Los edificios del centro histórico de Salamanca están construidos con piedra arenisca de Villamayor, pero el deterioro que sufre este material en la parte baja de las fachadas ha hecho que con el paso de los siglos se opte por el granito para los basamentos, en concreto, una roca local conocida popularmente como “piedra pajarrilla”. Sin embargo, a menudo las restauraciones no utilizan este granito original, sino otros similares de peor calidad. Ahora, una investigación se propone identificar el material original y las canteras de las que se extrajo para recurrir a ellas en los procesos de restauración.
"Los materiales con los que se restauran los edificios históricos no son iguales que los originales, son parecidos pero distintos y en algunas ocasiones no responden igual al paso del tiempo", señala en declaraciones a DiCYT Carlos González Neila, ingeniero geólogo que ha obtenido una beca de la Fundación Patrimonio Histórico para desarrollar esta investigación en la Universidad de Salamanca bajo la dirección de Dolores Pereira. “Nuestra intención es definir el material original, compararlo con los que se están utilizando en la actualidad y catalogarlos todos”, señala.
El objetivo es que en un futuro la restauración se lleve a cabo con materiales de la misma procedencia que los originales, canteras de granito de nódulos o “piedra pajarilla”, según la denominación popular. “En general, sabemos que vienen de canteras cercanas a Salamanca, pero precisar la ubicación es uno de los objetivos del trabajo, tenemos que buscar en los archivos históricos y aplicar técnicas de análisis geológico”, indica el experto. Entre estas últimas, está la técnica de lámina delgada para averiguar la petrología de la roca, es decir, ver al microscopio los componentes minerales; también realizarán análisis químicos en los que puede colaborar la Universidad de Coimbra (Portugal); y estudios geomecánicos en colaboración con el Instituto Geológico y Minero de España (IGME).
También en Béjar, Ciudad Rodrigo y Ledesma
Además, el proyecto, de dos años de duración con opción a tres, incluye estudiar también los cascos históricos de Béjar, Ciudad Rodrigo y Ledesma. “Este trabajo puede cambiar radicalmente la política de restauración en Salamanca y en otros sitios”, afirma Carlos González Neila, que considera que no se está haciendo un buen trabajo en este sentido por desconocimiento.
La investigación, denominada 'Caracterización de los basamentos graníticos de los edificios históricos de Salamanca y su provincia; identificación de sus canteras. Implicaciones para el patrimonio arquitectónico de Castilla y León', ha recibido 24.000 euros de financiación por parte de la Fundación Patrimonio Histórico de Castilla y León, de los que la empresa Cabero Edificaciones aporta la mitad.
El basamento, la parte más sensible de las fachadas
El basamento es la parte de unión entre la fachada de un edificio y el suelo, es decir, la parte inferior de la misma y también “la zona en la que más sufre el material por la humedad o las heladas”, indica el investigador. Hace siglos, en el actual casco histórico de Salamanca se construía con piedra arenisca de Villamayor, pero pronto se evidenció su rápido deterioro y hace 500 años se impuso el basamento granítico que se aprecia, por ejemplo, en la catedral nueva. Sin embargo, “cuando no se utiliza una piedra adecuada, aunque sea granito, la erosión sigue siendo muy fuerte”. La calidad del granito es determinante, pero en muchas ocasiones procede incluso de fuera de Salamanca y no sólo se deteriora antes, “sino que rompe la línea visual de los basamentos graníticos de todo el casco histórico al pasar del color gris al rojo o al naranja”.