A punto de alcanzar el ecuador de la cuarta presidencia semestral española del Consejo de la Unión Europea (UE), SINC habla con un grupo de expertos del ‘Team Europa’ de la Comisión Europea: todos coinciden en llamarla “la presidencia de la transición al Tratado de Lisboa”, un acuerdo que deberá consolidar la posición política y económica de Europa en el mundo.
La actual presidencia española es la encargada de liderar la adopción de un nuevo plan de crecimiento y empleo de la UE, la Estrategia 2020. “España, como Presidencia de turno de la UE, debe promover una mayor cooperación entre los países miembros, que han de aprender de la crisis actual. La nueva Estrategia 2020 ha de buscar una estrategia concreta, obligatoria y bien enfocada, como lo fue el proyecto de mercado único en 1992”, explica Inma Valencia, abogada y Directora de la Oficina del Gobierno de Cantabria en Bruselas.
La Estrategia 2020 está basada en las tres dimensiones del modelo social europeo: sostenibilidad económica, social y medioambiental. En este último apartado tienen especial relevancia la política energética y en concreto el Plan de Energía 2010-2012.
Para Agustín Ulied Martínez, profesor del Departamento de Economía de la escuela de negocios ESADE, hay dos escollos que Europa debe afrontar en este momento: el movimiento económico procedente de Asia y la presión demográfica del sur.
“Como objetivo en 2020 es necesario preparar a Europa para lo que se viene denominando como ‘desoccidentalización’. Asia está ganando cada vez más terreno en todo el mundo y de cara al futuro, la UE debería preparar una estrategia que evite el empobrecimiento de los valores que la han presidido siempre, como la democracia y el respeto de los derechos humanos”, asegura Ulied.
Un tratado con marcado carácter ciudadano
Según Valencia, el Tratado de Lisboa introduce objetivos para una Europa más democrática y con mayor implicación de la ciudadanía. Por un lado, el Parlamento Europeo (PE) sale reforzado con un aumento del control sobre la Comisión Europea, y con mayor poder presupuestario y de decisión, ya que se convierte en colegislador en más del 90% de las materias.
“En temas presupuestarios, el PE hasta ahora sólo decidía sobre una parte mínima del presupuesto de la Unión, pero con el Tratado de Lisboa tendrá la obligación de participar en todos los gastos”, explica Ulied
Otros dos elementos que enfatizan “el carácter ciudadano” del Tratado son la Carta de Derechos Fundamentales y la iniciativa legislativa ciudadana, que da la posibilidad de que un millón de personas pueda promover una acción legislativa europea.
“El Tratado de Lisboa ha abierto un campo muy amplio para la UE. Ya no tenemos solo el mercado común y la moneda única, sino que contamos con un espacio de libertad, seguridad y justicia, que será muy útil para la ciudadanía y por donde va a discurrir el próximo futuro de Europa”, apunta David Ordóñez Solís, Magistrado y Miembro de la Red de Expertos en Derecho de la Unión Europea del Consejo General del Poder Judicial.
“Nada de fronteras para las personas, cooperación judicial civil, cooperación judicial penal, cooperación administrativa. Ése es el futuro que desearía que se consolidase”, añade el magistrado.
Consolidar una acción exterior común
El gran reto para los próximos años es avanzar hacia una posición común en materia de política exterior. El Tratado de Lisboa ofrece las herramientas para que esto sea posible, con la creación de un Alto Representante para la Política Exterior, un Servicio Europeo de Acción Exterior y una presidencia estable del Consejo Europeo.
“Ahora es el momento de consolidar algo esencial para que Europa tenga una posición en el mundo. Hay que crear estrategias y acciones comunes a través de los instrumentos que proporciona la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) y crear un servicio de Acción Exterior lo más rápidamente posible”, afirma Francesc Granell Trías, Catedrático de Organización Económica Internacional de la Universidad de Barcelona y Consejero Principal en la Comisión Europea.
El Tratado ofrece la base jurídica para hacer políticas comunes en temas energéticos, militares, y de fronteras y migraciones. Según Inma Valencia, la Unión Europea debe convertirse en una unión política. “De lo contrario, se quedará fuera de la mesa de las negociaciones internacionales más importantes. O los Estados hacen escuchar sus voces a través de la Unión, o no se les escuchará”.
“El Tratado de Lisboa contiene los instrumentos para actuar: una diplomacia europea y una estrategia económica común”, concluye esta experta jurista.
Una genealogía presidencial
Desde que en enero de 1986 entró en la Comunidad Europea (Unión Europea, desde del Tratado de Maastrich), España ha pasado por cuatro presidencias semestrales del Consejo de la Unión.
La primera presidencia española estuvo marcada por la aprobación del Informe Delors, un documento que fijaba el procedimiento para constituir la Unión Económica y Monetaria (UEM) que recogería el Tratado de Mastrich de 1992.
Durante la segunda presidencia asistimos a la celebración de la I Conferencia Euromediterránea y al renombramiento de la moneda europea como ‘euro’ (después del fallido ‘ecu’). Este hecho daría lugar a que en la tercera presidencia (primer semestre de 2002), la moneda única comenzara a circular en todos los países miembros de la UEM.
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Presidencias españolas del Consejo de la Unión Europea:
1ª) Enero a junio de 1989. Coincide con la entrada en funciones de la Comisión Delors II y las elecciones al Parlamento Europeo de aquél junio.
2ª) Segundo semestre de 1995. El Consejo Europeo de Madrid bautiza a la moneda única con el nombre de EURO y I Conferencia Euromediterránea.
3ª) Primer semestre de 2002. Transición ordenada al euro. La peseta queda relegada a las operaciones en efectivo y los cajeros sólo dispensan euros.
4ª) Enero a junio de 2010. Puesta en marcha de la reforma institucional que forma parte del Tratado de Lisboa y adopción de la Estrategia 2020.