La experta del grupo sobre Políticas de Innovación y Competitividad en la Comisión Económica para Europa, Marina Ranga, habla con SINC sobre las fortalezas y carencias europeas en innovación. Su departamento de la Universidad de Stanford colabora en estrecha relación con empresas punteras como Google y la compañía informática alemana SAP AG.
¿Qué lugar ocupa Europa en innovación respecto a EE UU?
Silicon Valley es un ecosistema muy especial y avanzado. Allí dan mayor apoyo financiero a los emprendedores, hay muchos angel investors que están buscando nuevos proyectos para invertir su dinero y proveen capital para las start-up. Existe además una red muy sofisticada de aceleradores de empresas, que apoyan la formación y desarrollo de las start-up basadas en la gestión y las habilidades empresariales.
¿Y cuál es la posición de España en este contexto?
Los científicos tienen una tendencia natural a colaborar con otros países y España no es una excepción. La clave, una vez más, está en proveer a los investigadores de los fondos adecuados. Sin embargo, que existe una trampa a la hora de repartir fondos: si se da más a los que tienen mejores resultados se acaba provocando el llamado ‘efecto Mateo’ [el rico se hace más rico y el pobre se hace más pobre], por lo que es un método bastante perverso. Hay que prestar más atención a las asignaciones de este capital.
¿Cuál es la percepción del emprendedor en Europa?
En EE UU, por ejemplo, hay una cultura más tolerante con el fracaso, porque todo el mundo sabe que si te embarcas en una nueva aventura empresarial en algún momento vas a fallar. El fracaso es mucho más probable que el triunfo, es un factor de la vida, es aceptado y se celebra. Por eso se dice que el fracaso temprano es el menos costoso, porque te puedes levantar y continuar. En Europa esa cultura no está tan extendida.
¿Algún ejemplo?
En EE UU ves gente que a sus treinta o cuarenta años pueden haber creado cinco, diez o quince compañías, venderlas, haber acumulado capital y continúan con el siguiente proyecto. Es una forma de vida. En Europa, yo diría esta evolución está muy limitada por la presión del capital privado, que todavía es muy pobre. Hay fondos de capital riesgo pero están muy controlados por los Estados. Se mira aún mucho a los gobiernos para obtener seguridad, y la cultura del fracaso y el emprendimiento es escasa, parece que no está bien visto ganar dinero por ser emprendedor. Además, las iniciativas y programas están muy instrumentalizados y los fondos cada vez se reducen más por la austeridad de la crisis.
¿En qué sectores urge más invertir ese capital?
Todo el mundo sabe que cuando llegan, los recortes afectan primero a la educación, la salud y la investigación, como sucede en la actualidad. Es cada vez más difícil estar al mismo nivel de crecimiento que otros países si caemos en esta tendencia contradictoria. Hay que cruzar el “valle de la muerte” que es la distancia que separa un prototipo, resultado de una investigación académica, de su comercialización. Necesitamos más instrumentos e inversión para que esa brecha desaparezca.
Ha trabajado en proyectos de investigación en su universidad y desarrollado patentes. ¿Por qué es importante la investigación relacionada con la innovación?
La universidad se ha convertido en un jugador importante en la innovación, en la transición del conocimiento a la sociedad. Antes, los principales innovadores venían de la industria. Ahora la universidad proporciona a los estudiantes –que se convierten en nuevos profesionales–, entrena a los alumnos para transformarlos en emprendedores, contribuye a la creación de empresas como las start-ups y, además, se encarga de la formación.
¿En qué otros sectores además de la universidad y la industria se genera innovación puntera?
En el sector público, la administración. Un ejemplo: en sector de la salud, el registro electrónico del paciente y la integración de sus datos para que cualquier médico en el país pueda acceder a su historial. Tanto en estas áreas como en el gobierno electrónico (e-government) estos avances son fundamentales. En educación superior está presente también. Se tiende a pensar que es algo insólito de la sociedad industrial, pero ya no es así.
Y en la industria, ¿qué ocurre con las pequeñas empresas que quieren innovar?
La transición hacia la sociedad del conocimiento está poniendo cada vez más énfasis en las pymes. Las empresas de tamaño medio son más flexibles, más adaptables a los cambios, tienen la capacidad de generar más empleos y de colaborar con las universidades, porque encuentran más soluciones en la universidad que las grandes firmas.
Pero estas pymes tienen dificultades para acceder a los estudios científicos por falta de recursos, ¿no es así?
Es verdad, pero también hay que mirar el tipo de negocio involucrado. Existen pymes que son muy activas en alta tecnología y otras que no. Las primeras deben tener acceso a la literatura científica, que cada vez es más accesible.