Los cambios sufridos por las esporas de bacterias que absorben la humedad han permitido el desarrollo de los dos primeros motores que funcionan gracias a la evaporación. Uno de ellos, con forma de cubículo cerrado, ha servido para iluminar una bombilla. El segundo es una rueda autoimpulsada con la que se ha podido mover un coche en miniatura de 100 gramos.