La ética animal plantea toda una serie de preguntas incómodas que van desde el consumo de carne hasta los métodos de experimentación, pasando por el modelo de los zoos o incluso el aumento de animales de compañía. Promover estos debates es el trabajo de Tafalla, profesora de filosofía y experta en ética animal.
La pandemia y la crisis climática subrayan con sus consecuencias la importancia de nuestra relación con los animales y los ecosistemas. Pero más allá de eso, existe toda una corriente ética que estudia cómo deberían ser esas relaciones. ¿Es aceptable una alimentación con tal consumo de carne? ¿Hasta qué punto es lícito, o cuándo deja de serlo, la experimentación con animales? ¿Cómo sufren las distintas especies? ¿Nos hace mejores una ética animal?
Marta Tafalla es doctora en Filosofía, profesora de Estética y Ética en la Universidad Autónoma de Barcelona y miembro del consejo científico del Center for Animal Ethics de la Universidad Pompeu Fabra. Lleva años dedicada al estudio de estos asuntos, que ella misma reconoce “complejos” en muchos casos.
Hablamos con ella tras su participación en las jornadas “El futuro de los derechos animales”, organizadas por el Ministerio de Universidades en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). Teniendo en cuenta el título, le preguntamos primero por ello.
¿Son los animales sujetos de derecho? Si es así, ¿cuáles deberían tener?
Sí, yo creo que sí, pero la pregunta es compleja y no debería pensarse en abstracto sino caso a caso, a partir de qué daños les causamos. Habría qué pensar a qué especie le hacemos según qué tipo de daño y a partir de ahí dotarles de los derechos necesarios para protegerlos. Las situaciones pueden ser muy diferentes según la especie e incluso según el país.
También habría escalas o fronteras diferentes, ¿no? No es lo mismo un perro que un insecto.
Claro. Uno de los criterios importantes es la capacidad de sufrir.
¿Y es necesaria la consciencia para el sufrimiento?
Entendemos que el sufrimiento y la consciencia son dos cosas que van ligadas. Lo que caracteriza a animales como los vertebrados y también a algunos invertebrados como los cefalópodos es que tienen experiencia subjetiva, sienten y experimentan lo que les pasa a ellos mismos.
El problema es que cuando les buscamos rasgos de inteligencia, buscamos el reflejo de nuestra propia inteligencia y nos cuesta creer que esta se manifiesta de formas muy diversas. Esto pasa por ejemplo con animales muy olfativos, como los perros, porque nosotros somos muy visuales.
El problema es que cuando buscamos rasgos de inteligencia, buscamos el reflejo de nuestra propia inteligencia y nos cuesta creer que esta se manifiesta de formas muy diversas
De hecho, durante las jornadas se dijo que los perros no pasan la prueba del espejo [la prueba clásica de autoconsciencia por la que un individuo debe reconocerse en su reflejo], pero sí se reconocen por el olor.
Es que cualquiera que tiene un perro sabe que tiene consciencia [ríe]. El caso de los mamíferos, por ejemplo, es muy obvio, y más allá de pruebas concretas hay siglos de observación de comportamiento que lo indican: por cómo toman decisiones, cómo se comportan y comunican entre ellos, como transmiten conocimiento los padres a los hijos…
¿Y en el caso de los insectos?
Puede que tengan un mínimo de consciencia, pero desde luego nada que ver con la consciencia compleja que pueda tener un vertebrado.
Pero algunas posturas critican que se coman insectos por considerarlo inmoral, aunque ciertos movimientos lo impulsan incluso como una medida para luchar contra la crisis climática [la huella ecológica es mucho menor que la del consumo de carne].
Es que yo no sé por qué nos complicamos tanto con los insectos y sobre si sufren más o menos, si lo más sencillo es comer vegetales.
De hecho, durante las jornadas dijo que en las universidades se deberían ofrecer solo menús vegetarianos o veganos.
Sí, ya se está haciendo en algunos centros, al menos algún día a la semana. Yo lo dije porque las jornadas estaban organizadas por el Ministerio de Universidades, pero podría extenderse a los centros públicos. Creo que es algo importante porque fomenta el debate y en el debate se aprende que no te pasa nada por dejar de comer carne. Lo que hay que hacer es estar bien informado, consultando con un médico o nutricionista, y llevar una dieta sana.
Otro asunto es el uso de animales en investigación, donde hay dos bienes en tensión: el beneficio humano y el bienestar y libertad de los animales. ¿Es suficiente en su opinión con la regla de “las tres erres” (reducción de su uso, reemplazo y refinamiento de los métodos empleados)?
Yo creo que hay que hacer una apuesta por los métodos alternativos de manera urgente. El problema es que la directiva europea, que está basada en las tres erres, lo que dice es que a medida que existan estos métodos hay que usarlos hasta conseguir el reemplazo total y dejar de usar animales.
Pero apenas se está fomentando el desarrollo de esos métodos, no hay una apuesta ni una financiación suficiente por parte de las autoridades.
Ahora mismo depende del voluntarismo de unos pocos, y creo que se debe a una razón económica. En las últimas décadas ha surgido un negocio enorme alrededor de los animales de experimentación. Las empresas han ampliado el modelo y han generado un lobby de presión que está frenando la búsqueda de métodos alternativos.
Y mientras esos métodos no llegan, que además será difícil que puedan llegar a reproducir por completo todos los experimentos actuales, ¿cuál es su posición respecto al uso de animales?
Lo que creo es que la inmensa mayoría de los experimentos que se hacen ahora mismo son innecesarios y esto lo reconocen muchos investigadores. En el mundo de la investigación hay una competitividad brutal y los currículums hay que hincharlos para conseguir becas o contratos. Se publican muchos estudios que se sabe que no aportan nada nuevo o importante solo porque sirven para añadir una línea en el currículum.
Pero si esos experimentos sí son importantes y necesarios, ¿estaría a favor?
Mira, hace poco salió un estudio en el que se veía que vivir cerca de un parque reducía el riesgo de cáncer de mama. Es un trabajo importantísimo para el que no se necesitó matar ningún animal.
¿Por qué no se toman medidas y se apuesta firmemente por implantar medidas así? Yo sé que es complicado, pero el tabaco y la carne procesada son cancerígenos, ¿por qué no dejan de producirse? Si vamos a usar animales de experimentación, tomemos también decisiones que permiten prevenir la enfermedad. Si los vamos a matar, hagamos algún sacrificio nosotros también.
Durante las jornadas dijo que los científicos “no saben argumentar sobre ética y muchas veces la rechazan visceralmente, pero la ética no es una opinión”.
Sí, la mayoría de facultades no quieren introducir la asignatura de ética. Pero estudiar ética no te dice lo que tienes que pensar, te da las herramientas y un andamiaje mental con el que poder trabajar. Si no lo tienes, solo cuentas con tu intuición personal.
El problema de intentar debatir de ética con científicos es que, como no tienen ese bagaje, tienen que ir pensando sobre la marcha, pero así no vamos a ningún sitio y es mucho más difícil entenderse. Otra dificultad que algún científico me ha confesado es que no tienen tiempo para pensar, lo cual me parece muy paradigmático del mundo acelerado en el que vivimos.
Cambiando de tema. También es muy crítica con los zoos.
Sí, yo creo que encerrar animales salvajes para exhibirlos es una forma de provocar sufrimiento gratuito, y además es una manera de maleducar a la gente sobre lo que es un animal. Lo que hace, también en los niños, es dar la idea de que los animales son nuestros, están para servirnos y sobre ellos decidimos.
Por otro lado, a veces tiene sentido hacer cría en cautividad de especies en peligro de extinción. Pero eso es otra cosa, y los que trabajan en eso te dicen que tampoco debe hacerse en exhibición pública. Es decir, no es un zoo.
¿Y cuál es su opinión sobre la ganadería extensiva? Sus defensores la justifican porque es mucho más sostenible y porque hay una relación de respeto y cuidado con los animales.
En mi opinión, la ganadería extensiva se está usando como una forma de blanqueamiento de la ganadería en general. La gente oye esta música del animal feliz en el campo y compra carne de ganadería industrial creyendo que no pasa nada, porque que le han puesto la foto del animal en el campo para fingir que son felices. Pero más allá de eso, felicidad no hay en una ni en otra.
Los animales de la ganadería extensiva mueren en mataderos y muchas veces sin seguir ni siquiera los protocolos de aturdimiento. Además, miles de corderos o terneros se exportan de España a países como Libia o Argelia, donde no hay ningún tipo de regulación.
Luego está que la ganadería extensiva necesita mucho espacio, y para eso expulsas a especies salvajes. Ya no es solo una cuestión de ética o de bienestar animal, es que es perjudicial a nivel de sostenibilidad y de salud de los ecosistemas. Una población humana tan grande como la nuestra es incompatible con cualquier forma de ganadería.
En la pirámide trófica, los animales carnívoros son minoría, pero la imagen que desprendemos los humanos es como si en un documental sobre animales llenáramos el Serengueti de leones.
A veces pienso que tenemos tal exceso de fuerza que no la sabemos gestionar. Como el niño que quiere tocar al saltamontes y lo aplasta sin querer. Como si fuéramos un experimento de la naturaleza que le ha salido mal.
Pero desde posiciones animalistas se dice también que el ser humano no debe influir sobre los animales. Una pregunta repetida es: ¿por qué nosotros sí deberíamos renunciar a algo como cazar y comer carne, si es algo que hemos hecho siempre?
La cuestión no es tanto influir como dominar. Influir vamos a influir siempre. Pero, aunque cazaban, los cazadores-recolectores no tenían montado todo un sistema de dominio. Por otro lado, nosotros somos omnívoros y podemos vivir sin carne, un león no.
Además, somos lo que en ética se llama agentes morales, nos preguntamos lo que está bien y lo que está mal y lo hacemos constantemente, de hecho. Eso te otorga una responsabilidad. Y por qué no hacerlo también respecto a otros animales o por los ecosistemas. Un león no puede pararse y preguntarse: ¿esto que hago tiene sentido o no?
¿Una ética animalista es siempre una ética ecológica?
Bueno, hay una discusión. Yo creo que son complementarias y que hacen falta las dos, pero son temas de una complejidad enorme y vamos avanzando a trompicones, porque también necesitamos el avance del conocimiento científico.
Temas como el cambio climático o la extinción de especies no son fáciles de entender y a veces remueven emociones y creencias muy básicas. Por ejemplo, algo que a mí y a mucha gente nos ha resultado muy difícil es pensar a partir del hecho de que estén disminuyendo tanto los animales salvajes mientras aumentan los domésticos.
Hay un momento en que empiezas a preguntarte cosas como: ¿tiene sentido tener un perro o un gato cuando hay que matar otros animales para alimentarlos? Ahí se te rompen muchas cosas.
En las jornadas se citó la frase de Marguerite Yourcenar: “Habría menos niños mártires si hubiera menos animales torturados”. En general, y ya para acabar, ¿cree que pensar en una ética animal nos hace mejores también respecto a otras vulnerabilidades?
Sí, yo creo sí, y hay mucha gente en psicología estudiando eso. El propio Kant decía que cuando aprendes a tratar bien a un animal, estás aprendiendo a tratar bien a una persona. Y también al revés. O aprendes empatía y cuidado, o bien crueldad y violencia.
Mucha gente quiere que sus hijos tengan perro para que aprendan a responsabilizarse y a cuidar, están entendiendo que ahí hay un proceso educativo. Al final, la ética tiene que ver con los hábitos: te habitúas a ser respetuoso o a ser agresivo.