La Unidad de Mujeres y Ciencia del Ministerio de Ciencia e Innovación ha analizado cómo ha afectado el contexto de la COVID-19 al sistema de ciencia e innovación español en términos de igualdad. El informe destaca que la brecha de género en la productividad científica, agudizada en esta crisis, tendrá consecuencias en la progresión de las carreras de las investigadoras.
Dos estudios publicados esta semana en la revista Nature analizan la efectividad de las intervenciones no farmacológicas a la hora de controlar la pandemia de SARS-CoV-2. Sus resultados coinciden y no dejan lugar a dudas: el aislamiento ha valido la pena.
El confinamiento ha puesto al límite a las personas a cargo de niños y familiares dependientes, y las mujeres se llevan la peor parte. También las científicas. Los primeros estudios señalan que ellas están publicando menos y arrancando menos proyectos nuevos que sus colegas hombres.
Comer alimentos poco adecuados y la falta de actividad física durante la cuarentena ha tenido consecuencias en el estado metabólico que van más allá de lo estético: la obesidad es un factor de riesgo para la COVID-19, su prevalencia aumenta en personas con un nivel socioeconómico más bajo y afecta especialmente al desarrollo infantil. Ahora toca mitigar estos efectos colaterales de la pandemia.
Si se usan con cautela, los estudios de inmunidad de la población pueden guiar la vuelta al trabajo y la estimulación de la economía, teniendo en cuenta sus limitaciones. Varios equipos científicos alertan de que hacen falta más investigaciones sobre la protección que otorgan los anticuerpos y su duración real. De lo contrario, se corre el riesgo de tomar decisiones basadas en información incompleta.
El SARS-CoV-2 nos ha obligado a distanciarnos. Según una revisión de estudios realizados en animales, desde monos hasta ratones, la ausencia prolongada de interacción social puede no solo perjudicar la salud mental, sino también aumentar el riesgo de mortalidad.
¿Has notado más insectos volando a tu alrededor cuando sales de casa? Tiene una explicación. La primavera más lluviosa que estamos viviendo y el periodo de confinamiento, que ha interrumpido las actividades de gestión de zonas verdes urbanas, han dado como resultado una naturaleza exuberante en las ciudades con mayor presencia de insectos, sobre todo polinizadores.
Una iniciativa de la UE va a almacenar, estudiar y difundir recuerdos del confinamiento en Europa a través de poesías y canciones. Las obras que envíen los participantes se incorporarán a un repositorio público y se analizarán para reconocer los sentimientos dominantes durante la crisis sanitaria.
Las ciudades han enmudecido y con ellas prácticamente toda actividad humana por la pandemia de COVID-19. Sin tráfico, fábricas, trenes, conciertos ni multitudinarios espectáculos deportivos, solo queda el ruido que emiten las entrañas del planeta. Así los revelan los aparatos instalados en toda la geografía española para medir los terremotos que se producen bajo nuestros pies.
Tras casi dos meses confinados, los niños y niñas menores de 14 años comienzan a disfrutar de su permiso para salir a la calle. Aquellos con necesidades especiales ya podían hacerlo, como excepción al Real Decreto del estado de alarma. Aunque fuera bueno para su bienestar, muchas familias no lo han aprovechado hasta ahora por temor a contagios o a represalias de los vecinos.