Juan Feliu transmite entusiasmo por su campo de investigación, en particular por avanzar en el desarrollo de la pila de combustible a base de alcohol. Se muestra muy concienciado con la protección del medio ambiente, e intenta fomentar la creatividad entre su alumnado. Cree que para que el planeta no se vaya a pique hay que producir de forma menos agresiva.
Este catedrático de la Universidad de Alicante ha sido el primer presidente español de la Sociedad Internacional de Electroquímica y en la actualidad dirige un Instituto Universitario muy competitivo a nivel internacional. Entre los proyectos que desarrolla su equipo, se incluyen dos europeos, un tercero del Ministerio de Ciencia e Innovación. La Generalitat Valenciana les acaba de conceder una subvención para el proyecto Electroquímica de Superficies, dentro del Programa Prometeo.
¿En qué campo de la investigación se centra usted?
Yo trabajo en electroquímica, que es una especialidad dentro de la química física, y me interesa estudiar cómo una especie química transfiere electrones con una superficie metálica y cómo, intercambiando esos electrones, produce una reacción química. Si conocemos cómo tiene lugar esta reacción, podremos conseguir que vaya más rápida y obtendremos en menos tiempo el producto deseado, o su energía útil, como en el caso de las pilas o las baterías donde el producto es secundario.
Me he centrado en la parte más fundamental del estudio de esta transferencia de carga sobre el platino, que es el mejor catalizador para comprender las reacciones de las pilas de combustible, que son capaces de crear energía eléctrica a partir de una reacción química entre un combustible (como el metanol o alcohol de quemar) y el oxígeno. Existen diseños de pilas de hidrógeno que funcionan bien para producir energía y ya están en fase de desarrollo práctico. Pero el problema es que producir hidrógeno es caro y el alcohol se puede extraer a partir de residuos agrícolas, es un recurso inagotable y renovable.
Se han empezado a fabricar pilas de combustible de alcoholes para teléfonos móviles y otros sistemas de baja energía, pero su rendimiento es bajo y es necesario avanzar en el aprovechamiento de estos combustibles.
Tras seis años al frente del Instituto de Electroquímica, ¿cuáles son los siguientes retos?
Lo más urgente es instalarnos en el nuevo edificio del Instituto. Tenemos terminada la construcción y ahora hay que llenarlo con mobiliario, instrumentación científica y personal. Es un paso importante porque nos permitirá llevar a cabo muchos más proyectos, y de mayor envergadura. Nuestro instituto es muy competitivo en varias líneas de investigación, en concreto en electroquímica fundamental, aplicada, fotoelectroquímica, y espectroelectroquímica. Somos muy conocidos en el panorama internacional. Gracias a las nuevas posibilidades que nos brinda este edificio, seremos capaces de aumentar e intensificar las actividades que desarrollamos. En especial, nos interesa iniciar líneas nuevas para las cuales es necesario disponer de laboratorios específicos.
¿Nos podría adelantar alguno de los nuevos proyectos en los que trabajarán?
Hay un proyecto de la Unión Europea, que nosotros coordinamos. Se llama Bacwire (Bacterial Wiring for Energy Conversion and Bioremediation) y trata de desarrollar pilas a base de bacterias y de productos de deshecho de las depuradoras. Existen unos microorganismos llamados geobacter sulfurreducens que comen acetato (el vinagre), subproducto que se genera en grandes cantidades en las depuradoras. En la naturaleza, las bacterias ingieren acetato y generan CO2 y metano. El metano tiene un efecto invernadero mucho mayor que el CO2. Se ha descubierto que las geobacter adheridas a una superficie, en nuestro caso a un electrodo, ingieren acetato y el 95% de la energía de esa metabolización (para formar solo CO2) puede cederse en forma de electrones. Y, como ya se sabe, con un electrodo que produzca electrones y otro que los acepte se puede construir una pila.
El problema que existe hoy es que las bacterias producen electrones a un ritmo demasiado lento. Si avanzamos en el conocimiento de la manera en que actúan estas bacterias y facilitamos su transferencia electrónica, podremos seleccionar la cepa especializada más adecuada y conseguir que el proceso de generación de energía sea más rápido y también concentrarlo donde deseemos.
¿Cuál es la relación del Instituto con la industria?
Colaboramos en proyectos con muchas empresas españolas relacionados con la descontaminación del agua, por ejemplo, o la síntesis de productos farmacéuticos. En campos de mayor envergadura, como la creación de una pila de combustible que utilice alcohol directamente, la colaboración es más escasa.
Estas investigaciones se están desarrollando en otros países, Japón, Estados Unidos, Alemania y Reino Unido, sobre todo. En España hay poca investigación aplicada dirigida a esta industria. No existen empresas grandes, multinacionales que pueden abordar investigaciones de grandes inversiones aunque no produzcan resultados inmediatos.
Asistió recientemente a la Bienal de la Real Sociedad de Química, ¿cuál fue su impresión?
Es una reunión muy numerosa, un escaparate del desarrollo de la investigación en todos los campos de la Química en España, que es enorme comparado con lo que había la primera vez que asistí en 1978. El problema es que no se puede ver todo. En agosto estuve en varias reuniones internacionales de electroquímica, más específicas y reducidas.
De las distinciones que ha recibido y los cargos que ha ostentado, ¿de cuál guarda un recuerdo especial?
El Brian E. Conway Award for Physical Electrochemistry, que me concedieron el año pasado. Fue la primera edición del galardón promovido por la división de Física de la Sociedad Internacional de Electroquímica junto con la sección canadiense.
De los científicos de su campo, ¿quién le inspira en su trabajo?
Uno de ellos sin duda es Brian Conway, que escribió libros que he estudiado y al que conocí personalmente. Además visitó la Universidad de Alicante en varias ocasiones. Otras figuras que admiro son Roger Parsons, que también nos visitó un par de veces, o Alexander Frumkin, al que nunca conocí. También quisiera destacar a Antonio Aldaz que fue quien inició la línea de electroquímica en Alicante. Yo me trasladé desde la Universidad de Barcelona para poder trabajar con él. También le debo mucho a Jean Clavilier, quien me enseñó los principios de la electroquímica interfacial.
Empezó en este campo de la química relativamente tarde, cuando ya tenía 35 años. ¿Por qué dedicarse a esta rama?
Aunque yo trabajaba en electroquímica desde mi doctorado, el paso a la Interfase fue posterior, ya en Alicante. Siempre me han resultado fascinantes las reacciones que se dan en un espacio muy pequeño entre un metal y una disolución. Entender exactamente lo que ocurría en esa interfase a nivel molecular fue lo que más me interesó y me sigue apasionando. Es un trabajo con un alto nivel de creatividad. Porque hacer investigación es algo enormemente creativo y competitivo, en un mundo donde existen muchos grupos trabajando en lo mismo. Plantear experimentos nuevos y encontrar soluciones antes que tus colegas exige un nivel de imaginación muy grande, sobre todo con medios limitados, y desde el punto de vista personal llena mucho.
¿Los estudiantes también se emocionan?
He tenido suerte con mis estudiantes de Tercer Ciclo porque se han mostrado muy capaces. He intentado informarles de la mejor forma posible pero, sobre todo, he pretendido darles vías para el autoaprendizaje. Hay que fomentar que los estudiantes universitariosaprendan a escoger por sí mismos las soluciones a los problemas que aparecen en el laboratorio, explotando sus propios recursos. El profesor ha de adoptar un papel más lejano que en la enseñanza Primaria, donde el alumnado requiere una guía inmediata y muy continuada de sus preofesores. Al estudiante universitario no hay que llevarlo de la mano en todo momento.
¿Apoya la creación de empresas derivadas de la investigación universitaria?
A mí me parece muy interesante y en Estados Unidos se está explotando mucho. Creo que un problema con el que se encuentran los investigadores españoles es la lentitud del proceso requerido para poder desarrollar una empresa. Yo no tengo experiencia en este ámbito y me considero poco preparado para el mundo de la empresa. La investigación, si es de calidad, genera conocimiento, pero solo una parte es aplicable de forma inmediata. Mi línea de investigación en electroquímica interfacial no es la más adecuada para una aplicación inmediata. Sin embargo, desde el Instituto hay varios grupos que están estudiando la manera de crear dos spin-offs sobre la síntesis de materiales nanoparticulados y otra relacionada con la biotecnología.