Derya Sert, una joven turca de 22 años que nació sin útero, fue en 2011 la primera mujer en el mundo en recibir el trasplante de este órgano con éxito. La fecundación in vitro se intentó el pasado lunes, y unos días después los doctores anunciaron su embarazo.
Médicos turcos han logrado por primera vez que un embrión se implante en un útero trasplantado, tal y como anunciaron el pasado viernes los especialistas de la Universidad de Akdeniz (Antalya, Turquía).
Derya Sert, de 22 años, nació sin útero por culpa del síndrome de Rokitansky –que afecta a 1 de cada 5.000 nacidas–. El 8 de agosto de 2011, un equipo de ocho médicos consiguió trasplantarle el útero de una mujer fallecida. Veinte días después, la joven Derya Sert empezó a tener menstruaciones normales y demostró así que el útero era funcional.
Aunque los médicos turcos anunciaron el trasplante en agosto de 2011, la comunidad científica desconfió hasta la publicación de los resultados en Fertility and Sterility –revista de referencia en este campo– el pasado mes de febrero, un año y medio después del trasplante. Por este motivo, el anuncio del embarazo se esperaba con recelo.
“La cirugía del trasplante fue el mayor reto en todo este proceso, debido a las infecciones o el rechazo que podían producirse”, explica a SINC la doctora Münire Erman Akar, especialista en fertilidad de la universidad de Akdeniz.
Si el embarazo tiene éxito, el niño nacerá por cesárea, y tras su nacimiento se le quitará el útero a Derya para evitar futuras complicaciones o rechazos.
La mayor dificultad de este embarazo reside en la medicación que se debe tomar para evitar el rechazo del órgano –como en cualquier trasplante– y que podría afectar al feto.
De madre a hija
Aunque Derya fue la primera mujer trasplantada de útero –y ahora la primera en estar embarazada– un equipo de médicos suecos está cerca de conseguir el mismo resultado con dos pacientes a las que sus madres les donaron los úteros.
El trasplante de útero no está exento de polémica, pero si el bebé de Derya nace sano podría ser el primer paso para que los miles de mujeres que carecen de útero en el mundo puedan lograr tener hijos.
A pesar de esto, algunos médicos defienden que los riesgos de un trasplante, así como los recursos que este requiere, solo deben asumirse para salvar vidas o mejorar la calidad de vida de los pacientes.