En mayo de 2010 llegó a la Península Ibérica la nube de cenizas del Eyjafjallajökull, el volcán que paralizó los aeropuertos europeos. Los científicos siguieron su rastro con satélites, detectores láser, fotómetros solares y otros instrumentos. Ahora, dos años después, presentan los resultados y modelos que ayudarán a prevenir las consecuencias de este tipo de fenómenos naturales.