Cada seis segundos muere en el mundo una persona por culpa de un ictus. “Una de cada seis” es el lema del Día Mundial del Ictus de este año, que hace referencia al hecho de que uno de cada seis individuos sufrirá un ictus a lo largo de su vida. Según afirma la Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente el 85% de los casos se debe a factores de riesgo evitables.
“El ictus no es una consecuencia inevitable del envejecimiento. Mediante la identificación y la modificación de los factores de riesgo se puede reducir su incidencia y la tasa de mortalidad asociada”, afirma Freek Verheugt, investigador del hospital Onze Lieve Vrouwe Gasthuis de Ámsterdam (Países Bajos).
Las predicciones internacionales indican que la incidencia del ictus mortal (junto con la cardiopatía y el cáncer) seguirá aumentando y pasará de unos 6 millones por año en 2010 a casi 8 millones por año en 2030.
Según la Organización Mundial del Ictus (OMI), para reducir el riesgo de sufrir un ictus se deben seguir seis pasos: conocer los factores de riesgo –presión arterial alta, diabetes y colesterol alto–; hacer ejercicio con regularidad; mantener una dieta saludable y evitar la obesidad; limitar el consumo de alcohol; no fumar y reconocer las señales de alerta de un ictus.
La OMI destaca también la importancia de las señales de alerta: entumecimiento repentino, problemas repentinos de habla o visión, pérdida del equilibrio o vértigo repentino y dolor de cabeza intenso sin causa aparente. Cualquiera de estas señales es motivo de alarma porque, tal y como explica Verheugt, en el ictus cualquier minuto cuenta y puede ser vital para sobrevivir.
Cada año se producen más de un millón de casos de ictus en Europa. Esta enfermedad, junto con las cardiopatías, el cáncer, la diabetes y las enfermedades respiratorias crónicas, son patologías no transmisibles cuyo riesgo de padecerlas aumenta con el tabaquismo, una dieta inadecuada, el sedentarismo y un consumo excesivo de alcohol. Los pilares del tratamiento son los cuidados hospitalarios, la medicación, la cirugía vascular y la rehabilitación.
Un déficit neurológico
El ictus –también conocido como enfermedad cerebrovascular– ocurre cuando un vaso sanguíneo que lleva oxígeno al cerebro se ve bloqueado por un coágulo (ictus isquémico) o revienta (ictus hemorrágico). Sin oxígeno ni nutrientes, las células del cerebro comienzan a morir. El alcance y la ubicación de este daño son los que determinan su gravedad.
En 1976, la OMS definió el ictus como “un déficit neurológico de causa cerebrovascular que persiste después de 24 horas o se interrumpe con la muerte en las primeras 24 horas”.
El estudio Interstroke, que se presentó en 2010 tras un análisis de los datos de 22 países sobre el ictus, muestra que diez factores de riesgo están relacionados con el 90% del riesgo de sufrir un ictus. El principal efecto de cada uno de los factores de riesgo que se atribuyó fue, en el 35% de los casos, la hipertensión; en el 26,5%, el índice cintura-cadera; y en el 19%, el tabaquismo.