Nacido en Barcelona en 1951, Ferran Sanz es catedrático del Departamento de Ciencias Experimentales y de la Salud de la Universidad Pompeu Fabra (UPF). Además es el coordinador de la Unidad de Investigación en Informática Biomédica (GRIB), una unidad mixta de la UPF y el IMIM-Instituto de Investigación Hospital del Mar, situada en la cuarta planta del Parque de Investigación Biomédica de Barcelona (PRBB). Ferran Sanz nos explica cómo ha llegado donde está ahora.
¿Qué estudió en la universidad?
Estudié ingeniería química en el Instituto Químico de Sarrià, donde tuve la suerte de aprender informática en una época donde ésta casi no existía como disciplina. Pero un profesor del Instituto, Ramón Carbó, estaba muy interesado y me traspasó este interés.
E hizo la tesis con él.
Sí, en las tardes y noches libres, porque durante el día trabajaba en una empresa química. Esto fue durante dos años, hasta que Carbó me ofreció una plaza de profesor ayudante de estadística en la UAB. Ya desde el comienzo yo tenía la intuición de que la informática podía servir al mundo de la biología humana. Pero trabajar en la frontera entre las disciplinas clásicas genera resistencias, al principio no teníamos mucho reconocimiento.
¿Cuándo cambió esto?
En 1984 tuve la suerte de que Jordi Camí me ofreciese crear mi propio grupo de investigación dentro del IMIM, que en aquel tiempo se estaba reformando y ampliando. Tuvimos unos años difíciles, pero hacia los 90 ya había un reconocimiento mundial del papel de la informática en la investigación biomédica. Las empresas farmacéuticas se dieron cuenta y empezaron a crear sus propios departamentos informáticos. Hoy en día es inconcebible la investigación biomédica sin un componente importante de computación.
Háblenos del GRIB.
Siguiendo con mi obsesión de destruir fronteras, además de superar las divisiones entre disciplinas, había que hacerlo entre centros. Es importante que, dentro del mismo edificio del PRBB, todos los interesados en la bioinformática o la informática biomédica estemos coordinados, independientemente de quién nos paga. No debe haber fronteras administrativas sobre la comunidad del conocimiento. Con esta filosofía se creó el GRIB, una unidad mixta donde hay investigadores que pertenecen al IMIM y a la UPF.
¿Cuál es el reto del GRIB a largo plazo?
El GRIB ha ido cambiando de nombre y creciendo con el tiempo, sobre todo a partir de los 90. Hoy en día somos unas 90 personas. Ahora el reto es seguir creciendo cualitativamente, más que cuantitativamente.
¿Cree que el PRBB se ajusta a la idea que se tenía al comenzar IMIM hace más de 20 años?
Por un lado es un sueño hecho realidad, en cuanto a la masa crítica, estar en el mapa de la ciencia mundial, las instalaciones de calidad e internacionalización que tenemos. Hoy podemos competir por los estudiantes más brillantes con instituciones como el Karolinska. Pero hay cosas a mejorar. Hace falta más cohesión, superar más fronteras. Ya existen actividades transversales, seminarios a los que va gente de áreas diversas, etc. pero hay que hacer aún más.