La historia de la localidad salmantina de Béjar está muy ligada a la industria textil, pero los nuevos tiempos exigen mejoras e innovación para que estos negocios sigan siendo competitivos. Un grupo de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Industrial, perteneciente a la Universidad de Salamanca, trabaja para encontrar mejores sistemas que los actuales, pero el rigor científico exige un primer paso: lograr un sistema fiable para medir el grado de blanco.
Aunque a simple vista pueda parecer que todas las lanas son blancas, en realidad, presentan matices amarillentos muy diversos que se mezclan. En el color influyen factores genéticos de la oveja, pero también la alimentación, las condiciones ambientales del animal y las de almacenamiento una vez esquilada, según explica Javier Ramón Sánchez, científico del Departamento de Ingeniería Química y Textil que lidera esta investigación.
La lana se esquila y se clasifica por su longitud, diámetro y color, distinguiéndose así varios tipos. En este sentido, las lanas españolas suelen tener muchas impurezas, mientras que en el mundo, las más apreciadas son las australianas y sudafricanas por tener fibras de mayor longitud y más finas.
Una vez esquilada, se obtiene una lana sucia que mezcla colores y que tiene grasa o suarda. El lavado industrial al que se la somete no impide que siga teniendo restos vegetales y minerales. Después, se pasa por la cardadora, que deja una especie de velo tras estirar y homogeneizar las fibras. Otras máquinas llamadas peinadoras perfeccionan este trabajo haciendo el tejido más homogéneo y eliminando las fibras cortas Finalmente, en las máquinas de hilar se obtiene un hilo que aún es amarillento y que tiene que ser sometido a blanqueo y eliminación de impurezas vegetales por medio de productos químicos.
Color y precio
El color de la lana influye de forma importante en su precio, pero la empresa bejarana Manufacturas S. A., con la que colabora el grupo de investigación, sólo llega hasta el proceso de peinado, antes de que se produzca el blanqueo. Por eso, el objetivo es desarrollar un sistema que permita realizar ese blanqueo antes de la fase de peinado. Sin embargo para empezar a desarrollar un método que permita hacerlo, el primer paso al que se enfrentan los científicos es cómo medir el grado de blanco.
Esta medición se realiza en un aparato llamado espectrofotómetro de reflexión. “Lanza una luz que se refleja en el tejido y se recoge en un detector, es decir, simula el funcionamiento del ojo humano”, señala Sánchez. En realidad, la luz se descompone en los colores azul, verde y rojo y el cerebro integra estas tres señales. Pues bien, en este caso, la señal que envía el espectrofotómetro es procesada por un ordenador, en el que el software mide los colores y también el grado de blanco.
Los investigadores se proponen desarrollar un sistema para medir esta blancura tras el peinado y tras el lavado industrial, es decir, en floca. Sin embargo, se trata de un reto complicado porque en el vellón procedente de la oveja hay fibras de características muy distintas en cuanto a longitud, finura y color. “Sin una buena preparación previa de la muestra en la que queden bien mezcladas las fibras, no se puede obtener un resultado homogéneo”, asegura Sánchez.
A pesar de que existen algunas normas internacionales sobre cómo realizar este tipo de mediciones, generalmente, a través de dispositivos especiales de cristal en los que se introduce a presión cierta cantidad de materia antes de observarla en el espectrofotómetro, los investigadores de Béjar consideran que “no conducen a resultados reproducibles” y, por lo tanto, científicos.
La búsqueda de un procedimiento más preciso pasa por encontrar una preparación de la muestra que la haga homogénea. Los estudios incluyen realizar blanqueos de la materia prima en peinado y en floca con diferentes grados de reactivos. En definitiva, el objetivo es innovar en las primeras etapas del proceso.
Las cualidades de una fibra natural
La lana es un producto que el ser humano emplea desde hace miles de años y, sin embargo, lejos de quedarse atrás como materia prima, sigue siendo esencial en la vestimenta a pesar de la aparición de nuevos textiles, sobre todo en los últimos tiempos. Además, los expertos auguran una larga vida para este producto tan tradicional porque presenta características inigualables en muchas facetas y, de hecho, es un componente habitual de muchos tipo de ropa, ropa deportiva, alfombras, tapicerías, moquetas e incluso prendas de protección.
Para empezar, absorbe y elimina la humedad, de manera que quien la viste encuentra un clima propio muy adaptable a diferentes situaciones. Además, por su alto contenido en agua y nitrógeno, es un tejido no ignífugo, pero bastante resistente al fuego de forma natural, sin añadidos químicos. Además, también proporciona protección frente a los rayos ultravioleta.
Asimismo, el investigador Javier Sánchez Román destaca que se trata de “una materia prima natural, renovable, reciclable y biodegradable”, valores que en la actualidad son muy demandados ante la preocupación creciente por el medio ambiente.
Por eso, a todas las propiedades que se le atribuyen tradicionalmente y a las que conocemos en la actualidad, hay que añadir el hecho de que se trata de una fibra ecológica y, por lo tanto, un recurso sostenible.