La desinfección, aunque evita riesgos sanitarios, tiene desventajas. Los procesos térmicos a los que se somete la leche antes de comercializarla eliminan microorganismos que pueden originar enfermedades, pero también acaban con las bacterias beneficiosas. Para contribuir a compensar la muerte de los habitantes de la leche y conocer los efectos de nuevas bacterias beneficiosas que aún no están en el mercado, el Instituto de Productos Lácteos de Asturias (IPLA-CSIC) desarrolla varios proyectos científicos.
Bacterias de la especie Bifidobacterium animalis observadas al microscopio electrónico (el tamaño de la barra es de 5 micras). Fotografía cedida por el grupo de Probióticos, Prebióticos y Exopolisacáridos del IPLA-CSIC.
El ozono (O3) es vital para la vida en la tierra. Pero este compuesto, que desde la estratosfera protege la vida de los rayos ultravioleta, es tan vulnerable como agresivo, y puede ser letal para los organismos si alcanza ciertos niveles en la capa más baja de la atmósfera. Precisamente, la peligrosidad que le confiere su alta capacidad de oxidación es también su principal ventaja: el ozono elimina bacterias, hongos y malos olores. Investigadores de la Universidad de Oviedo están probando un nuevo sistema para producirlo en mayores cantidades de las que se consiguen con la tecnología vigente.
Segundo prototipo de generador de ozono de alto rendimiento que desarrollan los investigadores de la Universidad de Oviedo, en la Escuela Politécnica Superior de Ingeniería de Gijón / Foto: FICYT
José Marcos Alonso Álvarez, en su despacho de la Escuela Politécnica Superior de Ingeniería de Gijón / Foto: FICYT
Los genes de uno de los animales más sorprendentes de la tierra, el ornitorrinco, ya no son un secreto. Y todo porque Glennie, una hembra de ornitorrinco, ha cedido a la ciencia su ADN. Eso ha permitido determinar la secuencia de los dos mil millones de bases que componen su genoma, que codifica más de 18.500 genes, un número similar al de humanos. Para hacer este trabajo, han colaborado treinta laboratorios de ocho países, que con su investigación han saltado a la portada más reciente de la prestigiosa revista Nature. Entre ellos, el grupo de científicos que dirige el catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo Carlos López-Otín. Y aunque 166 millones de años de evolución separan al lector de Glennie, el estudio supone un considerable avance para definir qué le hace humano. Pero ¿cómo ha sido el trabajo en el laboratorio para llegar hasta aquí?
Investigadores del departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo y del Instituto Universitario de Oncología del Principado de Asturias (IUOPA) han contribuido a descifrar el genoma del ornitorrinco, un animal que se separó hace 166 millones de años del tronco evolutivo que daría lugar al ser humano. Carlos López-Otín, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo y miembro de la Real Academia de Ciencias, ha coordinado la contribución española a esta investigación, que hoy es portada de la revista Nature. El estudio aporta nuevas claves sobre la evolución de los mamíferos
La debilidad de los huesos aumenta el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Si hasta ahora el corazón y el sistema óseo parecían tener más bien pocas relaciones directas entre sí, la Unidad de Investigación del Servicio de Metabolismo Óseo y Mineral del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) trabaja para afilar una visión integradora, que permita observar en detalle cómo se interrelacionan el “chasis” y el “motor” del cuerpo. El enlace es el proceso de calcificación vascular.