Adoptar nuevos hábitos para combatir el cambio climático supone modificar cómo nos desplazamos, consumimos y nos alimentamos. No es fácil: en general, los europeos son reticentes. Además, las acciones individuales deben ir acompañadas de políticas climáticas para limitar el aumento de la temperatura media global a 1,5 ºC.
Entender las razones del comportamiento de una persona es difícil. Sin embargo, un equipo científico ha demostrado que se pueden conocer identificando las regiones del cerebro que se activan cuando una acción se realiza por empatía o solo para devolverle un favor a otro.
Ante el aumento de la concentración de sales en ríos y lagos provocado por actividades humanas como la agricultura, un equipo internacional, liderado por un científico español, reclama soluciones y políticas preventivas globales para proteger los ecosistemas acuáticos de la salinización. Según los expertos, el cambio climático empeorá la situación en la salud humana y en el funcionamiento de los ecosistemas. La salinidad de los cultivos, por ejemplo, hará imposible producir ciertos alimentos, como ya sucede en el valle del Ebro.
El sentimiento de culpabilidad puede ser inexistente si, al cometer un delito, uno siguió unas órdenes. Esta reacción puede producirse para evitar un castigo o porque actuar bajo la presión de otra persona realmente modifica la sensación de responsabilidad. Un nuevo estudio confirma que, ante esta situación, la percepción cambia al establecerse una distancia emocional entre las acciones y sus consecuencias negativas. Según los autores, estos datos podrían tener implicaciones en términos legales y sociales.
Establecer una relación de causa-efecto en un mercado tan volátil como el financiero no es algo sencillo. Investigadores de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) han diseñado un método para contrastar si existe causalidad entre el volumen de las acciones –o de cualquier otro producto bursátil– y su valor económico.