La misión de SINC va más allá de informar, y sirve para mejorar el periodismo científico español. Puede ser un laboratorio de pruebas tanto para temas y enfoques innovadores como para nuevos talentos.
Mi primer contacto con SINC fue en verano de 2008, pocos meses después de su inicio, cuando durante el ESOF de Barcelona me hicieron una entrevista sobre la beca Knight de periodismo científico que acababa de disfrutar en el MIT. Yo hablé de gusanos planos de ocho cabezas.
Semanas antes, investigadores del Whitehead Institute me habían mostrado las planarias que utilizaban para buscar genes clave en diferentes procesos metabólicos, utilizando ARN de interferencia. En concreto habían identificado un gen relacionado con la simetría corporal, que parecía decirles a las células del abdomen dónde estaba la cola y dónde la cabeza. Si cortaban una planaria por la mitad sobreexpresando ese gen, de la parte de la cola volvía a salir otra cola. Y si lo silenciaban, de ambos fragmentos crecían cabezas.
El descubrimiento podía ser importante en el campo de la medicina regenerativa y blablablá, pero hasta que eso ocurriera, los postdocs del Whitehead Institute se distraían haciendo cortes con el gen silenciado para ver cuántas cabezas podían conseguir. Ocho fue el récord. En realidad era una frivolidad, pero definía perfectamente la personalidad que yo quería asumir como comunicador científico.
Pasaba de quedarme en una silla haciendo refritos del PNAS o Science de turno, volver a hablar de Galileo, rediscutir sobre cansinos temas como la interacción entre ciencia y religión, o cortar-editar-pegar-adornar textos ya publicados. Quería intentar ser un explorador científico que visitara directamente a los investigadores en sus laboratorios, robarles sus cerebros, y ser capaz de ofrecer algún enfoque o resultado novedoso, antes incluso de ser publicado.
Contar historias con cabeza y corazón
Mi reto era aportar algo diferente y con una visión personal. Y podía hacerlo gracias a dos factores. Uno era la inmediatez y libertad que me ofrecía escribir un blog en El País. Ningún editor me habría comprado la nota de las planarias, pero yo era capaz de publicarla a las pocas horas de haberlas descubierto transmitiéndole al lector la pasión intacta que todavía mantenía tras mi 'aha moment'. Era casi ciencia en directo para quienes quisieran compartir mi aventura. Y esto, en un periodismo científico español que peca de excesivo formalismo y en el que nadie explica historias (story dicen en inglés, por algo), tenía su valor.
Aunque admito que el factor decisivo era otro: 6.000 dólares al mes que me pagaba la beca del MIT para pasearme a mis anchas por el MIT y Harvard con el único objetivo de pasar nueve meses aprendiendo toda la ciencia que yo quisiera, y así ser capaz de transmitirla a la sociedad. Me daba igual si me pagaban o no por escribir, y cuántas horas invirtiera documentándome. Tenía recursos, material buenísimo donde elegir, y el compromiso de cumplir mi misión. El Knight Science Journalism Fellowship celebra 30 años este 2013 y por él han pasado más de 300 periodistas científicos profesionales. Y eso tiene su impacto. Ya tardamos en implantar algo parecido a nivel Europeo y Latinoamericano.
Yo no competía por las grandes noticias sobre el genoma del neandertal, los exoplanetas en zonas habitables, o los resultados de la vacuna contra la malaria. Eso ya lo hacían los periodistas de otros medios de comunicación. Mi reto era contar historias propias escritas con la cabeza y el corazón, y con la condición de que pudieran ser atractivas para un público relativamente amplio. Seguro que no siempre lo conseguía, pero no consulté ni una única vez cuantas visitas tenía mi blog, ni qué entradas eran más exitosas. Había artículos cuyo valor no se medía por clics.
SINC es un laboratorio de pruebas
En cierta manera, algo parecido creo que le ocurre a SINC. Para mí el valor de SINC no está en las notas sobre el paper de la semana en Nature, o el anuncio científico que ya cubrirán igualmente otros medios. Es obvio que las debe sacar, pero lo que más me interesa son esas noticias locales o reportajes con un enfoque original que –siempre con altos estándares periodísticos– saca de manera regular. Esto es lo que le da personalidad.
De hecho, SINC refleja un cambio importante en el panorama comunicativo de estos últimos cinco años. Deduzco que nació como una agencia cuya misión era facilitar la información científica a otros medios, pero se está convirtiendo en un medio en sí mismo. Su objetivo ya no es solo llegar al público a través de los medios establecidos, ahora puede –gracias sobre todo al auge de las redes sociales– llegar directamente al lector.
En mi opinión, su misión va más allá de informar, y sirve para mejorar el periodismo científico español. SINC puede ser un laboratorio de pruebas tanto para temas y enfoques innovadores como para nuevos talentos del periodismo científico. En estos cinco años SINC ha construido una estructura muy sólida que le permite mucho margen de crecimiento. Felicidades por el buen trabajo realizado estos cinco años, y ánimo, a innovar todavía más.
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