Antonio Córdoba, matemático y divulgador, ha recibido el Premio Nacional de Investigación en Matemáticas por sus diversas contribuciones, en especial en el análisis de Fourier, en las ecuaciones derivadas parciales y sus aplicaciones en mecánica de fluidos. En un encuentro en la Residencia de Estudiantes, el investigador afirmó que las matemáticas son, junto al lenguaje, uno de los pilares de la educación.
La Residencia de Estudiantes fue el pasado 2 de noviembre el escenario en el que los recientemente galardonados con el Premio Nacional de Investigación dialogaron sobre ciencia, arte y sociedad. Allí estuvieron cuatro de los premiados: Jordi Bascompte, en la categoría de Ciencias y Tecnologías de los Recursos Humanos; Antonio Córdoba, en la de Matemáticas y Tecnologías de la Información y las Comunicaciones; Francisco José Guinea en la de Ciencias Físicas, de los Materiales y de la Tierra, y Antonio Hernando Grande, en Transferencia de la Tecnología. Un dato curioso: detrás de todas sus investigaciones se encontraban la matemáticas.
“No es sorprendente –dijo Antonio Córdoba-. Ya Galileo dijo que las matemáticas son el lenguaje de la ciencia. La matemática es, por un lado, una disciplina con sus propios problemas y, por otro, está al servicio de los modelos científicos. Siempre se ha utilizado para hacer predicciones y, con la irrupción de los ordenadores, esto se ha desarrollado de manera exponencial. Trabajamos para comprobar que los modelos son correctos. El centauro que constituye un matemático más un ordenador se ha convertido en fundamental para la ciencia”, explicó.
Córdoba destacó también el papel de las matemáticas en los primeros niveles de enseñanza, como elemento fundamental para amueblar bien la cabeza: “No solo es un instrumento para entender muchos fenómenos de la vida cotidiana –señaló-, sino que además se encarga de instalar el sistema operativo del cerebro humano. A menudo se oye decir una cosa y a continuación una conclusión que no tiene nada que ver. Las matemáticas deben enseñar a engarzar cadenas de silogismos y detectar lo que es un razonamiento correcto de lo que es una falacia”.
La vibración de la cuerda de un violín o la ruptura de una ola
Antonio Córdoba desgranó a lo largo de su intervención algunas de las materias de las que se ha ocupado en los últimos años. Su área de especialidad es el análisis matemático y, en concreto, el análisis armónico (utilizado para entender movimientos ondulatorios como la vibración de la cuerda de un violín o la propagación de la luz y el calor) y las ecuaciones en derivadas parciales. A lo largo de su carrera ha trabajado en materias como la mecánica de fluidos (modelización de frentes atmosféricos, gotas de agua o la ruptura de las olas), mecánica cuántica, termodinámica, teoría de números y cristalografía.
El investigador se refirió después a uno de sus primeros resultados de investigación, la resolución del problema de Zygmund, una cuestión que se planteó en los años 20 y que él resolvió casi 50 años después. En términos artísticos, su contribución fue, explicó, “pasar del estilo neoplasticista de Mondrian al suprematismo de Malevich”.
También recordó sus primeros años de investigación, cuando dejó “lo que algunos han llamado ‘la NBA de la investigación’. Era profesor de la Universidad de Princeton y vine aquí a participar en el cambio que se estaba produciendo en la Universidad española”. Entre otras tareas, destacó que ha participado en la Revista Matemática Iberoamericana, una publicación que ahora está “en la élite de las revistas”.
Antonio Córdoba es licenciado en Matemáticas en 1971 por la Universidad Complutense de Madrid y se doctoró en 1974 por la Universidad de Chicago realizando su tesis bajo la dirección del medalla Fields Charles Fefferman. Desde 1980 es catedrático de Análisis Matemático en la Universidad Autónoma de Madrid y en la actualidad es además investigador del Instituto de Ciencias Matemáticas (ICMAT), instituto mixto CSIC-UAM-UCM-UC3M.
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