Un estudio realizado por un equipo de investigación liderado por la Universidad Pablo de Olavide analiza la evolución de los requerimientos de tierra por parte de la economía española desde 1900 hasta 2008. Entre las conclusiones destaca que el aumento de la población y los cambios en la dieta han requerido más superficie que la que ahorraron las mejoras técnicas en los cultivos. Gran parte de esta superficie se ‘externaliza’, es decir, se cultiva fuera de España.
Científicos de las Universidades Pablo de Olavide (UPO), Córdoba (UCO) y Jaén (UJA) han analizado la evolución de los requerimientos de superficie cultivada española desde 1900 hasta 2008 relacionándola por primera vez con el consumo.
Según este trabajo, los incrementos de productividad realizados en el último siglo son insuficientes para atender las demandas de tierra producidas por el incremento del consumo debido al aumento de población y, sobre todo, por el cambio en la dieta, más basada ahora en productos cárnicos. Así, los habitantes de España necesitan una extensión de tierra cultivada similar dentro y fuera del país para abastecer su consumo.
El artículo publicado en la revista Land Use Policy, ha estimado el suelo requerido para producir biomasa, esto es, los productos agrarios y forestales que España consume. Para ello tuvo en cuenta los productos agrarios y forestales que se importan y se exportan (incluidos los cultivos industriales y para alimento animal), calculando la superficie que requieren.
“La mayoría de productos de biomasa requieren grandes cantidades de tierra para su producción”, explica Juan Infante Amate, investigador de la Universidad Pablo de Olavide (UPO) de Sevilla y autor principal del trabajo.
“Nuestro estudio muestra que las necesidades de tierra han crecido mucho en España, sobre todo desde 1960”, continúa Infante. “Sin embargo, durante ese período ha caído la superficie cultivada en el país”. Efectivamente, la superficie cultivada en España en el año 1960 era de 20,4 millones de hectáreas (Mha), mientras que en 2008 ocupaba 17,3 Mha, según refleja el trabajo.
El cambio tecnológico, que ha multiplicado por 3 la producción por hectárea, ha permitido un ahorro de 27,1 millones de hectáreas de cultivo en España en el último siglo. Sin embargo, el aumento de la población requirió 17,6 Mha adicionales, y el cambio en la dieta 15,2. “Esos 6 millones adicionales en la demanda más lo que dejamos de cultivar aquí provienen de otros países” concluye Infante.
Las excepciones del olivar y los tomates
A partir de los sesenta se ha observado un aumento acelerado en la brecha entre la superficie cultivada dentro y fuera del país, llegando a las 22,8 Mha importadas en 2008, 7 veces más que hace 50 años.
“Mediante la importación de productos agrarios de otros países lo que hacemos es ocupar virtualmente su tierra”, resume el investigador. Como consecuencia, España necesita la misma superficie cultivada fuera del país que dentro. España se ha convertido en importador neto de cultivos como cereales, frutas y verduras, mientras que sigue exportando uno de los cultivos más importantes en Andalucía, el olivar. La superficie de este cultivo aumentó en España de 1,3 a 2,4 millones de hectáreas durante el último siglo, de la que se exporta casi la mitad (1,2 Mha).
“El impacto es que nuestro modelo de consumo requiere la ocupación de más tierra, un recurso escaso y frágil a nivel global. Además, externalizar el consumo fuera del país nos hace menos soberanos en términos alimentarios. Por otro lado, esos flujos comerciales generan impactos ambientales en los países que nos exportan, como emisiones de gases de efecto invernadero, deforestación, pérdida de biodiversidad o erosión”.
Según Infante, el caso más evidente es el de la soja que viene de Brasil: sirve para alimentar animales en España para sostener una dieta cada vez más cárnica, pero allí genera problemas como la deforestación o el desplazamiento de comunidades locales, que la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) señala como problemas de primer nivel.
El investigador de la UPO asegura que esta tendencia a ‘externalizar’ la tierra cultivada es común en países ricos con alta densidad de población, aunque también se da en países del norte de África por la aridez del clima. Este sistema también tiene ventajas desde el punto de vista de aprovechamiento del suelo ya que el comercio permite localizar la producción de manera más eficiente.
Así, por ejemplo, el estudio pone de manifiesto que es ineficiente importar tomates, puesto que la productividad de este cultivo en España dobla a la de fuera. Sin embargo, Infante remarca que en este estudio sólo se cuenta el uso de suelo. “Los impactos ambientales o la eficiencia productiva deben analizarse abordando otros elementos como la fertilidad del suelo, el impacto en el clima y otras variables económicas”, subraya.
Este estudio, que cuenta con financiación del Consejo de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanidades de Canadá y del Ministerio de Economía y Competitividad español, identifica los factores que convierten a España en un país que necesita terrenos de cultivo en el exterior y que externaliza los impactos.
Esta externalización de los cultivos tiene ventajas, pero también promueve un consumo excesivo que tiene importantes impactos en los países productores. Los investigadores pretenden seguir estudiando cómo afectarían cambios tecnológicos, en la dieta o en el clima, a la demanda de tierra en los próximos años, lo que permitirá diseñar políticas agrarias y alimentarias más sostenibles.
Referencia bibliográfica:
Infante-Amate, J., Aguilera, E., Palmeri, F., Guzmán, G., Soto, D., García-Ruiz, R., González de Molina, M. “Land embodied in Spain’s biomass trade and consumption (1900–2008): Historical changes, drivers and impacts”, Land Use Policy 78 (2018), 493-502.