Los genes de uno de los animales más sorprendentes de la tierra, el ornitorrinco, ya no son un secreto. Y todo porque Glennie, una hembra de ornitorrinco, ha cedido a la ciencia su ADN, lo que ha permitido determinar la secuencia de los dos mil millones de bases que componen su genoma, que codifica más de 18.500 genes, un número similar al de humanos.
Este trabajo se ha realizado a través de la colaboración de treinta laboratorios de ocho países, que con su investigación han saltado a la portada más reciente de la prestigiosa revista Nature. Entre ellos, el grupo de científicos que dirige el catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo Carlos López-Otín. Y aunque 166 millones de años de evolución separan al lector de Glennie, el estudio supone un considerable avance para definir qué le hace humano. Pero ¿cómo ha sido el trabajo en el laboratorio para llegar hasta aquí?
Los científicos del Instituto de Oncología de la Universidad de Oviedo (IUOPA) han analizado los genes de proteasas, un tipo de proteína esencial para todos los organismos. También controlaron la calidad de la secuencia obtenida en la Universidad de Washington, e hicieron un hallazgo que permitió mejorar la versión del genoma que hasta ese momento manejaba el consorcio internacional de investigación.