La fotografía obsesiva del estadounidense Robert Mapplethorpe se cita en París con las ansias por atrapar el movimiento que inspiraron la carrera del escultor francés Auguste Rodin.
Al primero le seducía la perfección y el detalle, y a ellos entregó toda su obra; el segundo buscaba inmortalizar la fugacidad del desplazamiento físico.
El Museo Rodin de París enfrenta estas dos formas de entender el arte a través de una exposición que, pese a la distancia temporal, estética y disciplinar de ambos artistas, demuestra lo similares que fueron sus obras.
En los trabajos del norteamericano no hay nada espontáneo, todo está cuidado al milímetro, mientras que el francés atacaba sus piezas de una forma más instintiva y arrebatada.
"Llegaron prácticamente al mismo destino por caminos muy diferentes", indica a Efe una de las comisarias de la muestra, Hélene Pinet, al tiempo que subraya "lo importante" que fue para ambos el cuerpo humano como modelo de sus obras.