Los científicos estudian con cada vez más evidencias los efectos que conllevará el cambio global en diversas especies, entre ellas el ser humano. Aunque todavía muchos de ellos elaboran previsiones, algunas investigaciones permiten identificar las especies que antes de finales de siglo tendrán mayores problemas para sobrevivir. Desde el Laboratorio de Cambio Global, ubicado en el Museo de Ciencias Naturales (CSIC) de Madrid, el biólogo Miguel B. Araújo, que acaba entregar a la literatura científica un paquete de artículos científicos desde una perspectiva biogreográfica, lo tiene claro: la persistencia de ciertos animales en todo el globo dependerá de los métodos de conservación que se empleen.
¿Cómo se podrían explicar las investigaciones paleontológicas sobre los cambios presentes sabiendo que ahora la actividad humana interfiere más que nunca en cambios climáticos?
Como decía Mark Twain, “la historia no se repite, pero rima”, y rima en el sentido en el que el cambio climático siempre ha sido cíclico en el planeta. Actualmente, estamos en un proceso de calentamiento adelantado que va a una velocidad mayor de lo que se esperaba en un ciclo natural. Las especies se han visto afectadas siempre por un cambio global. La diferencia es que ahora el mundo en el que tienen que adaptarse las especies es completamente distinto al que tenían antes. En la actualidad viven con carreteras, con campos agrícolas, con estaciones de plantaciones intensivas, etc. Muchas de ellas van a tener problemas para adaptarse al cambio global. En cada proceso de extinción en masa, las especies mejor adaptadas pasan a la etapa siguiente y las que no, se pierden. Aquí es obvio que el factor de dispersión es uno de los factores críticos.
¿Las investigaciones de vuestro laboratorio se basan únicamente en especies del continente europeo?
Hasta ahora, las investigaciones se han llevado a cabo a nivel europeo pero se ha empezado una nueva línea de trabajo de geografía histórica para entender hasta qué punto la biodiversidad de hoy es el reflejo de los cambios climáticos y alteraciones del pasado. Hemos empezado una investigación a escala planetaria. Si conseguimos entender cómo los cambios climáticos del pasado han afectado a las distribuciones actuales, esta información puede ayudar a predecir los del futuro. La única forma de entender realmente los patrones de distribución de las especies y de biodiversidad es mirando el planeta desde lejos, descubriendo qué está pasando, porqué hay más especies en los trópicos y menos en las zonas temperadas, o porqué algunas zonas temperadas como América tienen más especies que otras como Europa.
¿Qué tendencias principales se observan?
Los datos paleoecológicos han demostrado, por ejemplo, que en la última glaciación Europa perdió el 64% de los géneros de árboles mientras que en el Norte de América sólo una especie de árbol se extinguió. La teoría dominante es que al ser latitudinal la distribución de las montañas en Europa, el flujo migratorio de las especies se bloquea. En Norteamérica es longitudinal lo que ayuda a la migración de las especies en el contexto del cambio global. El factor determinante que puede permitir a las especies adaptarse o no es la capacidad de migrar. Hay que entender muy bien toda esta serie de fenómenos, cómo las especies se mueven en territorios que tienen estructuras diferentes y que, además, están cada vez más humanizadas.
Y en España, ¿cuál es la situación?
Estamos preparando un proyecto que nos ha encargado el Ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino para evaluar los impactos sobre la biodiversidad de la Península Ibérica. Es un proyecto de dos años que ha empezado en enero de 2008. Estamos desarrollando los modelos que hicimos sobre Europa para aplicarlos en España, intentando empezar a introducir los factores de cambio de uso de suelo. El objetivo es ver hasta qué punto las especies tienen capacidad de disgregarse o no en escenarios de cambio global.
¿Sobre qué tipo de especies os estáis basando?
Todos los vertebrados terrestres (mamíferos, aves, anfibios, reptiles, etc.) y algunos invertebrados (insectos). Nos estamos centrando en los que están en las listas rojas, los más amenazados en España. El Ministerio nos está facilitando los datos en una lista de especies que quiere estudiar.
¿Qué especies son las que menos capacidad de adaptación tienen en la Península Ibérica a causa de la presencia humana?
Existen especies “tímidas”, como la cigüeña negra, a la que no le gusta la presencia humana y que tiene dificultades para dispersarse. Es el caso de casi todos los anfibios y los reptiles que tienen patas cortas y pequeñas y que no consiguen migrar. Las aves, dentro de lo que cabe, tienen alas y tienen predisposiciones mejores para adaptarse. Por otra parte, hay especies que tienen una fertilidad baja a las que también les es más difícil adaptarse. Hay una serie de características en las propias especies que les facilitará o no la adaptación al nuevo reto del clima cambiante. Existe un grupo de trabajo organizado por la Organización Intergubernamental World Conservation Union para realizar las listas de especies que conservar. Se están estudiando ahora las características ecológicas de las especies que les hacen más vulnerables, o no, al cambio climático. Permitirá trabajar con listas similares a “las listas de espera”, con especies que aún no están amenazadas pero que podrían estarlo en el futuro. Es lo que llamamos las Orange Lists.
Por el calentamiento global, ¿cuál sería el orden de especies más amenazadas en todo el planeta?
Está claro que las especies de alta montaña y las del Ártico son las primeras que van a empezar a sufrir. Después serán especies de corales en regiones tropicales porque las temperaturas del agua subirán al menos un grado. Una señal de estrés que ya se está analizando es la pérdida de color en ciertos corales. Con dos grados o más podrían desaparecer. En tercer lugar, las especies que viven en climas áridos están en el límite de su capacidad, como es el caso de algunos anfibios de la península ibérica. Son especies que no podrían vivir en condiciones de desertificación acentuada.
A lo largo de la historia y dados los cambios climáticos del planeta, muchas especies han migrado, unas se han extinguido y otras han aparecido. Por la voluntad de hombre de preservar las que están en mayor peligro, ¿no sería ir contra-natura impidiendo que ciertas aparezcan?
La ciencia de la conservación no es una ciencia pura, sino que está influenciada por lo que el ser humano quiere preservar. Las prioridades son humanas y no ecológicas. Estamos influenciados por el conocimiento que tenemos de los ecosistemas pero, en última instancia, se conserva con otros criterios. Un ejemplo de ello es el gorila. Es una especie con mucho valor para el hombre que invierte grandes cantidades de dinero para preservarlo. No obstante, el papel del gorila en los ecosistemas es hoy por hoy insignificante. Si el gorila se extingue del planeta, la humanidad va a perder un primo, pero el ecosistema planetario no lo va a sentir. Por el contrario, si se pierden algunos nemátodos del suelo en algunas áreas, son todos los ecosistemas que están asociados a estas áreas los que pueden cambiar de forma radical e incluso afectar al hombre. Pero nadie se preocupa por los nemátodos. En políticas de conservación hay una mezcla de prioridades ecológicas, mirando el papel que las especies tienen en los ecosistemas, y otras prioridades estéticas y éticas, que también son importantes por el apoyo de la gente, como es el caso del lince ibérico.
¿Qué otros aspectos se tienen en cuenta a la hora de seleccionar especies?
En la cuestión evolutiva, hay muchos tipos de valores de la biodiversidad. Está el valor utilitario con especies que contribuyen en la biomedicina para curar ciertas enfermedades. También están las especies con valor alimenticio, que pueden ser cultivadas. Hay otro grupo de especies que tienen una función importante en el ecosistema, en el ciclo de carbono por ejemplo, en la formación de suelo o en el ciclo del agua para ayudar a la perforación del suelo. Después hay especies que nos gustan porque son bonitas y carismáticas como el oso panda. Está igualmente el valor de opción de la biodiversidad. Si no se sabe nada de lo que va a pasar en el futuro, lo mejor es preservar la máxima información genética que se pueda tener. Las especies son la expresión de la evolución pero hay que entenderlas antes para maximizar la información evolutiva. Es una de las ideas más interesantes que se han propuesto en política de conservación, aunque el razonamiento no ha tenido mucho alcance fuera del mundo científico.
¿Es cierto que sólo existen diez laboratorios como el vuestro en el mundo?
Efectivamente. Yo creé el laboratorio de Cambio Global en 2006, en el Museo Nacional de Ciencias Naturales. En plantilla, por el momento estoy yo solo, aunque también está David Nogués-Bravo, investigador post-doctoral, y cinco predoctorales que han empezado este año. Es un equipo muy joven. Actualmente estoy buscando financiación estructural a través de un programa de la Unión Europea para constituir un laboratorio más grande, con más gente y más recursos informáticos. El laboratorio trabaja con una red muy amplia de colaboradores internacionales, de Europa y EE UU, que empiezan a abordar el tema del Cambio Global desde la perspectiva biogeográfica (con macroescalas, cambio de distribución de especies en relación al cambio climático, desde qué punto el clima tiene un impacto más importante que las actividades humanas directas sobre el hábitat…).
¿De qué forma la investigación de científicos de otras áreas aporta datos a sus propias investigaciones?
Indirectamente, las investigaciones de otros científicos son muy interesantes para nosotros. En este momento, colaboramos principalmente con climatólogos (que predicen el clima), geógrafos humanos (que hacen la movilización de uso de suelo en relación al cambio climático), biólogos y geógrafos (que se interesan por las especies y cómo pueden reaccionar en diferentes escenarios de cambio global). La Paleontología y la Paleoecología son disciplinas que se están involucrando mucho en nuestras investigaciones. Los científicos que trabajan con fósiles y datos de polen, por ejemplo, nos ayudan a entender cómo los cambios del pasado han influido en las distribuciones actuales.