Chiquito de la Calzada se ha ido y nos ha dejado sus chistes y expresiones inventadas. Estas ya forman parte de la jerga española, pero corren el riesgo de desaparecer. El principal problema es que más de veinte años después, nadie sabe aún qué es un ‘fistro’. Académicos y lingüistas consultados por Sinc dudan de las posibilidades de supervivencia de esta palabra en la lengua castellana.
“Dos borrachos en un bar y le dice uno muy serio al otro: ¡Eres un ‘fistro’! Trabajas menos que el sastre de Tarzán, ¡cobarde!”. Así empezaba el primer chiste que Gregorio Esteban Sánchez, más conocido como Chiquito de la Calzada, contó en 1994 durante su debut televisivo. Era la primera vez que España escuchaba una palabra que sería repetida durante años sin que nadie supiera qué significaba ni de dónde había salido. Ahora que el humorista malagueño nos ha dejado, ¿desaparecerá también su ‘fistro’?
Varias campañas de Change.org ya piden la inclusión de 'fistro' en el diccionario de la RAE, pero los expertos consultados por Sinc dudan que sobreviva. “Es muy difícil que una palabra de este tipo entre en la lengua, aunque no significa que sea imposible”, asegura Javier Bezos, uno de los miembros de la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA). “Depende de que pase de una generación a otra, algo que en este caso no parece que esté ocurriendo”.
“Creo que será difícil la supervivencia de ‘fistro’ porque está muy ligado a un origen y un contexto muy concretos, que cada vez resultan más lejanos y extraños a los hablantes, en especial a las nuevas generaciones”, explica a Sinc el sociolingüista Francisco Moreno, que es director del Instituto Cervantes en la Universidad de Harvard (EEUU).
Para el filólogo Manuel Alvar Ezquerra, miembro correspondiente por Andalucía de la Real Academia Española, el problema de ‘fistro’ está en su misterio. “No tiene significación, es como algunas palabras que utiliza Forges en sus chistes. No se sabe el contexto en el que hay que usarla”. Las palabras, explica, lo son porque tienen forma —cómo se pronuncian y escriben— y significación —su contenido—. “Si no hay significado, no hay palabra”, añade este catedrático de Lengua Española de la Universidad Complutense de Madrid.
Pilar García Mouton, investigadora del Instituto de Lengua, Literatura y Antropología del CSIC, coincide con sus compañeros y no cree que en una década se siga diciendo ‘fistro’. “Este tipo de palabras no quieren decir nada fuera de su entorno. Algunas han tenido fortuna y se han quedado, pero un término como este que es propio de un contexto muy claro es difícil que perdure”.
Ni Chiquito sabía lo que era un ‘fistro’, que utilizaba como vocativo para referirse a la gente, pero también a ciertas partes del cuerpo: “¡Eres más estrecha que el ‘fistro’ de la Barbie!”. Una muletilla cuyo origen no está claro, a pesar de que en internet abunden las leyendas sobre su creación. “Las palabras no se inventan de la nada, salvo casos raros”, aclara Alvar. “O las cogemos prestadas de otra lengua o las creamos a partir de los procedimientos de formación”. Así nacen palabras compuestas como “sacacorchos” o derivadas como “madridista”.
No hay una receta infalible para que un neologismo llegue al diccionario en lugar de desaparecer. “Es muy difícil saber qué hace que a la gente le caiga simpática una palabra. Es imprevisible”, reflexiona Bezos. Él sabe de lo que habla, pues en Fundéu proponen alternativas a voces inglesas, así como formas de denominar nuevos conceptos: “Algunas calan y otras no. Lo normal es que no lo hagan, pero a veces ocurre lo contrario”.
Genios de la literatura inventaron en sus obras palabras que no han perdurado, comenta Alvar. Es el caso de Jorge Luis Borges, Dámaso Alonso, Julio Cortázar y Nicolás Guillén. Pero lo que no logró Rayuela lo consiguió el rey de los monos: “La expresión ‘yuyu’ viene de las primeras películas sonoras de Tarzán: es lo que gritaban los porteadores al salir huyendo, en África significa magia”, explica.
‘Yuyu’ es uno de los pocos ejemplos de una palabra cuyo uso se extendió sin que nadie supiera qué significaba y que ha sobrevivido fuera del diccionario. Bezos recuerda otro caso más conocido que sí llegó a la RAE: la rebeca, chaqueta que toma su nombre de la película homónima de Hitchcock por la prenda que vestía uno de los personajes.
“A alguien se le ocurrió la idea de llamarla ‘rebeca’, se extendió y terminó por llamarse así. ¿Por qué? Es imposible saberlo. La lengua, por suerte o por desgracia, no obedece a reglas matemáticas”, señala Bezos.
¿Será ‘fistro’ una de estas excepciones? “Las palabras inventadas no tienen futuro, prácticamente no hay”, expone Alvar. “¿Quién dice ahora ‘mamachicho’? Nadie, pero hubo un momento en el que estaba en todas las conversaciones y medios”, algo similar a lo que sucedió con el más reciente ‘chiki-chiki’.
“Con cada uso que hacemos de una palabra estamos contribuyendo a su supervivencia”, dice Moreno, por lo que “podría llegar a plantearse su inclusión en el diccionario académico”, siempre que “continuara usándose con el valor de verba omnibus [palabras vagas como chisme, cosa o trasto] que tiene en la actualidad”.
La ruta que recorre un neologismo desde la calle hasta el diccionario es impredecible. “Muchísimas palabras se pierden por el camino y que las use un pequeño grupo de personas no garantiza su éxito”, explica Alvar. Una vez el término sale de este círculo reducido y se extiende por la sociedad hasta ser aceptado, su entrada en el diccionario de la Real Academia Española (DRAE) queda más cerca. En el caso de ‘fistro’, sería con la marca de “españolismo”, ya que no se conoce ni usa fuera de nuestro país.
Moreno piensa que “como mucho, podría convertirse en un indicador de hablantes de origen español y de un grupo generacional”. Esta última faceta de ‘fistro’ es la que llevó a la periodista Mar Abad a incluirlo en su libro De estraperlo a postureo: cada generación tiene sus palabras, en el que repasa la forma de hablar de los españoles según su edad: “[‘Fistro’] resultó tan fascinante que llegaron a plantear que se incluyera en el diccionario académico”, asegura la escritora en el texto.
En los últimos tiempos, neologismos tan polémicos como “amigovio” y “descambiar” han dado con la fórmula para ser aceptados. De modo que, si quiere contribuir a que el legado de Chiquito sobreviva, no olvide seguir diciendo ‘fistro’ cada vez que encuentre ocasión, aunque ya le advertimos de que no podemos garantizar el éxito de la campaña.