La pérdida de olfato y los trastornos del sueño podrían ser los primeros síntomas previos a la enfermedad de Alzheimer, según ha detectado un grupo de expertos del Laboratorio de Neurociencia Funcional de la Universidad Pablo de Olavide.
Una de las hipótesis sobre las que trabaja el equipo de investigadores de la Olavide es que existe una estrecha relación entre la pérdida de la función olfativa y las alteraciones de la memoria, desde fases muy tempranas de la enfermedad. "Al evaluar la función olfativa de una persona con quejas subjetivas de memoria y cuantificar los cambios anatómicos producidos en las áreas cerebrales que participan en esta función, observamos un deterioro de la capacidad olfativa acompañado de una pérdida de integridad anatómica de estas áreas", explica el profesor de Fisiología y director del equipo de investigación del Laboratorio de Neurociencia Funcional de la UPO, José Luis Cantero.
"La sensibilidad de estos marcadores parece incrementar si medimos los niveles de beta amiloide, una de las proteínas que aparece en exceso en pacientes con alzhéimer, y seleccionamos a personas con cierta predisposición genética a padecer la enfermedad", añade el investigador. Cantero ha sido nombrado recientemente Académico Correspondiente de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras de Jerez de la Frontera y es también integrante del Centro de Investigación en Red sobre Enfermedades Neurodegenerativas (CIBERNED).
Los estudios desarrollados por los neurocientíficos de la Olavide apuntan a que no existe un único marcador temprano de la enfermedad de Alzheimer. Es necesario combinar indicadores muy diversos, derivados de la genética, biología molecular, neuroimagen, electrofisiología cerebral y neuropsicología para crear un escenario que se acerca cada vez más al diagnóstico precoz del alzhéimer.
En busca de marcadores tempranos
La línea de investigación sobre la que trabaja este grupo tiene como objetivo establecer marcadores tempranos que permitan prevenir o tratar la enfermedad antes de que aparezcan los primeros síntomas de deterioro cognitivo irreversible. "Tras décadas de investigación sabemos que la batalla contra el alzhéimer hay que librarla en las fases presintomáticas, unos 10 o 15 años antes de que se produzca el diagnóstico clínico, cuando el paciente comienza a tener quejas subjetivas de memoria que pasan desapercibidas en las exploraciones clínicas convencionales. En este punto podemos empezar a soñar con la prevención de esta enfermedad".
Asimismo, los resultados de este equipo de investigadores sugieren que las personas con deterioro cognitivo leve, antesala de la enfermedad de Alzheimer, presentan una disminución de volumen del núcleo basal de Meynert que acompaña a alteraciones en la estructura del ciclo vigilia-sueño.
"Los pacientes con deterioro cognitivo leve muestran menos sueño REM y un sueño de ondas lentas (profundo) más fragmentado. A esto se une que estas personas presentan una disminución de volumen del núcleo basal de Meynert, una estructura cerebral que contiene el 80% de neuronas colinérgicas que hacen sinapsis en la corteza cerebral, donde residen funciones cognitivas como la memoria, la atención, y facilitan determinadas propiedades electrofisiológicas del sueño REM", apunta Cantero. “Sin duda, el triángulo neurodegeneración, memoria y sueño tiene mucho que decir en relación con las fases incipientes de la enfermedad de Alzheimer", añade.
Tres años de trabajo
En 2005 los neurocientíficos de la Olavide pusieron en marcha un estudio longitudinal que permitió seguir a personas mayores sanas y a otras con deterioro cognitivo leve durante 3 años. Esta investigación ha permitido identificar marcadores de neuroimagen y de electrofisiología cerebral que diferencian los procesos de envejecimiento cerebral normal de aquellos derivados de las fases tempranas de la neurodegeneración.
Este trabajo se enmarca dentro de un amplio proyecto multidisciplinar orientado a la detección precoz de la enfermedad de Alzheimer basada en la combinación de diferentes marcadores. Coordinado por el Laboratorio de Neurociencia Funcional (UPO) en colaboración con diversos Servicios clínicos del Hospital Universitario Virgen del Rocío y del Hospital Infanta Luisa.
El proyecto en sus diferentes fases ha sido financiado por el VI Programa Marco de la Unión Europea, Programa Nacional de Biomedicina del Ministerio de Ciencia e Innovación y la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa de la Junta de Andalucía a través del programa de proyectos de excelencia desde el año 2006, incentivado con 301.073 € en total. Asimismo, el proyecto ha contado desde 2008 con el apoyo del Centro de Investigación en Red sobre Enfermedades Neurodegenerativas (CIBERNED) a través de su Programa 'Enfermedad de Alzheimer y otras demencias degenerativas'.