La cobra real, que habita en los bosques del sureste asiático y se alimenta de otros tipos de serpiente, emplea el veneno como arma química para capturar a sus presas y para defenderse de sus depredadores. Aunque su veneno no es el más potente del reino animal, una mordedura de cobra real puede inyectar suficiente veneno (unos 7 mililitros) como para matar un elefante. Las toxinas de su veneno afectan principalmente a los sistemas cardiovascular y nervioso. Bloquean específicamente receptores vitales para la transmisión nerviosa y la muerte sobreviene por fallo cardíaco y arresto respiratorio.