La red de minúsculos amplificadores que componen el oído es capaz de procesar sonidos extraordinariamente débiles gracias a la interacción de estos amplificadores con otras células de su entorno. Investigadores del Instituto de Física Interdisciplinar y Sistemas Complejos (IFISC, CSIC-UIB) y la Universidad Rockefeller (EE UU) publican los detalles en la revista PNAS.