En 2001 el brote de encefalopatía espongiforme bovina (o enfermedad de las vacas locas) provocó que la Unión Europea (UE) prohibiera dejar los cadáveres de estas aves en el campo, y obligara a destruirlos o reutilizarlos en instalaciones autorizadas. La medida tuvo un gran impacto en la población de buitres, detuvo su crecimiento y causó un déficit de alimentación, así como el aumento de la mortandad entre los ejemplares más jóvenes.
Hoy la Comisión Europea contempla excepciones que permiten la supervivencia de estas especies, pero los científicos del CSIC concluyen ahora que “la filosofía de la nueva legislación (que entrará en vigor en 2010 o 2011) debería permitir una mayor flexibilidad a los estados miembros en el suministro de carroña para estas aves”.