En agosto de 2017, los detectores LIGO-Virgo registraron unas ondas gravitacionales muy diferentes a las que los científicos estaban acostumbrados: iban acompañadas por luz. Apoyados por más de setenta observatorios terrestres y espaciales, los investigadores acaban de revelar que las señales procedían de la fusión de dos estrellas de neutrones, la primera detectada en la historia.
El James Webb, que será el observatorio más grande jamás lanzado al espacio, despegará en 2019 para observar en el infrarrojo las primeras galaxias, el nacimiento de las estrellas y la formación de sistemas planetarios. Su gigantesco espejo bañado en oro se prepara para viajar por el tiempo del universo.
En los confines del sistema solar se mueven cuatro planetas enanos, entre los que destaca Haumea por su forma extremadamente achatada y rápida rotación. Ahora, mediante una ocultación estelar, investigadores del Instituto de Astrofísica de Andalucía han logrado determinar las características principales de este cuerpo y han descubierto la sorprendente presencia de un anillo a su alrededor.
CARMENES, un espectrógrafo visible e infrarrojo que opera desde el observatorio de Calar Alto (Almería), estudia una muestra de trescientas estrellas en busca de planetas similares a la Tierra. Tras estudiar siete sistemas planetarios, los primeros resultados confirman su perfecto funcionamiento.
La detección de clorometano en el espacio decepciona a los astrobiólogos
La colaboración entre el observatorio estadounidense LIGO y el europeo Virgo ha hecho posible la detección de una onda gravitacional, una distorsión del espacio-tiempo, por cuarta vez. La observación se produjo el pasado 14 de agosto y se relaciona con los momentos finales de la fusión de dos agujeros negros con masas alrededor de 31 y 25 veces la del Sol, a unos 1.800 millones de años luz de distancia.
El cometa 67P retratado en 210 imágenes por Rosetta
La colaboración científica internacional del Observatorio Pierre Auger, en Argentina, ha detectado que los rayos cósmicos de muy alta energía que llegan a la Tierra proceden de fuera de nuestra galaxia. El descubrimiento resuelve un misterio astronómico de hace más de medio siglo, pero no desvela las fuentes que originan estas energéticas partículas.