El 21 de abril de 1513, el viento soplaba a su favor pero una fuerza desconocida impedía el avance de las naves de Ponce de León frente a las costas de Florida. Se acababa de descubrir la corriente del Golfo, una corriente oceánica que ha marcado desde entonces la navegación entre América y Europa. Benjamin Franklin la cartografió por primera vez en 1770 y hoy un ejército de científicos, con sus boyas y satélites, vigila que el calentamiento global no apague este termostato climático del Atlántico norte.