intermedios. Si esa vía de desarrollo profesional fuese más atractiva para los jóvenes, el interés por la ciencia seguro que se incrementaría.
Ha sido un gran impulsor de la nueva asignatura común en el bachillerato Ciencias para un Mundo Contemporáneo, con la que se pretende inculcar la cultura científica entre los alumnos. ¿Por qué cree que es necesaria esta asignatura?
La idea de desarrollar esta asignatura surgió, en buena medida, de un grupo de trabajo de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) durante el año 2005, en el que yo participé. Nuestra idea se puede resumir así: lo que un ciudadano debe conocer sobre la ciencia como ciudadano, más que como futuro químico, arquitecto o enfermero, no son meramente fórmulas, hechos, leyes y técnicas de resolución de problemas, sino enfoques y datos que le permitan enfrentarse a las cuestiones sociales en las que la ciencia y la tecnología están involucradas esencialmente.
¿Qué opinión le merece que esta asignatura sea impartida exclusivamente por profesores de ciencia?
Esto es algo discutible, por supuesto. Como profesor de filosofía, que ha pasado además muchos años dando clases de bachillerato y secundaria, reconozco que tengo el corazón “partío”. A la vista del programa de la asignatura, no sólo es que haya muchos contenidos realmente “filosóficos” (desde el lugar del hombre en el universo, hasta problemas éticos), sino que el modo como se pretende que la nueva asignatura sea impartida (sobre todo mediante reflexiones y debates) es algo natural para los profesores de filosofía. Creo que estarían plenamente capacitados para impartirla.
Pero por otro lado, también hay que tener el cuenta el argumento del ministerio. Lo que pretenden con esta asignatura no es sólo introducir una nueva serie de contenidos que los alumnos deban aprender, sino que quieren impulsar un cambio en la forma en la que los profesores de ciencias (física y química, y biología y geología) enfocan su trabajo docente.
Lo que también creo es que la “coexistencia” de esta materia y la de “Filosofía y Ciudadanía” (nombre al que auguro una corta vida) en un mismo curso, primero de bachillerato, puede generar una bonita dinámica de colaboración, a poco que los equipos docentes de ambas asignaturas se animen.
Es autor de un libro de texto de esta asignatura, ¿cuál ha sido su planteamiento?
No es en realidad un libro de texto, sino un conjunto de unidades didácticas transversales que han preparado el Ministerio de Educación y la FECYT. Partimos de la base de que el programa de la asignatura no está concebido para “darlo” desde el principio hasta el final, punto por punto, y con un examen de contenidos. Es más bien un conjunto de sugerencias sobre temas de interés social o cultural, pero que en cada centro puede adaptarse para tratar problemas que sean más importantes en el entorno, o para ocuparse de noticias que surjan en el momento. ¡En realidad, el mejor libro de texto de CMC tendría que ser el periódico, aliñado con revistas de divulgación!
Algunos profesores, críticos con esta asignatura, piensan que en vez de crear nuevas materias hace falta potenciar las más importantes, como la lengua o las matemáticas. ¿Cuál es su opinión?
No sólo lo piensan así profesores, sino mucha más gente. Yo soy muy crítico con la proliferación de asignaturas en la Secundaria, y no sólo eso, sino también con la “inflación” de los programas: es mejor estudiar poco, y muy profundamente, que mucho y superficialmente. Pero, como filósofo, y como ciudadano, pienso que, entre las cosas fundamentales que la educación debe aportar, está la capacidad de reflexionar y debatir críticamente, y de exponer racionalmente opiniones justificadas sobre los problemas que nos afectan.
Como director del Master de Periodismo Científico y Divulgación Científica en la UNED, ¿cree que los medios de comunicación tratan con rigor la realidad científica?
Por suerte, estamos experimentando un movimiento en la buena dirección. Casi todos los periódicos importantes contienen ya una sección regular de ciencia, en algunos casos, como El Mundo o Público, incluso diaria. Las revistas de divulgación científica más populares, que hace algunos años flirtearon demasiado con el mundo de lo paranormal, ahora parece que han abandonado en gran parte esa tentación. Incluso acaba de aparecer la versión española de Popular Science, para la que espero mucho éxito. Creo que, en el ámbito de las revistas, la tendencia es hacia la especialización: astronomía, medio ambiente, geografía, arqueología, etc. El gran “agujero negro” en esta materia sigue siendo la televisión, lo que es especialmente doloroso en el caso de las cadenas públicas, que han renunciado de manera casi total a su función educadora, e incluso han renunciado a satisfacer a la audiencia menos casposa.
¿Hay buenos divulgadores de la ciencia en España?
Claro que los hay. Teniendo a gente como Juan Luis Arsuaga, Jesús Mosterín, Javier Armentia, Javier Sampedro o Manuel Toharia, por citar sólo algunos, creo que no podemos quejarnos en este sentido. Lo que yo echo en falta es, más bien, una mayor vocación divulgadora por parte de científicos “consagrados”, pero para ello hace falta también ser muy buen escritor, y bastante suerte en el mundo editorial. También es necesario que los redactores encargados de las noticias de ciencia en los medios de comunicación tengan ellos mismos una cultura científica muy amplia, y una vocación didáctica que, a menudo, les falta.
¿Que opina de la banalización que se hace de la ciencia en ciertos programas de televisión que la muestran como una actividad digna de frikis?
Es realmente deplorable. No tengo nada en contra de hacer humor sobre la ciencia, más bien al contrario, pero sería muy bueno para el país que la imagen de la ciencia que recibe la gente a través de la televisión fuese la de una actividad enriquecedora, tanto en lo personal como en lo social... con sus problemas, ¡claro está!, pero estos problemas también deberían abordarse de una forma seria.
¿Por qué cree que es más “serio” el tratamiento de las pseudo-ciencias en los mismos medios?
Si entendemos por “serio” el que se hable en un tono misterioso... En fin, reconozco que prefiero la voz de Rodríguez de la Fuente antes que la de Iker Jiménez.
Además de la filosofía y la ciencia, tiene un interés por la economía. ¿Cree que la ciencia es una actividad económica?
¡Desde luego! Nuestro nivel de bienestar, en comparación con el de la sociedad en la que vivieron nuestros tatarabuelos, se basa en tres pilares: los conocimientos científico-técnicos, la economía de mercado, y la democracia. Estos tres pilares sólo pueden funcionar de manera provechosa para la población si se retroalimentan continuamente.
¿Qué opina de la política científica española?
La política científica de los últimos 25 años ha conseguido poner a nuestro país, en términos generales, a la altura que nos corresponde por nuestro nivel de desarrollo económico y cultural. Lo peor de esta política es que se ha basado excesivamente en el fomento de la investigación en organismos públicos (universidades, CSIC, etc.) y en ciencia básica, dejando demasiado abandonado el fomento de la investigación aplicada por parte de empresas privadas. Espero que el reciente nombramiento de la nueva ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia, sea un paso correcto en la dirección contraria. No quiero decir que tenga que reducirse el esfuerzo en investigación básica, por supuesto, pero tanto el Gobierno como los empresarios deberían hacer un esfuerzo mayor en el otro sentido también.
¿Los diferentes gobiernos han tratado bien a la Universidad como institución?
¡Creo que la han tratado demasiado bien! Han fomentado la construcción de, como han dicho por ahí exagerando un poquito, “la universidad de la esquina” en cada barrio y en cada pueblo. Han creado una casta de profesores funcionarios acostumbrados a no tener que rendir cuentas de los resultados de su trabajo, y dejando entrar a muchos que no eran los candidatos óptimos, lo que ha creado un “tapón” para generaciones de candidatos mejor preparados. También han fomentado (o al menos, no han hecho nada para impedir) la cultura del esfuerzo nulo entre el alumnado, facilitando el ingreso sin casi ningún filtro, y poniendo a los profesores entre la espada y la pared con la amenaza de que, si suspendemos a muchos estudiantes, nos quedamos sin alumnos y nos cierran la facultad. ¡Si esto no es “tratar bien” a la tribu de los universitarios...! El problema es si esto era para lo que la sociedad necesitaba tener una universidad. En mi opinión, dos tercios de la universidad española actual deberían ser reconvertida en centros de formación profesional de grado superior, y el resto debería ser muy exigente con los alumnos y los profesores, tanto para el ingreso de ambos, como para la evaluación de sus resultados. Piénsese que, por ejemplo., en Finlandia, un país que tanto envidiamos por su sistema educativo, y con una de las rentas per cápita más altas del mundo, la universidad sólo ofrece plazas para un 10 % aproximadamente de los alumnos de secundaria; y la Universidad de Helsinki es una de las mejores de Europa.
Tiene en internet un blog, A Bordo del Otto Neurath, en el que vuelca sus opiniones sobre ciencia y religión. ¿Cree que en España existe un conflicto entre la ciencia y la religión como en otros países?
Afortunadamente, no. En general, en los últimos tiempos el catolicismo ha sabido adaptarse muy bien al desarrollo de la ciencia, y los católicos, salvo raras excepciones, no tienen por qué tener una actitud negativa hacia la ciencia por culpa de su fe, como pasa con otras confesiones. Otra cosa es que, desde mi punto de vista, la imagen científica del mundo muestra que la religión es, como decía Einstein, “una superstición infantil”, y en el blog me gusta poner este hecho de manifiesto con sentido del humor. Pero también es cierto que debemos tener una vigilancia permanente contra los ocasionales arrebatos de fundamentalismo que van surgiendo aquí y allá.
Por último, ¿la ciencia es divertida?
¡Claro que sí! Dicen que el ser humano es un animal “informívoro”, lo que quiere decir que está programado genéticamente para disfrutar con la "ingesta de información", igual que con la comida y con el sexo. Al fin y al cabo, tanto “Salsa Rosa” como “Minuto y Resultado” son programas de televisión que la gente ve porque tiene avidez por enterarse de ciertas cosas. Entre esta información sobre goles y famosillos, y la información que te permite comprender y enterarte de las cosas maravillosas que pueblan el universo, hay sólo una diferencia de calidad, como la que hay entre una lasaña congelada y un plato de jamón ibérico, o entre el Chiki-Chiki y la Sinfonía 40 de Mozart. Es una simple cuestión de cultura y de educación el que uno desarrolle el “buen gusto” por los tipos de información “de alta calidad”... Entre los que no sólo se incluye la ciencia, claro. Lo que hace falta, también, es que contemos con buenos divulgadores y profesores que sepan transmitirnos ese placer y las mejores formas de apreciarlo.