Joan Benach y Carles Muntaner son directores de la Red de Condiciones de Empleo y Desigualdades en Salud que forma parte de la Comisión de Determinantes Sociales de Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS). SINC habla con estos profesores de salud pública en la Universidad Pompeu Fabra y Universidad de Toronto sobre la publicación de su libro Empleo, trabajo y desigualdades en salud: Una visión global.
A la hora de investigar la relación entre trabajo y desigualdades en salud, hablan de “ejes sociales” (clase social, sexo y género, estatus migratorio, etnia y territorio) que hacen que ni el empleo ni la precariedad ni sus consecuencias se repartan de forma igualitaria. Pero, ¿cuáles son los factores que marcan la desigualdad en salud en relación con el trabajo?
Joan Benach: Es una respuesta difícil de resumir. Hemos estudiado las condiciones de trabajo y empleo en todo el mundo y hemos divido las principales condiciones de empleo en las siguientes categorías: trabajadores en una situación estable y que tienen protección social -que son cada vez menos-, en situación de desempleo -que ha empeorado de forma creciente con la crisis económica por lo que existen más de 200 millones de trabajadores en esta situación en el mundo-, la precariedad laboral, el empleo informal y las situaciones extremas.
Carles Muntaner: Podemos señalar, además, agentes fundamentales como el tipo de contrato, las condiciones de trabajo y la remuneración (incluidos los beneficios asociados como vacaciones, pensión, asistencia sanitaria, seguro desempleo, indemnizaciones por accidentes laborales).
¿Quiénes padecen las situaciones más extremas de precariedad?
J. B. No hay una buena manera en el mundo de medir lo que entendemos por precariedad. Muchas veces se utiliza el indicador de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre trabajadores pobres. En este sentido, cerca de un 40% de los trabajadores en el mundo están en esta situación.
Por otro lado, existe el “empleo informal”, que es característico y tremendamente prevalente en todo el mundo. La mayor parte de los países pobres (empobrecidos) y muchos países de renta media e incluso países ricos (enriquecidos) tienen niveles de empleo informal que oscilan entre el 50% y el 80%. Son trabajadores sin contrato, sin ningún tipo de protección y en situaciones muy diversas de trabajo.
C. M.: Los trabajadores que tienen empleos temporales, flexibles o informales suelen padecer inseguridad, bajos sueldos, falta de "oficio", riesgos físicos, químicos, económicos y psicosociales en el lugar de trabajo, así como falta de autonomía, incapacidad real de ejercer derechos laborales, sobrecarga, y discriminación.
¿Y cuál es la situación en España?
C. M.: La clase trabajadora que comprende a los empleados no gerentes del sector privado sin titulo universitario, mujeres trabajadoras, migrantes de clase trabajadora, jóvenes y viejos de clase trabajadora, son las personas más vulnerables.
J. B.: Hay una serie de factores que determinan si quien trabaja tiene posibilidad o no de ser explotada en el trabajo además del tipo de contrato y el salario como son el nivel de protección social, los derechos, la capacidad de ejercer esos derechos o la vulnerabilidad de la persona empleada. En nuestro país, si uno es un hombre de clase profesional, español y de más de 30 años, la probabilidad de precariedad laboral es de un 20%. Sin embargo, si una persona es mujer, de otra etnia, inmigrante y joven, la posibilidad de ser precaria es del 90%. Eso tiene una relación muy clara con la salud, de tal manera que, a peor nivel de precariedad, peor nivel de salud mental.
Habéis hecho una clasificación por países según su nivel de riqueza, un factor determinante en la desigualdad…
J. B.: Hay países que tienen mercados laborales más estables, más protegidos y que ayudan mucho a la salud de los y las trabajadoras, y a que la desigualdad no sea tan destacada. La riqueza es un factor, pero no el único. España es un país rico en el que existen múltiples problemas ligados al mercado de trabajo, a la salud y a la desigualdad. Sabemos que hay cientos de muertes por accidentes de trabajo y multitud de enfermedades laborables que no son estudiadas ni reconocidas. En 2004 en España se identificaron 30.000 enfermedades laborales y dos muertes por enfermedad en el trabajo. Algunos años no se ha registrado ninguna muerte por esta causa. Esto se debe a que no tenemos un buen sistema de registro. Existen estimaciones que nos indican que, como mínimo, deberían haberse registrado unas 16.000 muertes relacionadas con el trabajo en ese año.
¿Qué ocurre con las personas que sufren situaciones de trabajo forzado y trabajo infantil en el mundo?
J. B.: Se calcula que hay entre 250 y 315 millones de niños haciendo trabajo infantil, muchos en situaciones de riesgo y peligro, dañinos para la salud. Otra situación extrema es la de las personas que sufren esclavismo y trabajo forzado. La diferencia con los esclavos antiguos es que son prescindibles, son de “usar y tirar”. Uno de los mayores expertos internacionales en este campo, Kevin Bales, nos dice que hay más esclavos hoy que todos los esclavos que fueron raptados en África para trabajar en América. Se calcula que puede haber entre 12 y 20 millones de personas en esta situación.
En su estudio corroboran que el tipo de contrato determina el riesgo para la salud de quien trabaja…
J. B.: En España hay unos cuatro millones y medio de personas desempleadas y al menos un 20% no tiene ningún tipo de seguro. Hay estudios que muestran que tener un contrato temporal implica un riesgo superior. La gente en nuestro país al hablar de precariedad se refiere a este tipo de contratos temporales que son los más vulnerables. Pero con la crisis ha bajado la temporalidad y no la precariedad.
¿Y cómo debería actuar el Estado para mejorar estas situaciones?
M. C.: Puede crear trabajo, garantizar la protección de quien trabaja mediante leyes, hacer cumplir leyes que protejan a la clase trabajadora, subir el salario mínimo, legislar para proteger trabajadores temporales, garantizar un subsidio suficiente, apostar por el reciclaje, experimentar con alternativas como cooperativas… La reforma laboral debería haber seguido el ejemplo de Obama, pero multiplicado por tres, como dijo el Nobel de economia Paul Krugman. Esto se consigue incrementando las rentas del trabajo y reduciendo las del capital. Con impuestos progresivos y castigando el fraude fiscal.
J. B.: La reforma laboral que se acaba de aprobar da una posibilidad de despido mayor, un incremento muy probable de la precariedad laboral y una situación en la que, por los nuevos presupuestos del Estado, se va a reducir la protección al empleo. Y cabe preguntarse cómo va a afectar a la salud de los y las trabajadoras. En nuestro libro documentamos que son los países nórdicos de Europa, sobre todo, los que tienen las mejores políticas, y eso teniendo en cuenta que son países con unos niveles altos de impuestos, pero a la vez con mucha inversión social, tecnológica y con un nivel de competitividad enorme.
Habláis de la necesidad de un nuevo modelo económico. ¿Qué soluciones plantea vuestra investigación?
M.C.: Hay que reinventar el papel del Estado con mayor democracia económica, abandonar el euro si hace falta, crear empleo, fomentar la creatividad en el terreno de la empresa y abandonar un sistema neoliberal que no crea suficiente empleo y que cuando lo hace no es de calidad.
J. B.: Se está planteando una solución a un modelo económico que ha sido la causa de la crisis, pero en la realidad estamos planteando las mismas soluciones para salir de la crisis que las que las han causado. Proponemos un modelo con inversiones en políticas sociales más intensas y afirmamos que ese modelo fracasará también. Pero hay que buscar soluciones porque cada vez se va a hacer más difícil hablar de la economía sin hablar de la ecología por ejemplo, e incluso más, hablar de la economía, sin la ecología , el empleo y finalmente la salud, que no es sino el resultado de todo lo demás.
De los 100 estudios de caso que trata vuestro libro, ¿cuál destacáis?
J. B.: El caso del cacao es clamoroso. El 40% del cacao del mundo proviene de Costa de Marfil. Esta materia prima es recogida básicamente por mano de obra infantil (niños que no han probado nunca el chocolate) y personas en una situación de explotación intensa. Posteriormente se exporta a los países ricos y las grandes empresas de chocolate fabrican y procesan el cacao y lo venden a los grandes países consumidores como Alemania, Suiza y EE UU. Y quien habla del cacao, habla del café o de minerales estratégicos para fabricar por ejemplo teléfonos móviles. Todas las materias primas están controladas en muchos países por gobiernos y grandes corporaciones.
Referencia bibliográfica:
Joan Benach y Carles Muntaner en colaboración con Orielle Solar, Vilma Santana y Michael Quintan. “Empleo, trabajo y desigualdades en salud: una visión global”, julio de 2010.
Este libro es el resultado de más de cuatro años de trabajo de la Red de Condiciones de Empleo (EMCONET) que forma parte de la Comisión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre Determinantes Sociales de la Salud.