José M. Montes, jefe de Psiquiatría del Hospital Universitario Ramón y Cajal

“Existe mucha desinformación sobre la depresión y sus tratamientos”

El uso abusivo de las redes sociales —sobre todo entre los más jóvenes—, la autoexigencia personal o la falta de estrategias para afrontar el estrés, son algunos de los factores que pueden desembocar en una depresión. El psiquiatra José M. Montes advierte de la necesidad de mejorar el acceso al tratamiento de esta enfermedad, cada vez más prevalente.

Jose Manuel Montes
José M. Montes, jefe de la sección de Psiquiatría Hospital Universitario Ramón y Cajal durante el Seminario Lundbeck La depresión, ¿nace o se hace? celebrado en Sitges. / Lundbeck

En la aparición de la depresión influyen diferentes factores, muchas veces interrelacionados, tanto biológicos, como psicológicos y sociales. Además, suele manifestarse como una combinación emocional, cognitiva y física. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, un 5 % del total de los adultos en el mundo sufre esta enfermedad.

El psiquiatra José Manuel Montes Rodríguez lleva más de treinta años dedicado a su especialidad y es experto en trastorno bipolar, depresión, ansiedad y Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), entre otros. Además, ha llevado a cabo investigaciones en este campo y es profesor asociado de la Universidad de Alcalá.

¿Cuáles son los factores que más influyen para que una persona padezca depresión?

Pueden ser, o bien ambientales, o bien de personalidad psicológica. Todos los relacionados con el estrés, pero no solo el ambiental, sino también el autoinfligido. Es decir, muchas veces depende de la forma en la que canalizamos las situaciones externas o cómo tratamos de adaptarnos a ellas.

Existen rasgos de personalidad que sabemos que se asocian mucho con el riesgo de tener depresión: el perfeccionismo, la autoexigencia personal, el querer tener control de las situaciones, tratar de que todas las circunstancias de nuestro alrededor estén perfectamente contenidas, la anticipación a los problemas. Todos estos factores acrecientan nuestro estrés, porque nos hacen vivir en una tensión constante y eso conlleva un mayor riesgo.

Hay rasgos de personalidad que sabemos que se asocian mucho con el riesgo de tener depresión: el perfeccionismo, la autoexigencia personal, el querer tener control de las situaciones

¿Son todos modificables?

De alguna manera, incluso los genéticos a veces pueden serlo. Se sabe que, dependiendo de determinadas situaciones, se puede generar una mayor resiliencia para evitar la depresión. Tratar de modificar nuestros rasgos de personalidad. Se puede aprender a ser más resiliente hacia la depresión desarrollando estrategias de afrontamiento del estrés y tratando de llevar una rutina saludable. No mantener demasiados períodos de tiempo en actividad en trabajo, saber intercalar con situaciones de ocio, mantener la sociabilidad y la interacción interpersonal. Mantener una higiene del sueño, unos ritmos cronológicos adecuados, una dieta apropiada. Todos, sin duda, son elementos que ayudan a evitar su desarrollo.

¿Por qué es mayor en mujeres que en hombres el trastorno depresivo?

Eso es algo constatado y sobre el que hay diversas teorías. La primera sería que la mujer tiende a manifestar su malestar emocional más en la línea de la depresión, el hombre con otras formas de conducta, como el consumo de sustancias, etcétera. Esa sería la primera, que hubiera un cierto sesgo. Cuando se toman muestras clínicas hay más mujeres que hombres, pero también en la población general, no clínica, predominan las mujeres.

También hay factores genéticos relacionados con el sexo, como alteraciones hormonales, que son más frecuentes en la mujer, ya que las hormonas sexuales favorecen el desarrollo de depresión. Y, por supuesto, factores ambientales, como haber sufrido más situaciones estresantes en el caso de las mujeres.

Se puede aprender a ser más resiliente hacia la depresión desarrollando estrategias de afrontamiento del estrés y tratando de llevar una rutina saludable

También se sabe que se concentra más en la población de edad productiva, pero cada vez hay más datos sobre la depresión en adolescentes, ¿cómo se combinan estos datos?

Claramente, la depresión tiene unos picos de aparición que empiezan en la edad productiva de la vida. En la tercera o cuarta década de la vida laboral, los picos de prevalencia son más importantes. Pero ahora, se están observando cada vez más problemas de depresión, en particular, y de salud mental en general en la población adolescente. 

Eso es una tendencia que venía produciéndose en la última década y que se ha precipitado de una forma más clara en relación con la pandemia. Probablemente por el aislamiento que conllevaba la aparición de una situación que coartaba la libertad y generaba un distrés.

¿Pueden tener consecuencias permanentes o a largo plazo en los jóvenes?

Probablemente, este periodo haya dejado una cierta huella. Tener una afectación durante la adolescencia, puede incluso producir alteraciones cerebrales como las que estamos viendo con relación a las redes sociales u otros hechos constatados de traumáticos. Toda situación traumática deja una traza en el cerebro y esa huella, de momento, es más difícil de tratar. Esperemos que los nuevos avances lo logren revertir. Los problemas de cuidados de negligencia parental hacia los niños o adolescentes, así como los abusos sexuales, físicos, etcétera, sabemos que van a afectar de una forma, al menos por el momento, permanente o más difícil de tratar.

Se están observando cada vez más problemas de depresión en particula, y de salud mental en general en la población adolescente

En referencia a las redes sociales, ¿de qué forma están relacionadas con la depresión?

Es un factor añadido muy importante y que cada vez estamos viendo que son más relevantes. Se utilizan en edades cada vez más tempranas y de forma más amplia. Son edades en un periodo crítico de formación del cerebro. Hay estudios que avalan que la utilización excesiva de las redes sociales está provocando serias alteraciones en el funcionamiento cerebral en los adolescentes que las utilizan de una forma indiscriminada y muy sostenida. Producen unas alteraciones que además van a ser permanentes, difíciles de revertir y que favorecen sin duda este problema.

Además de otros problemas asociados en estas edades...

Todos conocemos el hecho de que en este contexto es mucho más difícil de asumir y de enfrentar situaciones como el ciberbullying. El cerebro humano en este periodo tan crítico no está preparado para amortiguar estas situaciones. Eso favorece también la aparición de depresión y de otras patologías, como el trastorno de la conducta alimentaria.

Hay estudios que avalan que la utilización excesiva de las redes sociales provoca serias alteraciones en el funcionamiento cerebral en los adolescentes y de forma permanente

¿Se incluye el uso de las redes sociales en las acciones de prevención de la depresión?

Es muy complicado. En EE UU, ya hay algunas iniciativas para evitar el acceso a determinadas redes sociales a partir de una edad. Pero al final solo hay que hacer clic y poner que tienes más de 14 años, que creo que es el límite. Es difícil de evitar en entren. Es muy complejo establecer una prevención a este respecto a escala nacional. Lo que sí es necesario es tratar de concienciar a la a los padres, sobre todo, de que no pueden permitir el uso tan sostenido de estas redes, 24 horas, siete días a la semana.

Respecto al estigma, en su amplia experiencia en centros hospitalarios ¿cómo han evolucionado los prejuicios hacia esta enfermedad?

Cada hay vez menos. La depresión es una enfermedad que parece que está más aceptada popularmente. Sin embargo, todavía hay una cierta resistencia a acudir al psiquiatra. Hay mucha desinformación en relación con lo que es la enfermedad mental o la depresión y, respecto a los tratamientos, también hay prejuicios.

La opinión pública no termina de tener muy claro qué es exactamente tener depresión y suelen pensar que está asociado a tener debilidades personales o que solo se tiene una depresión si se viven circunstancias externas negativas. La realidad es que no tiene por qué ser así. Alguien con circunstancias muy buenas, o muy fuerte o alegre de carácter puede tener una depresión. Es una idea que vosotros, los medios de comunicación, tenéis que tratar de que poco a poco vaya calando. Hay que hacer una interpretación real y veraz de lo que es la depresión, y la enfermedad mental en general.

Esta enfermedad parece que está más aceptada popularmente. Sin embargo, todavía hay una cierta resistencia a acudir al psiquiatra

¿Cuál es la interpretación real que debe trasladarse?

La depresión es una enfermedad del cerebro. Es exactamente igual que un párkinson o cualquier otra. Afecta a un área que, en este caso es la que controla las emociones. A través de sus conexiones con otras áreas cerebrales, va extendiéndose de alguna manera esa alteración. Cuando un circuito determinado de una zona cerebral está afectado, eso hace que no solo influya en las emociones. Entendemos fácilmente la sintomatología depresiva como una afectación de las emociones, pero no de la misma manera que haya alteraciones físicas o más somáticas, y también cognitivas.

¿Cómo nos afecta físicamente?

El cerebro está interconectado y si hay una zona que no funciona adecuadamente, el problema se extiende. Dependiendo de cada persona y de la forma de ramificación de esos circuitos alterados, provoca otra serie de consecuencias. Algunos son conocidas, como las alteraciones en el ritmo cronobiológico, insomnio, alteraciones del apetito, disminución y aumento de peso o disfunción sexual. Todos ellos son síntomas físicos, pero también hay un aumento de la percepción del dolor en general.

La depresión es una enfermedad del cerebro, es igual que un párkinson o cualquier otra. Afecta a un área que, en este caso, es la que controla las emociones

Otras alteraciones pueden darse en el tubo digestivo. Sabemos que hay una interrelación del cerebro y cómo afecta directamente a problemas intestinales y cognitivos durante ese periodo de la depresión. Obviamente el paciente tiene dificultades para decidir, en sus funciones ejecutivas, de pensamiento, e incluso de memoria. Pueden revertirse si se supera la depresión, pero si se mantiene pueden sostenerte en el tiempo. Todo esto hace que debamos tener muy claro que la depresión es algo que hay que tratar cuanto antes, como todas las enfermedades, para tener mayor éxito.

¿Los tratamientos actuales son eficaces?

Existen muchos tratamientos con gran eficacia y, en general, tolerancia, pero ante determinadas situaciones más graves o cronificadas, tenemos más dificultades. A pesar de todo, cada vez vamos desarrollando nuevos fármacos. Actualmente, se ha comercializado en España un fármaco precisamente para la depresión resistente, que es la ketamina y que supone un nuevo paradigma en el tratamiento de la depresión. Otros irán apareciendo y también otras formas de intervención sobre el cerebro.

Existen muchos tratamientos con gran eficacia y tolerancia, pero ante determinadas situaciones más graves o cronificadas, tenemos más dificultades

Respecto a la gestión de estas enfermedades, ¿qué aspectos son los más urgentes para mejorar en nuestro país?

Hay que darle muchísima más relevancia. Sabemos que las enfermedades mentales son muy prevalentes. La depresión va a afectar a una de cada cuatro personas. Con esta probabilidad, si a lo largo de la vida van a tener una depresión o algún problema de salud mental, tendría que ser más fácil el acceso de forma rápida al diagnóstico y tratamiento.

Debería existir una opinión más amable de todo lo que es la asistencia de la salud mental. Es necesaria una inversión adecuada para poder realizar este despliegue, que es algo que muchas veces falla. La depresión se puede manifestar de muchas maneras, lo que hay que hacer es pensar en ella y acudir al médico cuando uno tenga síntomas, ya que los doctores de primaria hoy en día están muy preparados para poder detectarla e incluso iniciar el tratamiento.

Fuente: SINC
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