El primatólogo Frans de Waal es pionero en establecer paralelismos entre la conducta humana y la de otros primates en cuestiones como la moralidad, la justicia y la empatía. Denuncia que en Occidente muchos se han empecinado en diferenciar nuestra naturaleza del resto de animales, cuando compartimos la misma historia evolutiva.
Esta semana, el primatólogo holandés Frans de Waal (1948, Bolduque) ha recibido de manos de la alcaldesa de Barcelona Ada Colau el primer Premio Nat de divulgación de las ciencias naturales promovido por el Museo de Ciencias Naturales de Barcelona. “Inauguro el premio”, dice contento De Waal, autor de libros como El mono que llevamos dentro y La política de los chimpancés.
A lo largo de su carrera, este científico ha contribuido a construir una nueva mirada sobre el comportamiento animal, también sobre los humanos.
A pesar de que en la década de los 70 De Waal empezó su carrera investigadora sobre la formación del carácter agresivo en macacos, su carrera se ha centrado en la esencia biológica de la moral. Es conocido por sus estudios en bonobos, una especie de primates conocida por usar el sexo sin distinción como comportamiento reconciliador, y en los chimpancés, más territoriales y agresivos.
De Waal defiende la naturaleza empática y cooperativa de nuestra especie.
“Lo que hace que nuestra especie sea única es solo la punta del iceberg, mientras que debajo hay un vasto reservorio de continuidad con otros organismos”, decía hace un año en un artículo en la revista Science sobre nuestra naturaleza. ¿Estamos obsesionados con aquello que nos diferencia como humanos y nos olvidamos de la historia evolutiva que nos emparenta con el resto de animales?
Sí, y siempre me he preguntado por qué. Hay quien dice que es por motivos religiosos. Nuestra cultura emergió en Oriente Medio, donde hay serpientes, camellos, cabras, conejos… pero no primates. Cuando a principios del siglo XIX trajeron los primeros primates hominoideos vivos a zoos de Europa, la población quedó completamente conmocionada. Incluso la Reina Victoria de Inglaterra dijo que estaba disgustada. Nadie podía imaginar que había animales tan parecidos a las personas. Por eso en Occidente hemos vivido una larga historia de separación durante la cual los académicos han mantenido la postura de no considerarnos animales. Nos centramos en la pequeña punta del iceberg, que es una parte muy interesante de nosotros, pero también es un enfoque muy minimalista de nuestra especie.
¿Somos conscientes de las habilidades cognitivas de las especies no humanas?
Lo estamos asumiendo. Cada semana aparecen nuevos descubrimientos sobre habilidades de especies no humanas que no nos esperábamos y que violan nuestras expectativas sobre los animales. La sociedad está cada vez más abierta a la idea de que ellos tienen emociones y pensamientos. En el ámbito científico, hay una nueva generación de investigadores jóvenes que trabajan en cognición animal y que consideran que los animales pueden pensar y sentir.
¿Y qué dice la neurociencia al respecto?
La neurociencia también está cambiando mucho, se asume que los cerebros de una rata, un mono y un humano son del mismo tipo: hacen las mismas cosas, tienen las mismas áreas… Por eso, los neurocientíficos combinan las técnicas de neuroimagen en humanos, que son bastante superficiales, con la neurofisiología en animales, que les permite meterse en el cerebro y sacar conclusiones. Gracias a la influencia de la neurociencia, la psicología también ha cambiado. Pero todavía hay campos como la antropología o la filosofía que separan a los humanos.
En su momento, sus estudios sobre el concepto de justicia en primates no gustaron a algunos expertos de otras disciplinas.
Hay antropólogos a los que no les gustaron los resultados porque consideraban que el sentido de justicia es un principio moral complejo, pero nosotros creemos que este concepto tiene que ver con la cooperación. Vivimos en un mundo cooperativo. Pongamos por caso que tú y yo vamos de cacería juntos y cooperamos. Si siempre te quedas con toda la presa, es un mal negocio para mí porque estoy invirtiendo en cazar contigo pero no obtengo nada a cambio. Entonces, protestaré como hacen los monos o me buscaré un compañero mejor que comparta conmigo.
Por lo tanto, creemos que el sentido de la justicia tiene que ver con las relaciones de cooperación en las que ambas partes necesitamos conseguir algo. El sentimiento de justicia es algo muy egoísta que tiene que ver con mantener buenas relaciones con los demás para obtener beneficios de la cooperación.
¿Considera que los movimientos sociales como el #MeToo, o hace años el 15M, son una protesta contra la inequidad relacionada con este sentimiento de justicia?
Para mí, el #MeToo es un movimiento de solidaridad que tiene que ver con los bonobos. Por supuesto, las mujeres tienen otros problemas como la desigualdad salarial por los que salieron a la calle el 8 de marzo, pero #MeToo es sobre abusos sexuales. Lo que hacían hombres como Harvey Weinstein era espantoso. No se trataba de un flirteo no deseado, sino de sexo no deseado y abusos.
Las hembras de bonobo se ayudan mutuamente contra los machos y las mujeres del movimiento #MeToo protestan contra el abuso de los hombres. Hace un par de meses, una primatóloga japonesa observó que las hembras de bonobo cooperaban contra el abuso masculino. Si una de ellas gritaba, las otras acudían en su ayuda y perseguían al macho. De hecho, fue la única situación en la que la investigadora observó esa ayuda mutua. Los bonobos son muy eficaces en esto, por eso las hembras dominan a los machos. Básicamente, son una especie muy #MeToo.
¿Entre los machos también hay muestras de solidaridad como entre las hembras?
Entre los chimpancés, sí. Los machos dominan a las hembras. He visto situaciones en ejemplares en cautiverio en las que un macho es perseguido por hembras y el resto de machos se unen contra ellas. Los chimpancés son territoriales, hostiles y desagradables entre ellos. Las relaciones humanas masculinas se parecen mucho a las de los chimpancés. Son competitivas y políticas, pero también amigables, a veces se juntan y se ayudan. Es una mezcla entre rivales y amigos. Pero también tenemos cosas de los bonobos, los humanos somos más sexuales que los chimpancés.
Usted parece una persona optimista: “La historia ha pasado por alto la capacidad de cooperación, empatía y conducta prosocial”. Parece difícil de creer si uno está al día de la actualidad…
Las noticias son una mala selección del comportamiento humano. Si te fijas en tu ciudad y miras a tu alrededor probablemente te des cuenta de que un 90% o más son comportamientos amigables y cooperativos o, como mínimo, civilizados. Si hay un asesinato, aparecerá en las noticias y pensarás que la gente siempre se mata, pero eso es solo una pequeña porción de lo que sucede. Pienso que las noticias no dan una buena impresión del comportamiento humano. Solo nos cuentan lo que somos capaces de hacer en circunstancias extremas.
Pero en general, ¿no cree que hay una falta de empatía, por ejemplo, con las crisis de refugiados?
Europa está lidiando con la inestabilidad en Oriente Medio. Hay bombardeos, muertes y la gente intenta escapar de la guerra. Se trata de un problema enorme, pero no creo que haya una falta de empatía. A veces los estadounidenses preguntan por qué Europa no acepta a todo el mundo. Si un barco lleno de gente, como ahora [en alusión a Aquarius], atraca en tu puerto, ¿qué vas a hacer? No puedes mandarlos de vuelta al mar. Es cuestión de empatía.
Por último, ¿cuáles son las consecuencias de rechazar la historia evolutiva que emparenta a los seres humanos con otros animales?
Intentar explicar lo que hacemos los humanos desde una perspectiva no biológica tiene sus consecuencias. Por ejemplo, si desarrollamos una filosofía de la moral o intentamos explicar qué es el comportamiento humano basándonos únicamente en el razonamiento, tendemos a pensar que los seres humanos somos egoístas y construimos nuestra sociedad a partir de ello. Y esto no es así, no somos 100% egoístas. Si tuviésemos en cuenta nuestra biología quizás organizaríamos nuestra sociedad de otra manera.