Ha estado prácticamente oculto durante décadas, parapetado detrás de una valla que impedía contemplarlo en plenitud, pero Córdoba ha sacado finalmente a relucir su glorioso pasado como capital de la provincia bética con la apertura del Templo Romano, ubicado junto al Ayuntamiento.
Este templo, construido a mediados del siglo I, es uno de los principales monumentos de culto imperial que existieron en la ciudad, y se trata de un edificio de mármol blanco, modelado a partir del templo dedicado al dios Apolo en el Palatino de Roma.
Se trata de un santuario que formó parte, junto con una plaza intermedia y un circo, de un gran complejo arquitectónico junto a la muralla oriental de la ciudad y a la entrada en ésta de la Vía Augusta, y una "manifestación de la adhesión de la capital de la bética a la casa imperial", según el arquitecto municipal, Juan Murillo.